Caverna
La habitaci¨®n de este hotel de Nueva York se abre con un gran ventanal a Times Square. Enfrente hay un rascacielos por cuya fachada de cristal discurre d¨ªa y noche sin detenerse nunca una cinta electr¨®nica con el ¨²ltimo latido de la Bolsa entreverado con la noticia de alguna tragedia que pueda haber sucedido en ese momento en el mundo. Por el ventanal de la habitaci¨®n tambi¨¦n penetran las luces de Broadway y los anuncios de productos muy famosos. La taquicardia del ¨ªndice Dow Jones se solapa con los neones ardientes de Panasonic, Cannon, Microsoft, IBM y a su vez en esta olla de im¨¢genes luminosas se cuecen los bombardeos que acaban de producirse en cualquier lugar del planeta. Si cierras las densas cortinas y en el ventanal s¨®lo queda un filo de claridad, la habitaci¨®n a oscuras opera como una c¨¢mara fotogr¨¢fica. En la pared del fondo esas im¨¢genes exteriores se convierten en sombras invertidas, y observ¨¢ndolas desde la cama en la penumbra de la siesta uno puede interpretar la realidad como si estuviera ante una versi¨®n neoyorquina de la caverna de Plat¨®n. Seg¨²n esta alegor¨ªa dictada por S¨®crates a su disc¨ªpulo, los humanos vivimos en el interior de una gruta encadenados por el cuello sin poder volver nunca la vista atr¨¢s. Lo ¨²nico que se nos permite ver es el fondo de esa caverna. Fuera de ella la realidad es una gran luz que proyecta por la abertura s¨®lo las sombras de cuanto sucede en el exterior: un tablado de titiriteros, hombres llevando a cuestas figuras de hombres, de animales y de toda clase de objetos superpuestos. Los encadenados no somos capaces de percibir la realidad, sino s¨®lo su apariencia reflejada en el muro. En tiempos de S¨®crates la realidad que pasaba por la boca de la caverna eran cabras puntiagudas, polvo de picapedreros, pedagogos envueltos en una s¨¢bana y bacantes de vino agrio. ?Acaso no era m¨¢s c¨®modo permanecer encadenado en la gruta y contemplar la realidad bajo su fantasmagor¨ªa? En la pared oscura de la habitaci¨®n de este hotel s¨®lo se vislumbran figuras invertidas de unas im¨¢genes exteriores que a su vez son im¨¢genes de otras figuras electr¨®nicas que tampoco son reales, cotizaciones de Bolsa, anuncios de hamburguesas, noticias de bombardeos, pero al descorrer las cortinas aparece en el ventanal todo Nueva York incandescente como la caverna de Plat¨®n m¨¢s fascinante en llamas. Hay que liberarse de las cadenas y salir a la calle.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.