?Querid¨ªsimos muertos!
JAVIER MINA
La muerte nos importa tan poco que a veces la utilizamos de puente. O de fin de semana largo. Y entonces la cosa es irse. Cuanto m¨¢s lejos mejor. Pero no se debe a que no amemos nuestra tierra. La amamos tanto que en cuanto podemos nos largamos. Corremos sin importarnos dejar atr¨¢s las tumbas de nuestros antepasados ancestrales. E incluso las de los m¨¢s cercanos en el tiempo, que por eso se llaman deudos (aunque a veces no es m¨¢s que para unirnos a ellos, porque la carretera es muy traidora). Y para que no puedan achacarnos que les dejamos los sepulcros hechos un asco o blanqueados -que hay mucho hip¨®crita suelto- nos ponemos a limpiarlos y a embellecerlos cuando nos viene mejor. Vaya, que se instituye un d¨ªa para eso y preferimos cogernos otro, como cuando se iba a la misa del domingo el s¨¢bado. Pero deber¨ªamos tom¨¢rnoslo m¨¢s en serio, porque dentro de cada uno de nosotros hay un muerto luchando por expresarse. Un pobre muerto que proyecta de tanto en tanto su sombra para recordarnos que todas las horas matan, la ¨²ltima apuntilla y que como no cojamos el d¨ªa aunque sea por el rabo tendremos que dejarle libre la escena para que se marque un vals con la mediocridad, los quise y no supe, las defecciones y cuanta inanidad le hayamos legado en herencia. Ya lo dijo un sepulturero que andaba zarandeando los huesos de un tal Yorick para dejar sitio a una suicida llamada Ofelia: "Ah¨ª est¨¢ el agua: bueno. Aqu¨ª est¨¢ el hombre: bueno. Si el hombre va a esa agua y se ahoga, es que va, velis nolis, ?te fijas? Pero si el agua viene hasta ¨¦l y le ahoga, ¨¦l no se ahoga a s¨ª mismo. Arga no es culpable de su propia muerte ni acorta su propia vida".
El sepulturero listo tambi¨¦n sab¨ªa que, por encima de arquitectos, alba?iles, lampistas o carpinteros, son los enterradores quienes construyen las casas m¨¢s duraderas, puesto que llegan hasta el D¨ªa del Juicio. O sea, mucho m¨¢s que la casa del padre, por idealizada que la tengamos. Claro que, ahora, con esto de las cenizas, la cosa cambia. Parece que fue cosa de los n¨®madas eso de llevarse los muertos encima aunque fueran deshidratados, como el Avecrem. Pero ahora los quemamos justo para quit¨¢rnoslos precisamente de encima. Cualquier pradera, cualquier ola, cualquier cursiler¨ªa de postal nos sirven para encomendar nuestros seres queridos al viento, que se los lleva como se lleva las palabras. ?Sab¨ªan que un pa?al desechable tarda 500 a?os en desaparecer aunque est¨¦ sucio? Pues no pasar¨¢ de uno el tiempo que le cueste a la memoria biodegradar el recuerdo de muchos de los nuestros.
Pero la necrofilia tambi¨¦n enferma. Hay algunos especialistas del aniversario empe?ados en que nos acordemos de gentes que no hicieron en su vida otra cosa que despreciarla y equivocarse, es decir, lo contrario de los h¨¦roes. Un h¨¦roe es alguien a quien le quitas los gusanos y no le has quitado nada sustancial. Por eso hay muy pocos. Casi ninguno. Desde luego nadie cuyo nombre empiece por p, como las patrias. Por eso les construimos los monumentos en el coraz¨®n y dialogamos con ellos al amor de la lumbre, lejos de pendones y p¨²lpitos.
Y de la misma manera que hay necrofilias que matan se puede decir que hay muertos vivientes. Aunque en esto de creer habr¨¢ quien prefiera tener su cielo con su contemplaci¨®n de Dios o sus hur¨ªes o querr¨¢ mejor reencarnarse en otra cosa, por ejemplo en bacalao para que le congelen y, hecho un findus, poder pasarse, una temporada pegado a las croquetas de merluza. A menos que le pirre lo de volverse vampiro o zombi, vocaciones ambas para las que se puede uno preparar perfectamente en vida. Porque para entierro, lo que se dice entierro chulo, el que se dieron los ocupantes de ese avi¨®n que sesg¨® el cielo americano antes de estrellarse con majestuosidad y escolta de cazas en una poblaci¨®n de Dakota del Sur llamada Mina. As¨ª que, aunque s¨®lo sea por alusiones, me gustar¨ªa responder al gesto con unos sentidos instantes robados a otro piloto que se dijo que no volver¨ªa a la tierra y "se lanz¨® a lo alto, recto y sibilante como un cohete. No sab¨ªa ya ni qui¨¦n era, ni c¨®mo ni por qu¨¦ estaba all¨ª, en pleno infinito. Se sent¨ªa ascua voladora, estrella errante..."
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