En femenino
LUIS MANUEL RUIZ
Las escritoras reunidas en el Congreso de Literatura que la Universidad de M¨¢laga celebr¨® la pasada semana afirman que pretenden ser antes escritoras que mujeres: que el sexo, aun cuando es natural que a?ada cierto car¨¢cter a la naturaleza de la escritura, no es una impronta que vincule su obra de uno u otro lado, que dirija sus afectos en la direcci¨®n de temas espec¨ªficos ni conduzca sus dedos para decantarlos por met¨¢foras o formas sint¨¢cticas que a un hombre pudieran no ocurr¨ªrsele. Y es que las escritoras sienten, con raz¨®n, que a la hora de le¨¦rselas se tienen m¨¢s en cuenta criterios hormonales que literarios; parece que ciertos lectores, o editores, o publicistas se dedican detectivescamente a rastrear sus productos con el fin de detectar y aislar el elemento qu¨ªmicamente puro en donde reside esa misteriosa entelequia, la literatura femenina. Para ¨¦sta, como para muchas otras etiquetas, qu¨¦ duda cabe, corren tiempos de bonanza: no hay m¨¢s que echar un par de vistazos a los ¨ªndices de venta de libros para efectuar otro tanto de constataciones bien visibles. La primera, que en este pa¨ªs la mayor¨ªa de lectores es femenina, porque el idiotismo futbol¨ªstico todav¨ªa no es pregnante en su sexo y sus ojos pueden recorrer algo m¨¢s que diarios deportivos; y la segunda, derivada de la anterior, que las editoriales han planteado una masiva respuesta a ese dato copando los muestrarios de las librer¨ªas con nombres de mujeres, que hacen libros en los que se ocupan de temas propios de mujeres, o lo que los despachos consideran as¨ª. El reciente Planeta de Espido Freire y Nativel Preciado, el pasado de Carmen Posadas, la estela de Carmen Rigalt, Rosa Montero y tantos etc¨¦teras lo dejan bastante claro: la literatura femenina ha cobrado en los ¨²ltimos a?os una perceptible hegemon¨ªa en los premios y las estanter¨ªas.
El problema llega cuando ese precinto obliga a quien lo ostenta a dirigir su trabajo en una u otra direcci¨®n. Como en el cacareado caso de la literatura joven y las cazadoras de cuero, muchos cr¨ªticos y lectores incautos deben pensar que mujer escribiendo es sin¨®nimo de desencuentros en la pareja, sagas familiares, un realismo m¨¢gico vagamente sudamericano y sus gemelas dosis de sensibler¨ªa. Es normal que este retrato robot asuste a muchas de las autoras salpicadas, pero hay tambi¨¦n quien lo reivindica, porque al menos es alentador que por vez primera se produzca esa discriminaci¨®n positiva y que el hecho de ser mujer constituya ventaja m¨¢s que ¨®bice para verse publicada: dec¨ªa Suso de Toro, refiri¨¦ndose al nacionalismo gallego, que quer¨ªa que se construyesen barreras justamente para poder saltarlas.
Aunque quiz¨¢ toda esta cuesti¨®n se vuelva espuria de aqu¨ª a unos a?os y no tenga m¨¢s sentido que gastemos tinta en ella. El siniestro programa inform¨¢tico Brutus 1, con nombre de hist¨®rico magnicida, afirma que puede ofrecer a cualquier editor una narraci¨®n indistinta de la que podr¨ªa elaborar un ser humano. El futuro est¨¢ resuelto: si no hemos hallado un amanuense que sea capaz de tocar todos los palos con id¨¦ntica soltura, tenemos etiqueta nueva. Literatura mec¨¢nica, y no precisamente la de Andr¨¦ Breton.
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