El accidente de EgyptAir es la cuarta cat¨¢strofe a¨¦rea en la misma zona en cuatro a?os
La cat¨¢strofe del avi¨®n de EgyptAir, que se precipit¨® ayer al oc¨¦ano con 217 personas a bordo poco despu¨¦s de despegar del aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, es la cuarta que se produce en la misma zona en los ¨²ltimos cuatro a?os. En ese tiempo han muerto casi 700 personas en accidentes ocurridos tras salir del espacio a¨¦reo m¨¢s congestionado del mundo. Unas 250.000 personas y 3.000 aviones circulan cada d¨ªa por los tres aeropuertos de la ciudad de los rascacielos. Nueva York s¨®lo ha tenido un a?o sin cat¨¢strofes a¨¦reas en el ¨²ltimo lustro.
En septiembre de 1998, un avi¨®n de la compa?¨ªa Swissair se estrellaba cerca de Nueva Escocia con 229 personas a bordo poco despu¨¦s de despegar del aeropuerto John F. Kennedy. El aparato, un McDonnell Douglas MD11, segu¨ªa la misma ruta que el avi¨®n egipcio que se estrell¨® ayer. Los aviones que toman esta ruta van primero del aeropuerto JFK hasta Nantucket, donde cay¨® la nave de EgyptAir, y luego se dirigen al norte, hacia Nueva Escocia, escenario de la tragedia de Swissair, para desde all¨ª cruzar el Atl¨¢ntico.En julio de 1996, 230 personas mor¨ªan al estallar en el aire un avi¨®n de la TWA que tambi¨¦n hab¨ªa despegado en Nueva York aunque su destino era Par¨ªs. Era, como el caso del avi¨®n de la compa?¨ªa africana, un Boeing, y las sospechas se centraron en el terrorismo internacional. Al FBI le cost¨® a?o y medio descartar la hip¨®tesis de que una bomba o un misil derribaron al avi¨®n. De hecho, la investigaci¨®n sobre la causa de la explosi¨®n a¨²n no se ha cerrado, aunque los expertos creen que est¨¢n bastante cerca del final. Una chispa, cuyo origen es el que se trata de averiguar ahora, hizo que se inflamaran unos peligrosos vapores que emanaron de los tanques de combustible, que se recalentaron indebidamente.
En la sensible conciencia de la sociedad estadounidense a¨²n est¨¢ presente el accidente mortal que sufri¨® en julio pasado John Kennedy Junior cuando la peque?a avioneta que conduc¨ªa con insuficiente experiencia y en medio de condiciones meteor¨®logicas adversas se precipit¨® a las aguas del oc¨¦ano Atl¨¢ntico cerca de Martha"s Vineyard, en Massachusetts, en la zona del accidente de ayer.
Pesadilla estresante
El espacio a¨¦reo de Nueva York, el m¨¢s congestionado del mundo, presenta un alto nivel de riesgo. Los 60 controladores encargados de regular al segundo el tr¨¢fico de los aviones reconocen que su trabajo es una constante y estresante pesadilla. "Solo tenemos un segundo para analizar cualquier incidencia y reaccionar o algo muy malo puede pasar", confesaba uno de ellos recientemente en la prensa norteamericana. "Al menos una vez al d¨ªa tenemos un aterrizaje de emergencia".El tr¨¢fico a¨¦reo en Nueva York se ha duplicado en apenas 15 a?os. Seg¨²n datos de diciembre de 1998, Newark, situado al oeste de la ciudad y conocido como "la capital de los retrasos", registr¨® 38.000 movimientos de aeronaves; 31.000 aviones pasaron por el aeropuerto de La Guardia, dedicado a vuelos dom¨¦sticos, y 30.000 aeronaves utilizaron el JFK, una terminal que sufre los problemas derivados de la pertinaz niebla y de unos equipos que los controladores consideran "poco sofisticados" para el volumen que deben manejar.
Sin embargo, desde la II Guerra Mundial solo ha habido una colisi¨®n en la zona de influencia de los controladores neoyorquinos. Fue en 1960 cuando dos aviones chocaron sobre el cielo de Nueva York cubierto de niebla. Murieron 128 pasajeros y seis peatones.
Aunque sin consecuencias mortales, los controladores pasan una media de seis "momentos de terror" al a?o. Como el que se produjo el a?o pasado en La Guardia cuando un avi¨®n en pleno aterrizaje pas¨® a 30 metros de otro que estaba despegando. La causa estuvo en los 30 segundos que dedic¨® un controlador a limpiar una taza de caf¨¦ derramada. Por si fueran pocos los casi 100.000 aviones que los controladores neoyorquinos deben dirigir cada d¨ªa, unos 2.000 peque?as aeronaves y helic¨®pteros pugnan por hacerse un hueco en el cielo de la ciudad.
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