El capital mundial no puede gobernar la humanidad
La novedad de este ¨²ltimo cuarto de siglo ha sido la formaci¨®n de un capital mundial. Compuesto por unas 60.000 empresas multinacionales, est¨¢ "dominado" por un centenar de megaempresas mundiales de las que m¨¢s de 50, junto a los Estados, entre las 100 primeras potencias econ¨®micas del mundo. El conjunto de estas empresas representa dos tercios del comercio mundial, un tercio del cual est¨¢ constituido por el comercio entre las sociedades de una misma empresa multinacional y el otro tercio por el comercio entre las empresas. Recordemos tambi¨¦n que el comercio entre las tres regiones m¨¢s ricas del mundo (Am¨¦rica del Norte, Europa occidental y el sureste de Asia) representa m¨¢s del 80% del comercio mundial, lo que hace que ¨¦ste se haya convertido sobre todo en un asunto de las empresas de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. Claro est¨¢ que el capital mundial no es homog¨¦neo. Est¨¢ atravesado por fuertes diferencias de situaci¨®n e intereses opuestos entre pa¨ªses (por ejemplo: EE UU frente a la UE), entre sectores (telecomunicaciones frente a industria de los ordenadores), entre empresas (Boeing frente a Airbus). Son de esperar grandes "disputas" en el transcurso de las "negociaciones del milenio" en Seattle. Pero sabemos que la multitud de actores y la diversidad de intereses no impide a los sujetos del capital mundial adherirse a los mismos principios de fondo y perseguir los mismos objetivos generales.Efectivamente, las "negociaciones del milenio" constituyen una etapa importante en la definici¨®n y la puesta en marcha por el capital mundial de reglas y de dispositivos relativos al gobierno de la mundializaci¨®n de la econom¨ªa de acuerdo con sus intereses, cuya libertad de comercio es una componente esencial.
En la l¨®gica del capital mundial, las nuevas negociaciones deben permitir la eliminaci¨®n de todas las barreras al comercio de bienes, de servicios (incluidos los ¨¢mbitos de la educaci¨®n y de la salud en el marco del GATS -Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios-), as¨ª como el refuerzo y la extensi¨®n de derechos de propiedad intelectual (en el marco del acuerdo de los TRIPS -Trade Related Intellectual Property Rights-). La libertad de comercio debe primar sobre cualquier otra regulaci¨®n que, por razones sociales, medioambientales, econ¨®micas, culturales, ponga l¨ªmites al comercio. Si esta regla de la primac¨ªa de la norma comercial venciera, aunque fuese particular y sectorialmente, el capital mundial tendr¨ªa el poder de jugar con la soberan¨ªa de los Estados en materia de seguridad alimentaria, de pol¨ªtica medioambiental, de derechos sociales, de pol¨ªtica educativa... Si el acuerdo de los TRIPS se confirmara y se ampliara, se habr¨ªa dado al capital mundial la posibilidad de proseguir de forma legal su adquisici¨®n de la propiedad de todos los recursos materiales e inmateriales, incluido el capital humano.
Los defensores de la OMC y de "las negociaciones del milenio" replican que, de todos modos, el comercio es per se fuente de crecimiento econ¨®mico y que cuanto m¨¢s libre sea el comercio, mayor ser¨¢ el bienestar de todos. Esto es una mistificaci¨®n manifiesta. Estudios emp¨ªricos m¨¢s rigurosos demuestran que no hay ninguna relaci¨®n evidente de causa-efecto entre comercio y desarrollo econ¨®mico. Adem¨¢s, en el curso de los veinte ¨²ltimos a?os, marcados por una fuerte aceleraci¨®n y expansi¨®n del comercio mundial, las desigualdades econ¨®micas y sociales entre pa¨ªses y entre los grupos sociales en el seno de los pa¨ªses han vuelto a aumentar de forma considerable.
Ello no impide, se afirma, que las reglas definidas en la OMC sean ejemplo vivo de una verdadera democracia internacional porque de ella forman parte todos los pa¨ªses del mundo desarrollado y no desarrollado y las decisiones se toman por consenso. Adem¨¢s, la soluci¨®n de los conflictos se basa en un dispositivo (el panel de expertos independientes) que quiere ser "t¨¦cnico" por encima de los intereses partidistas de los Estados miembros. Aqu¨ª tambi¨¦n se trata de pura mistificaci¨®n. Sabemos muy bien que las reglas de la OMC se proponen, discuten y aprueban primero en el grupo de los cuatro llamado QUAD (Canad¨¢, EE UU, UE, Jap¨®n), cuyos Gobiernos son objeto de continuas y enormes presiones por parte de los grandes grupos multinacionales, bien por separado bien organizados en estructuras como la TABD (Transatlantic Business Dialogue). Ahora bien, ?qu¨¦ resistencia pueden ofrecer los dem¨¢s pa¨ªses, y sobre todo los pa¨ªses subdesarrollados, con pesadas deudas y por lo tanto, presa f¨¢cil de amenazas y represalias y de presiones procedentes de los Gobiernos del "Norte" y del capital mundial? ?C¨®mo considerar expresi¨®n de la democracia las decisiones -sin posibilidad de apelaci¨®n- tomadas por un panel de expertos (en general, asesores privados) tras unos debates a puerta cerrada entre los representantes de las partes en causa? En realidad, con el ?rgano de Resoluci¨®n de las Desavenencias (ORD), el capital mundial se ha otorgado un poder jur¨ªdico y ejecutivo de peso, ¨²nico, sobre el conjunto de las instituciones internacionales encargadas al gobierno de los asuntos mundiales.
No se puede permitir que el Orden Mundial para el Comercio barra con tanta facilidad los derechos econ¨®micos, sociales, pol¨ªticos y humanos que con tanto esfuerzo se han conquistado y promovido en el curso de los dos ¨²ltimos siglos.
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