El plagio
De tiempo en tiempo aparece en la prensa una noticia de plagio. La reacci¨®n que suscita es una especie de: "Aj¨¢, por fin te hemos pillado". Se ve que produce un morbo especial la idea de que un artista se ha visto obligado a copiar a otro, a arrebatarle una idea como se le arrebata un hijo a una madre. S¨ª, quiz¨¢ haya algo de la emoci¨®n melodram¨¢tica de un acto vituperable.Tambi¨¦n hay mucho venado por ah¨ª suelto. Recuerdo que una vez se present¨® en una casa editorial un sujeto explicando que Michael Ende le hab¨ªa copiado ce por be La historia interminable. Invitado a explicarse, acab¨® reconociendo que s¨®lo le quedaba una duda: c¨®mo hab¨ªa podido el se?or Ende copiar algo que s¨®lo estaba en su cabeza (la del denunciante, se entiende); pero, con todo, su decisi¨®n estaba tomada: "Pues ustedes ver¨¢n, pero esto hay que arreglarlo o vamos a acabar muy mal", le dijo a la persona que lo atendi¨®.
Se considera plagio la acci¨®n de copiar o imitar fraudulentamente algo ajeno, especialmente en el mundo de la literatura y el arte. La cuesti¨®n es delimitar en ese mundo qu¨¦ es y qu¨¦ no es plagio. De cuando en cuando, aparece gente que denuncia a un escritor o artista conocido y se entabla un cruce de ofensas y defensas e, incluso, un juicio. Pero la verdad es que, aparte del morbo, estas denuncias no tienen otro fundamento que la apreciaci¨®n personal, salvo que se trate de una copia literal de un texto, y eso es, justamente, lo que casi nunca sucede. En unos cuantos casos, la acusaci¨®n trata de demostrar que el plagiario ha tomado su texto y ha efectuado leves modificaciones para evitar la literalidad, pero en la mayor¨ªa la acusaci¨®n se refiere sobre todo al asunto y a semejanzas de estructura o de personajes. Y aqu¨ª empieza el problema: ?qu¨¦ asunto, estructura, idea o historia no proviene de otra?
La vida, como todos sabemos, es sorprendentemente semejante a s¨ª misma y sorprendentemente diferente en su semejanza. El ojo del artista es el que descubre esas diferencias, y ah¨ª radica su singularidad una vez que es capaz de manifestarlo expresivamente, sea escribiendo, sea pintando, sea componiendo m¨²sica. Un plagio musical se descubre porque existe un lenguaje musical codificado nota por nota; un plagio literario se descubre porque el c¨®digo ling¨¹¨ªstico permite comprobar que un texto es igual a otro, etc¨¦tera. Pero ¨¦se es el caso que apenas se da. ?Por qu¨¦? Pues porque si se trata de verdaderos autores, ni siquiera con un argumento id¨¦ntico har¨ªan la misma obra. ?Por qu¨¦?; porque nunca le dar¨ªan el mismo sentido. El argumento de una obra puede ser repetible; el sentido s¨®lo es propio de cada autor y nada m¨¢s que suyo. Conviene notar que toda acusaci¨®n de plagio se refiere siempre a los asuntos externos (argumento, etc¨¦tera), no al sentido interno de la obra. Ah¨ª jam¨¢s se producir¨¢ una acusaci¨®n de plagio porque ah¨ª es sustancialmente imposible.
La tradici¨®n es algo que existe en el arte como en otras muchas facetas de la vida y, como su propio nombre indica, se nutre de aportaciones que siempre tienen en cuenta las anteriores para modificarlas de modo activo y eficiente. Y existen lo que se llaman las influencias, inevitables en el autor que se va haciendo, que m¨¢s bien mortifican que otra cosa, dado que el fin que persigue todo artista que se precie de tal es, precisamente, ser ¨²nico. De las influencias y del peso de la tradici¨®n es de lo que el artista trata de librarse a medida que progresa en su propia obra. ?Para qu¨¦ habr¨ªa de plagiar, entonces, si procede necesariamente de lo ya existente? Se me dir¨¢: porque no tiene talento. Bien, pero entonces no estamos hablando de artistas, sino de "amigos de lo ajeno", como se denominaba humor¨ªsticamente a los ladrones de anta?o, es decir, a gente que en nada difiere del que te roba la cartera. Pero ese asunto pertenece a la cr¨®nica de sucesos, no a la secci¨®n de cultura.
Lo raro -yo dir¨ªa: lo imposible- es que un verdadero artista sea un plagiario. Como dec¨ªa antes, en el arte el plagio no existe debido a la propia singularidad del artista. Pero la raz¨®n m¨¢s poderosa para argumentar contra el plagio en el mundo de la creaci¨®n art¨ªstica -que es, como sabemos, el territorio m¨¢s indefinido y cambiante de todos- es que no existe mayor tost¨®n ni empresa m¨¢s ardua que copiar a alguien para luego desfigurarlo y hacerlo propio. Es preferible escribir uno su propia obra, aunque sea mala, que someterse a semejante tortura.
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