Uni¨®n Radio
Este domingo, v¨ªspera del d¨ªa de san Eugenio -cuando los magn¨¢nimos reyes abr¨ªan los montes de El Pardo para que los madrile?os recogieran las bellotas- har¨¢ 75 a?os que comenzaron las emisiones regulares de lo que fue Uni¨®n Radio, hoy la poderosa cadena SER. Hab¨ªan pasado apenas 37 de la comunicaci¨®n de Graham Bell a la Real Sociedad de Londres y diez de esos iniciales programas. Propio es decir que la radiofon¨ªa ha dado todos sus pasos en el siglo XX y sigue pujante hacia el vasto horizonte del siglo futuro.Me sumerjo en los primeros recuerdos para ver la silueta de mi madre inclinada sobre el aparato de galena, arponeando el cable de cobre sobre la arrugada superficie de la pirita para captar Uni¨®n Radio, uno de los pocos solaces que relajaban la tensi¨®n sin asueto de la directora gerente de una vasta familia, administrando las solas ganancias del marido, m¨¦dico generalista.
Creo que ya entonces, por 1930, hab¨ªa seriales, se transmit¨ªan piezas de teatro interpretadas de pie, en torno al micr¨®fono, creando imaginativos sonidos, como el galope de los caballos haciendo rodar unos perdigones de plomo sobre la piel del tambor; se radiaban conferencias y m¨²sica a trav¨¦s del somero aparato: una tablita que engarzaba la piedra prodigiosa, la aguja exploradora y un sencillo auricular, o quiz¨¢ nada. La calma embozaba, como cada noche, el agitado hogar y aquella mujer recib¨ªa, a trav¨¦s del o¨ªdo, los latidos de otro mundo que no era el suyo.
La gente menuda apenas ten¨ªamos acceso al invento, hasta los primeros aparatos de madera, delicia del art dec¨® de la ¨¦poca. Como en nuestros d¨ªas -y es de lo poco que no ha variado-, era la propaganda comercial lo que se grababa machaconamente en la memoria. El chotis de las peleter¨ªas El Pekan y La Dalia (...pero, sin embargo / tienen precios reducidos, / por lo cual la Greta Garbo / sus encargos hace all¨ª); los Almacenes San Mateo ("Si no lo veo no lo creo"); la reiterada oferta de "Ulloa ?ptico, Carmen, l4"; la sastrer¨ªa Flomar, pioneros de los abrumadores espacios publicitarios modernos. Alguna vez, m¨ªtines pol¨ªticos, repetidos en el estudio enf¨¢ticamente y que, al menos en mi casa, tra¨ªan al fresco a todo el mundo.
Imagino que la radio, el fot¨®fono, el term¨®fono y tantos hallazgos de la f¨ªsica se investigaron con fines b¨¦licos. El morse y la radiofon¨ªa desahuciaron a la paloma mensajera y creo que se deber¨ªa restituir, objetiva e hist¨®ricamente, cuanto la humanidad debe a los ingenieros militares y la capacidad de mecenazgo de los ministerios de la Guerra. Para qu¨¦ hablar de la radio, como sost¨¦n moral de las retaguardias, en nuestra contienda civil y en las mundiales, m¨¢s la agitpro, los alientos, mentiras e ilusiones que cruzaron los aires sin censura.
La cadena SER ha editado una copiosa y apasionante historia de s¨ª misma, de los pobres or¨ªgenes, el esfuerzo milagroso de ayudar a la t¨¦cnica con el entusiasmo. Otro recuerdo imborrable se remonta a los primeros a?os cuarenta, cuando hab¨ªa que abrirse camino desde la pura nada, cuando no se planificaba la familia y los hijos llegaban como premios inesperados, quiz¨¢s onerosos. Viv¨ªa yo entonces en una casa cercana a la glorieta de Quevedo. El inmueble, de tres plantas, era propiedad de la familia de mi esposa, pero quien ten¨ªa un impresionante aparato Telefunken era la portera, habitante de un reducido tugurio en la planta de calle. Dejaba -maliciosamen-te, seg¨²n sospech¨¢bamos- la puerta entreabierta para que vi¨¦ramos -y oy¨¦ramos- aquel moderno y refulgente receptor, adquirido a plazos con toda seguridad. Otro galard¨®n para la solapa de la radiodifusi¨®n, que abri¨® la brecha a la modernidad de disfrutar de las cosas hoy y pagarlas luego.
Periodista, novato, de aleatorios e intermitentes ingresos, sin una santa n¨®mina que resguardase el cr¨¦dito, me encontraba muy alejado de aquella suntuosa posesi¨®n y nos apa?¨¢barnos con otro caj¨®n de madera, de estructura ojival, hoy quiz¨¢ codiciada pieza de coleccionista. Pero nos llegaban las deliciosas insensateces de Pototo y Boliche, los seriales de Sautier Casaseca quien los apreciara, y el surtido de tangos y boleros que nos dedicaba Uni¨®n Radio Madrid.
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