El tes¨®n de una alumna de 90 a?os
Los surcos de su cara delatan una vida azarosa. Consuelo Baeza Jim¨¦nez no tuvo tiempo de ir a la escuela cuando era ni?a. La procedencia humilde de su familia la oblig¨® a trabajar en el campo desde muy peque?a. Hoy, cuando est¨¢ a punto de cumplir 90 a?os, Consuelo no s¨®lo ha podido cumplir un viejo sue?o, sino que adem¨¢s se ha convertido en la alumna de m¨¢s edad que jam¨¢s recuerdan los habitantes de la peque?a pedan¨ªa de San Jos¨¦ de la R¨¢bita, perteneciente al municipio de Alcal¨¢ la Real, en la sierra sur de Ja¨¦n.Consuelo se qued¨® viuda a los 56 a?os y desde entonces vive sola en su casa con una hermana menor, a la que cuida por estar enferma. Junto a la extensa exposici¨®n fotogr¨¢fica de su familia (cinco hijos, 16 nietos y tres bisnietos) que preside el comedor de su casa, Consuelo muestra ahora con orgullo el cuadro que le produce m¨¢s satisfacci¨®n personal.
Se trata del diploma expedido por la Escuela de Adultos de las Hermanitas de la Anunciaci¨®n en el que se recalca que Consuelo Baeza "ha completado el curso de forma sobresaliente", por lo que se le concede el "premio especial al m¨¦rito" al haber aprendido a leer y escribir.
Uno de sus diez hermanos le ense?¨® a firmar, y ¨¦se era hasta hace poco su ¨²nico bagaje cultural. "He ido muchas veces a Barcelona a ver a mis hijos, y al no saber leer era como llevar una venda", asegura Consuelo con tono de resignaci¨®n. Ahora, sin embargo, ya puede mandar cartas a sus hijos, aunque admite con humor que a¨²n no ha alcanzado la perfecci¨®n ortogr¨¢fica: "Yo les digo en las cartas: si faltan letras, las pon¨¦is vosotros".
Lo cierto, en cualquier caso, es que en la peque?a aldea de San Jos¨¦ de la R¨¢bita -ubicada en un cruce de caminos a caballo de las provincias de Ja¨¦n, C¨®rdoba y Granada- todos valoran el tes¨®n y la fuerza de voluntad de esta mujer que, a pesar de su edad, conserva una lucidez mental fuera de lo normal. "Sor Carmen y otras dos monjas de la Escuela de Adultos fueron las que me animaron", indica Consuelo, que no tiene rubor alguno en ense?ar su cartilla Anaya, su compa?era inseparable de los ¨²ltimos meses y donde realiza sus deberes. Cuando se le pregunta qu¨¦ materia le entra?¨® m¨¢s dificultades, responde sin titubeos: "La escriban¨ªa es lo que m¨¢s trabajo me ha costado".
Ilusi¨®n
Consuelo contagia ilusi¨®n y ganas de vivir a todos sus vecinos. Que se lo digan si no a las monitoras que llegaron al pueblo a dar clases de gimnasia. Ni corta ni perezosa, Consuelo se pon¨ªa su chandal y segu¨ªa las indicaciones de las monitoras. "Me sirvi¨® para quitarme el mal de la ci¨¢tica", recuerda, mientras se?ala hacia el patio donde compart¨ªa los ejercicios con los m¨¢s j¨®venes.
El af¨¢n de superaci¨®n de esta anciana le lleva incluso a mostrar su disposici¨®n a seguir acudiendo a la Escuela de Adultos. "Eso s¨ª, mientras la vista me respete", subraya. Ahora, Consuelo podr¨¢ aprender geograf¨ªa, matem¨¢ticas o la historia de Espa?a, de la que ella ha sido testigo directa durante este siglo que ya expira.
Aunque la memoria empieza a fallarle, no puede olvidar Consuelo los dif¨ªciles y terribles a?os de la guerra civil, donde su marido luch¨® en el frente nacional, o el esfuerzo que tuvo que hacer poco despu¨¦s, al quedarse viuda, para sacar adelante a sus cinco hijos. "Me hice valiente y, de forma honrada, trabaj¨¦ para criar a mis hijos", a?ade.
De este modo, no era dif¨ªcil ver a Consuelo con la azada en su peque?a huerta sembrando maiz o patatas, o acudiendo a la recolecci¨®n de la aceituna. Y es que la econom¨ªa de esta peque?a pedan¨ªa ha sido siempre de subsistencia en torno a la agricultura. De no ser as¨ª, Consuelo Baeza no podr¨ªa seguir adelante con su pensi¨®n de poco m¨¢s de 25.000 pesetas. "Aqu¨ª los vecinos son muy solidarios, y nos consideramos como una sola familia", destaca esta mujer, que est¨¢ a punto de cocinar unas migas, uno de sus platos preferidos.
Por la tarde saldr¨¢ a pasear con los vecinos del pueblo, con quienes repasar¨¢ sus ¨²ltimos conocimientos adquiridos en la Escuela de Adultos. Por la noche, otra de sus pasiones: escuchar la radio. "Me s¨¦ los nombres de todos los ministros", asegura orgullosa del nivel de informaci¨®n que tiene.
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