Hace quinientos a?os...
La Real Villa de Navalcarnero se ha remozado y revocado para celebrar el quinto centenario de su fundaci¨®n, que acaeci¨® el 10 de octubre de 1599. Es el primer centenario que celebra la localidad, entre otras cosas, porque como se?ala el historiador local, Teo Rojo, en fundamentada y amena cr¨®nica, hasta hace poco tiempo no hubo acuerdo sobre la fecha exacta del nacimiento de esta hist¨®rica villa, que surgi¨® como fundaci¨®n segoviana para defender la frontera sur del sexmo de Casarrubios contra los ataques y ocupaciones de los se?ores feudales de los territorios lim¨ªtrofes.Navalcarnero alberga en su escudo d¨²plice las armas de Segovia junto a las castellanas. La villa, que estuvo bajo jurisdicci¨®n segoviana m¨¢s de un siglo, de 1599 a 1727, no ha olvidado a sus fundadores y protectores. Centurias despu¨¦s de su incorporaci¨®n a Madrid, y en estos d¨ªas de celebraci¨®n, se han sucedido los actos de hermanamiento y homenaje. Tanto en el peri¨®dico La Cr¨®nica de Navalcamero como en las p¨¢ginas del centenario Adelantado de Segovia han abundado los art¨ªculos y las rese?as, sin que en ninguna de ellas aparezca la menor sombra de fricciones o conflictos entre la ciudad madre y sus antiguos vasallos, "hombres duros, dispuestos a vivir en la adversidad con vocaci¨®n de permanencia y con iniciativa para mejorar sus condiciones de vida", as¨ª los define Rojo en una publicaci¨®n municipal reciente.
La historia se refleja en las calles de la villa, en los dinteles blasonados de las moradas de sus hijosdalgos, en los muros venerables de sus casonas, conventos y ermitas, en la recia apostura de su iglesia parroquial y en los soportales de su anchurosa plaza porticada. La historia sorprende al viajero en cualquier rinc¨®n y en cualquier momento. La historia irrumpe, por ejemplo, en el mes¨®n donde el viajero lamenta su tradicional falta de previsi¨®n, que le impide degustar, por no haberlo encargado el d¨ªa antenor, el plato hist¨®rico y b¨¢sico de la gastronom¨ªa local, la "olla del segador". Por muy buenos que sean, que lo son, los garbanzos de Navalcarnero son duros, dispuestos a servir en la adversidad y con vocaci¨®n de permanencia, como sus cultivadores, pero necesitan ponerse a remojo.
La historia aparece en el mes¨®n acompa?ada por un alegre vino de la tierra, con m¨¢s personalidad que la que aparenta por su corta edad y la baratura de su precio. Aparece cuando los comensales, impresionados por la arquitectura interior y exterior del inmueble, hacen preguntas al sol¨ªcito ma?tre. Las Cuevas del t¨ªo Juan¨®n, que toman su nombre de un c¨¦lebre facineroso, fueron hace trescientos a?os sede de la Inquisici¨®n, y el t¨ªo Juan¨®n, reo de su brazo secular, que orden¨® su ejecuci¨®n, llevada a cabo en el mismo t¨¦rmino de Navalcarnero, unas calles m¨¢s all¨¢ de este establecimiento, que ha mejorado considerablemente su dedicaci¨®n hist¨®rica y hoy sirve comidas nada penitenciales a sus hu¨¦spedes en un privilegiado espacio, rehabilitado y decorado con el asesoramiento y participaci¨®n del escultor Feliciano Hern¨¢ndez, artista residente en la villa y presente en sus calles con obras propias y acertadas reconstrucciones, como las de la portada y escudo de la Casa de la Cadena.
En aquella hist¨®rica casa recibieron las bendiciones conyugales el rey Felipe IV y do?a Mariana de Austria, que iban camino de la Corte. Siempre anduvo la Hacienda del cuarto monarca de los Austrias muy esquilmada y pobretona en los asuntos de la intendencia m¨¢s b¨¢sica, por lo que no resulta extra?o que la real pareja pernoctara dos noches en la Villa gozando de la hospitalidad y de las buenas viandas de sus anfitriones.
De Navalcarnero son famosas las lechugas romanas, el vino, el aceite, los corderos y los cabritos, base de una gastronom¨ªa local que cuenta con numerosos y acreditados mesones, ubicados a veces en antiguas cuevas y en vetustos e hist¨®ricos edificios, como La Hoster¨ªa de las Monjas.
El vino que bebe el viajero en Las Cuevas de Juan¨®n se vende a granel en la puerta de al lado. El despacho est¨¢ junto a un patio emparrado, que ocupa en sus dos terceras partes un tractor con su remolque. El cliente puede catar directamente de las botellas enca?adas y luego decidirse por el ligero vino del a?o o por caldos de mayor solera.
Las bodegas m¨¢s acreditadas de Navalcarnero son las de Ricardo Benito, que tienen una tienda de degustaci¨®n en la plaza Mayor y que han ganado numerosos premios en concursos nacionales e internacionales. A sus productos m¨¢s ilustres, Tap¨®n de Oro, Madrile?o, que lleva a la Cibeles enmarcada en azulejos en su etiqueta, y a su estrella, Se?or¨ªo de Medina Sidonia, se une este a?o el tinto conmemorativo 5? Centenario.
Navalcarnero es, adem¨¢s, una villa de seculares fiestas e hist¨®ricos encierros, que se precian de ser los m¨¢s antiguos de Madrid, una villa de artistas, de m¨²sica y de teatro. Junto a las cuevas, un portal¨®n met¨¢lico anuncia la presencia de Ty1 Ty1, teatro infantil que ofrece tambi¨¦n clases y cursillos, pero, adem¨¢s, cuenta la villa con dos grupos propios, Camale¨®n y Azabache, y un notorio edificio esc¨¦nico, el teatro municipal, construido a finales del siglo XIX y rehabilitado hace poco, una armoniosa y peculiar construcci¨®n de ladrillo que acoge tambi¨¦n desde este a?o un Festival de Cine de Humor, cuya primera edici¨®n se celebr¨® hace poco.
Para celebrar su quintacentenaria fundaci¨®n, Navalcarnero ha estrenado monumentos y plazas, como la dedicada a su hijo ilustre Alonso de Arreo, que pele¨® bravamente con los comuneros de Juan Bravo defendiendo el pend¨®n de Segovia, cay¨® preso en Villalar y escap¨®, perdi¨¦ndose su rastro en Portugal, desde donde se cree que huy¨® a las Am¨¦ricas.
Hoy, uno de los retos de Navalcarnero est¨¢ en la recuperaci¨®n de su ferrocarril. Sus 15.000 habitantes son pocos para que la Renfe considere rentable el servicio. Pero la poblaci¨®n crece y se proyectan en ella miles de viviendas, quiz¨¢s demasiadas para que esta poblaci¨®n rural, hist¨®rica, tur¨ªstica y hospitalaria, siga conservando sus mejores esencias.
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