Porcentajes
J. M. CABALLERO BONALD
Dec¨ªan los latinos que el exceso de justicia conduce al exceso de injusticia. Siempre pens¨¦ que ese adagio, am¨¦n de certero, inclu¨ªa un buen n¨²mero de lecciones colaterales. En todo caso, se puede aplicar a no pocas actitudes y situaciones no exactamente jur¨ªdicas. Por ejemplo, a la decisi¨®n del presidente Chaves de fijar en el 50% el porcentaje de mujeres que formar¨ªan parte del gobierno andaluz, en el supuesto de que ganara de nuevo en los pr¨®ximos comicios. De acuerdo: al margen de la ret¨®rica electoral que contiene esa iniciativa, tambi¨¦n incluye una muy justiciera voluntad igualitaria.
Pero no acabo de entender muy bien que el monto de esa representaci¨®n femenina tenga que preverse con tan rigurosa exactitud. Una previa asignaci¨®n de poderes a partes iguales entre ambos sexos resulta por lo menos temeraria. Porque ?c¨®mo se solventar¨ªa la papeleta si las candidatas aceptables superaran o no alcanzaran el 50%? ?Habr¨ªa que prescindir sin m¨¢s del super¨¢vit, o bien cubrir el cupo con aportaciones procedentes de una segunda escala de m¨¦ritos? Supongo que cualquier mujer ecu¨¢nime se sentir¨¢ un poco recelosa ante semejante reparto. Basta pensar con la debida imprudencia que el asunto se volviera del rev¨¦s, esto es, que las mujeres propusieran que el 50% de los hombres pasaran a formar parte de ese presunto gobierno aut¨®nomo.
De sobra sabemos hasta qu¨¦ punto la discriminaci¨®n femenina supuso durante siglos una execrable pr¨¢ctica social. Hasta hace s¨®lo unas d¨¦cadas no pudieron perpetrar las mujeres su propia revoluci¨®n, es decir, no lograron canalizar sus reivindicaciones ni alcanzar finalmente, salvo atascos de ¨²ltima hora, una situaci¨®n de igualdad respecto al hombre. Una vez que el feminismo dej¨® de ser una beligerante contrapartida del machismo, todo se redujo a un equilibrio natural entre el g¨¦nero femenino, el masculino y no s¨¦ si el neutro.
Recuerdo que Carmen Romero defendi¨® hace a?os que la presencia femenina en la vida pol¨ªtica deb¨ªa llegar al 25%. La mentalidad tradicional tambi¨¦n cambi¨® a este respecto desde entonces. Ahora mismo acabo de leer que Joaqu¨ªn Almunia ha propuesto reformar la ley electoral en el sentido de que un m¨ªnimo del 40% de las candidaturas se reserven a mujeres. Lo que se llama una subida de nivel. Pero insisto en lo mismo. La obstinada tendencia a encarecer esas cuotas institucionales femeninas tiene algo de petici¨®n de perd¨®n por las muchas ofensas precedentes. Y eso ya suena a ejercicios espirituales.
Hasta el plural ha perdido, gracias a la oratoria pol¨ªtica, su condici¨®n gramatical de englobar al masculino y al femenino. Referirse ahora, por ejemplo, a los compa?eros es excluir a las compa?eras. O sea, que la feminizaci¨®n -duro vocablo- es ya un proyecto pol¨ªtico que afecta incluso a las normas ling¨¹¨ªsticas. Y yo creo que, antes que feminizar nada, lo que habr¨ªa que hacer es encontrar el ant¨ªdoto definitivo para que la mujer deje de ser esclavizada, ultrajada, agredida por el hombre. Ese s¨ª que ser¨ªa el corolario justo a los afanes paritarios femeninos. Y adem¨¢s no parece razonable equiparar a una mujer libremente dispuesta con una mujer electoralmente disponible. Digo yo.
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