El presidente Kuchma parte con clara ventaja frente al candidato comunista para la segunda vuelta en Ucrania
ENVIADO ESPECIALComo ocurri¨® en Rusia en julio de 1996, un comunista, Piotr Simonenko, disputar¨¢ la presidencia de Ucrania a un reformista lastrado por un primer mandato durante el cual se ha empobrecido el pa¨ªs, Leonid Kuchma. Como entonces, el resultado parece cantado. Ser¨¢ el 14 de noviembre, y los pron¨®sticos apuntan a que la utilizaci¨®n de todos los recursos del Estado por parte de Kuchma aplastar¨¢ al l¨ªder del partido m¨¢s fuerte y organizado. En contra de ¨¦ste juega la que, parad¨®jicamente, es su mejor baza: la nostalgia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Los resultados de la primera vuelta electoral, celebrada el pasado domingo en esta rep¨²blica centroeuropea de la antigua URSS y 50 millones de habitantes, sit¨²an a Kuchma, con el 36% de los votos, muy por delante de Simonenko (22%), y a ¨¦ste con una enorme ventaja sobre el socialdem¨®crata Alexandr Moroz (11%) y la izquierdista radical Natalia Vitrenko (11%). La participaci¨®n fue del 69,82%.
Vitrenko, partidaria como Simonenko de la restauraci¨®n de la URSS, o cuando menos de la uni¨®n con las otras dos rep¨²blicas eslavas ex sovi¨¦ticas (Rusia y Bielorrusia), se vino sorprendentemente abajo en la ¨²ltima fase de la campa?a, tras haber sido durante alg¨²n tiempo favorita para disputar la presidencia a Kuchma, de 61 a?os. Sus propuestas de ruptura con el Fondo Monetario Internacional, de alejarse de Occidente o de poner a trabajar en las minas de uranio a quienes se han enriquecido ilegalmente no cuajaron entre un electorado que pens¨® que era mejor lo malo conocido.
Error de la oposici¨®n
La distribuci¨®n del voto supone la ¨²ltima prueba del tremendo error cometido por los miembros del llamado Grupo de los Cuatro, al que pertenec¨ªan Moroz y el ex primer ministro Yevhen Marchuk (8%). Se trataba de una heterog¨¦nea y finalmente inviable alianza de liberales, centristas e izquierdistas que, de haber presentado un candidato ¨²nico, habr¨ªa podido llegar a la segunda vuelta con posibilidades de batir a Kuchma. Las diferencias internas pesaron m¨¢s que la necesidad de unirse frente al enemigo com¨²n.El presidente ruso, Bor¨ªs Yeltsin, charl¨® con Kuchma el s¨¢bado por la noche y le expres¨® su respaldo. Ambos est¨¢n en el mismo lado de la barricada, en el de las reformas capitalistas y el anticomunismo visceral. Ambos, tambi¨¦n, se encuentran en el ojo del hurac¨¢n (m¨¢s el ruso que el ucranio) por el empobrecimiento generalizado de sus pa¨ªses, la forja de desigualdades bestiales y la extensi¨®n como una hidra de la corrupci¨®n a todos los niveles.
Yeltsin es, al menos en teor¨ªa, partidario de restablecer el espacio eslavo de la antigua URSS, pero no est¨¢ dispuesto, bajo ninguna circunstancia, a negociarlo con un presidente comunista de Ucrania. En cuanto a Kuchma, que en las elecciones de 1994 jug¨® a fondo la carta rusa, defiende en ¨¦stas la nacionalista obligado por las circunstancias, es decir por la bandera roja sovi¨¦tica que esgrime su rival.
El presidente se apunt¨® un tanto de oro al suscribir con Yeltsin un tratado que fija definitivamente las fronteras con Rusia y reconoce como ucrania la pen¨ªnsula de Crimea, que Nikita Jruschov regal¨® a su rep¨²blica natal en los a?os cincuenta. El compromiso fue ratificado el pasado febrero en Mosc¨² por el Consejo de la Federaci¨®n. En las dos pr¨®ximas semanas cabe esperar un canto de Simonenko, un antiguo aparatchik comunista de 47 a?os, a los viejos y predecibles tiempos sovi¨¦ticos, cuando los m¨ªnimos vitales estaban garantizados para todos y se trataba de t¨² a t¨² a Estados Unidos. Kuchma, por su parte, intentar¨¢ demostrar que en Rusia todav¨ªa est¨¢n peor las cosas que en Ucrania.
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