A mejor dispositivo, igual fatalidad
Atrapado por una din¨¢mica perdedora (A Coru?a y M¨¢laga), turbado por el bloqueo a Guardiola y aprovechando la ausencia de un futbolista que va por libre como Rivaldo, Van Gaal mont¨® en Mestalla un equipo m¨¢s solidario que nunca (siete holandeses y, entre ellos, los De Boer), un grupo que evocaba el dibujo del Ajax (3-4-3), pero no exento de ciertas frivolidades.Pareci¨® caprichoso el cambio de portero y una concesi¨®n la ubicaci¨®n de Cocu, Zenden y, sobre todo, de Luis Enrique como extremo izquierdo, puesto que gan¨® un medio pero perdi¨® un jugador con capacidad para abrir la cancha. Jug¨® entonces a la contra, con depliegues y transiciones, m¨¢s que al ataque, combinando. Pero a la que Van Gaal arregl¨® las disfunciones, corrigi¨® errores estructurales y acab¨® dando entrada a Simao para que ensanchara el campo y Luis Enrique jugara por dentro, el Bar?a tuvo m¨¢s empaque y sentido de equipo. Fue respetuoso a la filosof¨ªa con la que se mont¨®. Al Barcelona le perdieron de nuevo los errores puntuales y la falta de pegada delante y detr¨¢s, muy propia del car¨¢cter holand¨¦s. Vivi¨® el Valencia de su actitud agresiva y de su capacidad para explotar dos p¨¦rdidas de pelota por parte azulgrana, v¨ªctima otra vez del efecto Arsenal. Los rivales le presionan arriba, en la primera l¨ªnea de gestaci¨®n, le roban el bal¨®n y marcan sin necesidad de elaborar la jugada, con independencia de que sea un medio, un ariete o un defensa. Piojo L¨®pez e Ilie son, en este sentido, dos futbolistas terminales que resolvieron en el mano a mano.
Al Bar?a le falt¨® ayer precisamente la pegada que tuvo el Valencia, una situaci¨®n curiosa, pues los azulgrana han vivido largo tiempo m¨¢s de sus individualidades que del juego de equipo.En noviembre, sin embargo, se han quedado secos, no les alcanza un gol, y de ah¨ª que la gente acabe mirando al medio campo y a la defensa.
La derrota reabrir¨¢ consecuentemente el debate sobre la necesidad de jugar con tres o cuatro zagueros, un asunto ya viejo y que, por extensi¨®n, incidir¨¢ en la indefinici¨®n del juego. Falto de agresividad, pusil¨¢nime, no encuentra el Bar?a una forma de juego estable, un ritmo sostenido, y, juegue Bogarde o Frank de Boer, acaba siendo siempre v¨ªctima de su propia fatalidad.
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