Crisis en la burbuja suiza
La victoria de la ultraderecha desvela el alza de la xenofobia en el para¨ªso de la neutralidad
ENVIADO ESPECIALLos pueblos felices no tienen historia, reza la m¨¢xima. Suiza, si nos guiamos por la atenci¨®n que prestan al pa¨ªs los medios de comunicaci¨®n, es una naci¨®n feliz. O lo era hasta el pasado 24 de octubre, cuando las elecciones revelaron que el partido m¨¢s votado era la UDC (Uni¨®n Democr¨¢tica de Centro), una formaci¨®n impulsada por Christoph Blocher, un millonario industrial de verbo potente y populista, profundamente xen¨®fobo. En muchos lugares se presenta a Blocher como el J?rg Haider suizo o el Le Pen local. Para los helv¨¦ticos, la comparaci¨®n es exagerada.
"La UDC no tiene los mismos or¨ªgenes que el Partido Liberal de Haider o el Frente Nacional franc¨¦s. Es un viejo partido agrario, conservador, que representaba a los campesinos alemanes, sobre todo en las zonas de Berna y Z¨²rich. Al discurso cl¨¢sico sobre la patria, la familia y la neutralidad, Blocher ha a?adido una serie de soflamas ultraliberales contra los impuestos, los funcionarios, la amenaza europea y, sobre todo, los refugiados", explica Philippe Bach, redactor del izquierdista Le Courrier. "Pero es que en Suiza hay el doble de extranjeros de los que debiera. Y luego, cuando se van, se llevan todo el dinero para su casa", argumenta Heinrich Bretscher, ex camarada de clase de Blocher.
Sin integrarse
"La xenofobia del discurso de Blocher es cierta, pero es fruto de problemas reales", concede el suizo de origen italiano Luigi Ravasio. "En algunos momentos aqu¨ª ha habido m¨¢s de 500.000 refugiados pol¨ªticos, es decir, una poblaci¨®n equivalente al 10% o el 12% de la de Suiza, que viv¨ªa -vive- de subsidios porque as¨ª lo establece la ley, que les impide trabajar. Pero una buena parte de esos refugiados no han hecho el menor esfuerzo por integrarse, por respetar la idea de que all¨ª donde fueres, haz lo que vieres".
Jean-Jacques Busino, autor de novelas policiacas, precisa que ¨¦l, en la medida en que necesita documentarse, mantiene buenas relaciones con varios agentes de polic¨ªa. "Y ¨¦stos no exageran cuando conceden que, durante los noventa, la delincuencia en Suiza ha cambiado, que el pa¨ªs ha conocido formas de violencia que nunca hab¨ªa visto. La llegada de serbios, bosnios y kosovares supone una explosi¨®n en lo que al empleo de armas se refiere. Y la irrupci¨®n cotidiana de la navaja". El cineasta Alain Tanner admite que "con la llegada de los yugoslavos los suizos hemos descubierto una navaja que no es la multiusos". Para ¨¦l, que vive en el llamado quartier international, lo m¨¢s extra?o es que "ahora, cuando salgo a pasear el perro, nunca me cruzo con alguien que hable franc¨¦s".
Pero la xenofobia no es una novedad en Suiza, en un pa¨ªs alpino, en una democracia de origen campesino, ligada a la tierra. "No hay que olvidar que los temporeros [italianos, espa?oles, portugueses, etc¨¦tera] no ten¨ªan derecho a traer a su familia a Suiza, y que tampoco pod¨ªan residir continuadamente en territorio helv¨¦tico los 12 meses para evitar que echasen ra¨ªces y adquiriesen derechos", dice Florence Joye, que escribe sobre temas culturales. Mientras ella recuerda que el voto femenino, a nivel federal, no fue admitido hasta 1973, Alain Tanner se remite a un documental que rod¨® en 1966 en una empresa de Ginebra con 72 trabajadoras, 70 espa?olas y 2 suizas. "?stas se quejaban: no podemos hablar con nadie, nuestras camaradas espa?olas aceptan trabajar a tanto la pieza y ganan m¨¢s que nosotras teniendo menos formaci¨®n... La coexistencia no siempre es f¨¢cil". Blocher, con su promesa de reducir el per¨ªmetro del Estado y bajar los impuestos, se ha ganado el voto de un sector de la juventud suiza, "los golden boys suizos, los que sue?an con ser el Bill Gates de los Alpes", bromea Busino, pero tambi¨¦n ha sabido explotar las contradicciones gubernamentales en todo cuanto se refiere a los llamados fondos sin heredero o dinero depositado por los nazis en Suiza a partir de su expolio de familias jud¨ªas. "Blocher les ha plantado cara a los americanos, ha puesto en evidencia al senador D"Amato, que no siempre argumentaba su demanda de manera coherente", dice Bach. "Para mucha gente mayor, descubrir que Suiza no fue tan neutra es muy duro. Blocher es una tabla de salvaci¨®n. ?l recuerda que las Cajas de Pensiones suizas tienen como prioridad atender a los jubilados suizos y no a los hipot¨¦ticos herederos de los suizos asesinados".
El sentido com¨²n puede andar de la mano con la demagogia. Y aportar votos. De ah¨ª que Blocher maneje lo uno y la otra cuando se lanza a comparaciones odiosas por las que "el llamamiento del Consejo Mundial Jud¨ªo para boicotear los bancos suizos que no pagasen puede ser tan injusto como el de los nazis, en 1933, pidi¨¦ndoles a los alemanes que no comprasen en almacenes jud¨ªos".
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