Por qu¨¦ no termin¨® de subir el "souffl¨¦"
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Cuentan quienes tuvieron acceso durante la noche electoral a la quinta planta de la sede del PSC en la calle de Nicaragua que la primera explicaci¨®n que, a bote pronto, dio Pasqual Maragall a su insuficiente victoria en votos fue que le hab¨ªa faltado el 1,5% de sufragios que se llev¨® Izquierda Unida. Los dirigentes socialistas experimentaron aquella noche una enorme frustraci¨®n, porque todos tuvieron plena conciencia de que hab¨ªan rozado el ¨¦xito con la punta de los dedos. Desde entonces no cesan de buscar explicaciones a su resultado. ?Por qu¨¦ no termin¨® de subir el souffl¨¦ y se qued¨® a un punto de la gloria?, se preguntaba la semana pasada un miembro de la ejecutiva socialista. Los propios socialistas apuntan ya una buena colecci¨®n de respuestas, aunque nadie quiere poner su nombre tras ellas porque no es, dicen, momento de recriminaciones. Uno de los primeros datos que vieron muchos militantes socialistas fue que la provincia de Girona era la ¨²nica en la que la candidatura de Maragall no hab¨ªa mejorado los resultados del PSC en las anteriores elecciones auton¨®micas.
Para los socialistas Girona es el feudo de Joaquim Nadal, y Nadal se hab¨ªa empe?ado en figurar como n¨²mero dos en la lista de Barcelona, en vez de encabezar la de Girona. Aquel empe?o hab¨ªa sido discutido por los dirigentes locales de Barcelona, quienes pensaban que Nadal aportaba poco o nada a la lista que encabezaba el propio Maragall, mientras que su ausencia en la de Girona le restaba posibilidades y atractivo. Lo cierto es que el PSC perdi¨® votos en Girona, aunque mantuvo los esca?os de 1995.
Vistos los resultados, sin embargo, poco habr¨ªa variado que el PSC tuviera un diputado m¨¢s por Girona, porque se lo habr¨ªa arrebatado a ERC o al PP, con lo que CiU hubiera seguido con sus 56 y habr¨ªa mantenido la posibilidad de formar mayor¨ªa con uno de estos dos partidos.
En cambio, los expertos del PSC en materia electoral explican que la previsi¨®n inicial que no se cumpli¨® fue la de lograr siete diputados en Tarragona y seis en Lleida. Estos dos diputados s¨ª se hubieran restado a CiU y habr¨ªan dado la mayor¨ªa a la izquierda. Esto desv¨ªa las explicaciones hacia el poniente catal¨¢n.
En el caso de Tarragona, el aparato socialista atribuye una parte de responsabilidad en el insuficiente crecimiento a la decisi¨®n de no colocar a Xavier Sabat¨¦, primer secretario de la federaci¨®n de Tarragona, al frente de la candidatura provincial, y de colocar a Miseric¨°rdia Vall¨¨s como candidata por Reus en un puesto excesivamente retrasado. En Reus gan¨® CiU y la participaci¨®n qued¨® en un 52%.
Aunque la victoria de Maragall sobre Pujol en la provincia de Barcelona fue clara, tambi¨¦n es cierto que la participaci¨®n del electorado socialista del entorno metropolitano fue menor en estas elecciones que en las legislativas, y ya antes del d¨ªa 17 hab¨ªa voces, dentro y fuera del PSC, que alertaban acerca de una insuficiente movilizaci¨®n de la organizaci¨®n del partido, sobre todo en comparaci¨®n con la llevada a cabo durante las elecciones municipales de junio, cuando era evidente que las organizaciones locales y los alcaldes que luchaban por la reelecci¨®n pon¨ªan toda la carne en el asador.
Algunos de los responsables del aparato del PSC se han defendido de estas acusaciones achacando la menor movilizaci¨®n a que la campa?a fue dirigida "desde fuera del PSC" por el equipo de Maragall.
Por encima de estas circunstancias concretas, muchos dirigentes socialistas comparten la idea de que la campa?a de Maragall perdi¨® fuelle a mediados de septiembre, cuando Pujol reaccion¨® y pareci¨® darse cuenta de que al paso que iba estaba a punto de perder su despacho de la plaza de Sant Jaume. Entonces, cuando CiU puso en marcha su maquinaria de partido, Maragall apareci¨® como un candidato solo. "Hemos hecho lo m¨¢s dif¨ªcil, que era hacer posible la victoria, pero no hemos sabido rematar", dijo gr¨¢ficamente un diputado.
Durante buena parte de la campa?a, los rivales nacionalistas pod¨ªan dedicarse a criticar y desfigurar las propuestas de Maragall sin que nadie les diera r¨¦plica adecuada o atacara a Pujol. Los responsables de la campa?a crearon un equipo de apoyo a Nadal para que actuara como ariete de su candidato a la presidencia. Se quer¨ªa que ejerciera una funci¨®n como la que Josep Antoni Duran Lleida cumpli¨® en beneficio de Pujol.
Pero eso no funcion¨®. Maragall entr¨® en la fase de campa?a oficial con cuatro rivales nacionalistas enfrente: Pujol, Duran, Pere Esteve y Josep Llu¨ªs Carod, que dedicaba la mitad de su actividad a deslegitimar la oferta de cambio. Ya entonces Maragall atribuy¨® la inferioridad de condiciones en que se hall¨® -tras un a?o de estar en campa?a casi sin rival- a que luchaba contra los aparatos de comunicaci¨®n de dos gobiernos, adem¨¢s del de los obispos y de buena parte de la prensa de propiedad privada. Tras las elecciones insisti¨® en ello.
Esto no impide, sin embargo, que la ausencia de la arena electoral de los candidatos que le secundaban, no s¨®lo Nadal, siga siendo incomprensible. "Nadal no cumpli¨® durante la campa?a como el n¨²mero dos que hab¨ªa querido ser", sentenci¨® uno de los asesores electorales del PSC. Pero de los otros nunca m¨¢s se supo.
En un plano m¨¢s general, algunos dirigentes socialistas creen que se hizo mal la alianza con Iniciativa per Catalunya (IC), de manera que se perdi¨® el efecto movilizador de gentes y multiplicador de votos que pudo haber tenido. Se desech¨® la posibilidad de acudir a las elecciones con un programa com¨²n, que hubiera podido ser explicado mucho mejor que la mera operaci¨®n electoral que se hizo. Pero lo que suscita una cr¨ªtica m¨¢s clara es que, adem¨¢s de tarde y mal, la coalici¨®n se hiciera de forma vergonzante. Eso fue lo que se puso de manifiesto cuando, una vez acordada, se renunciara a explicarla y a defenderla ante el aluvi¨®n de ataques y descalificaciones con que se lanzaron sobre ella CiU, el PP y ERC.
Otra baza parcialmente perdida, seg¨²n explic¨® uno de los principales dirigentes del PSC, fue la forma en que se hizo y se present¨® la coalici¨®n con Ciutadans pel Canvi. Todav¨ªa ahora no est¨¢ claro si esta operaci¨®n de apertura se ha limitado a poner en marcha a unas docenas de personalidades afines al candidato a la presidencia o responde a un movimiento realmente existente. En todo caso, ?c¨®mo se puede hacer una coalici¨®n con un partido cuyo acto de constituci¨®n se desconoce? Eso y el desconocimiento de si Ciutadans pel Canvi ten¨ªa una estructura real le restaron credibilidad y eficacia.
Tambi¨¦n hay quien critica que Maragall prodigara en demas¨ªa los gestos hacia el empresariado y el electorado centrista. Al final, result¨® excesiva, piensan, la descompensaci¨®n entre los gestos que dedic¨® a la derecha y los que dirigi¨® a los sindicatos y al electorado trabajador.
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