1.500 domingos de olvido
Un paeo a pie o en bici de M¨®stoles a Navalcarnero, siguiendo el rastro de un tren abandonado en 1970
A los miles de currantes que todas las tardes regresan en tren a M¨®stoles, dormijosos y derrengados tras la ardua jornada, quiz¨¢ les despabile saber que hace s¨®lo tres d¨¦cadas la v¨ªa se prolongaba mucho m¨¢s all¨¢, hasta el pueblo toledano de Almorox, a trav¨¦s de para¨ªsos insospechados. M¨®stoles no era a¨²n una pesadilla de 200.000 habitantes -2.886 ten¨ªa seg¨²n el censo de 1960-, y llegado el domingo, jubilosos convoyes pasaban por su estaci¨®n camino del r¨ªo Guadarrama y del Alberche, donde hab¨ªa sendos apeaderos y donde los currantes zambull¨ªan las blancas canillas en unas aguas que bajaban mucho menos negras que ahora, sobre todo las del Guadarrama.El ferrocarril ten¨ªa su cabecera en la madrile?a estaci¨®n de Goya, junto al puente de Segovia, en lo que anta?o fue la Quinta del Sordo y hoga?o es la calle de Saavedra Fajardo. Hab¨ªa sido inaugurado en 1891 -tramo Madrid-Villa del Prado- y alargado hasta Almorox en 1901, sumando as¨ª 74 kil¨®metros de v¨ªa estrecha que recorr¨ªa a 20 por hora cinco veces al d¨ªa. Una cr¨®nica de 1970 lo describe avanzando "entre pinos, entre olivos y encinas y por un puente chiquito, como una maqueta incre¨ªble casi en la ¨¦poca de los jets". El puente de hierro sobre el Guadarrama se conserva. Pero el resto de aquel tren se ha perdido, incluido su esp¨ªritu. Era otro tren de vida.
Diminutas locomotoras de vapor construidas en 1890 en M¨²nich y Linz tiraron del tren de Almorox hasta 1960, en que se incorporaron las m¨¢quinas di¨¦sel. Pero ya era tarde para renovarse. Pasajeros -ba?istas, cazadores, pescadores...- y mercanc¨ªas -frutas y verduras de la vega del Alberche y material de construcci¨®n con destino a la capital- se decantaron por la carretera de Extremadura, y ni siquiera el bajo precio del billete -menos de tres duros- evit¨® que en 1965 se cerrase el tramo de Navalcarnero a Almorox, y en 1970 el de Madrid a Navalcarnero. Parte de su trazado coincide con la actual l¨ªnea de cercan¨ªas C-5, que finiquita en M¨®stoles.
La plataforma del viejo ferrocarril, que hoy vamos a rastrear, se distingue sin dificultad desde la estaci¨®n de cercan¨ªas de M¨®stoles-El Soto: es un camino llano que, a modo de prolongaci¨®n de la v¨ªa m¨¢s larga que aqu¨ª muere, mantiene el rumbo oeste dejando a la izquierda unos campos de f¨²tbol, cruzando luego la carretera de Extremadura (N-V) por un paso inferior y continuando a la vera de una depuradora y del parque de El Soto. Este vasto jard¨ªn, con su lago y sus sendas arboladas, atrae a numerosos andarines y corredores mostole?os, por m¨¢s que las aguas del arroyo del Soto, reci¨¦n salidas de la depuradora, no inviten a respirar a pleno pulm¨®n.
Una carreterilla apenas transitada marcha paralela a la anciana plataforma permitiendo a caminantes y ciclistas sortear los trechos en que ¨¦sta presenta inc¨®modos restos de balasto. As¨ª, hasta llegar a la colonia del Guadarrama -a unos cinco kil¨®metros del inicio y una hora larga de andar a buen ritmo-, donde abri¨¦ndonos paso entre chal¨¦s de medio pelo descubriremos el puente de hierro sobre el r¨ªo, un fabuloso mecano de la edad dorada del ferrocarril reservado ahora para uso peatonal. Y ya en la otra orilla, toparemos con un apeadero que, devorado por las zarzas y el olvido desde hace 1.500 domingos, irradia una tristeza como de foto sepia o perro abandonado.
Aqu¨ª nos apartaremos moment¨¢neamente de la vieja l¨ªnea para subir a mano derecha por una pista de tierra que corre entre pinos, olivares y campos de cultivo salpicados de encinas, un luminoso paisaje agrario que contrasta con la urbanizaci¨®n de M¨®stoles y su entorno. Dicha pista corta la v¨ªa abandonada un par de kil¨®metros m¨¢s adelante, punto desde el que podemos seguir por cualquiera de los dos caminos (la antigua v¨ªa es m¨¢s trabajosa, por el balasto) para, despu¨¦s de rebasar unas casas de campo y atravesar un hermoso pinar, entrar en Navalcarnero, por delante de un polideportivo llamado La Estaci¨®n. Igual hubiera podido llamarse El Olvido.
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