?Hospital General de Catalu?a, hospital p¨²blico? FRANCESC MOREU OROBITG
Desgraciadamente la solicitud de quiebra voluntaria presentada por el Hospital General de Catalu?a no es m¨¢s que la cr¨®nica de una muerte largamente anunciada.Fruto de una iniciativa m¨¢s de la sociedad civil catalana en el intento de reafirmar en todos los campos una identidad nacional aletargada durante d¨¦cadas, fue capaz en un inicio de concitar el inter¨¦s tanto de los que de esta manera contribu¨ªan a hacer patria como de los que desconfiaban de que la sanidad p¨²blica en aquellas ¨¦pocas (la d¨¦cada de los sesenta) fuese realmente una soluci¨®n a sus problemas.
El hospital que se construy¨® para materializar aquella idea fue en aquel momento un hospital mod¨¦lico, realmente avanzado a su tiempo, e incluso hoy, casi tres d¨¦cadas m¨¢s tarde, sigue siendo en lo estructural un centro de excelencia.
Otra cosa fue la viabilidad de la aventura, que desde su inicio fue m¨¢s que dudosa, obligando a continuas huidas hacia delante, muchas de ellas de alto riesgo, por mor de una ingenier¨ªa financiera heterodoxa incapaz de apuntalar lo que era inviable desde su concepci¨®n.
La suspensi¨®n de pagos de 1993, levantada con aparente ¨¦xito en 1996, fue un encaje de bolillos de quienes asumieron su gesti¨®n en unas condiciones extremas y a los que debe reconocerse un esfuerzo denonado para salvar lo insalvable. La suspensi¨®n de 1993 deb¨ªa en puridad haber sido una quiebra, pero una vez se decidi¨® desde las instancias pol¨ªticas aguantarlo, deb¨ªa haberse sido consecuente con la decisi¨®n.
El apoyar con dinero p¨²blico una iniciativa privada fallida s¨®lo tiene sentido cuando se apuesta por su continuidad y se est¨¢ dispuesto a hacer lo necesario para ello, en funci¨®n del inter¨¦s social de lo emprendido.
El empecinamiento de unos por seguir defendiendo lo indefendible no admitiendo el fracaso del proyecto y la dilaci¨®n de otros en seguir inyectando 1.500 millones anuales -en forma de actividad que no de subvenci¨®n-, que no conduc¨ªan a nada sin actuar en¨¦rgicamente ante la situaci¨®n, s¨®lo ha servido para que el pasivo de 12.600 millones se haya convertido en uno de 17.000 millones.
Cuesta de aceptar que sean los ciudadanos los que tengan que pagar el coste del desastre. No es otra cosa la que se pretende. No es a las instituciones p¨²blicas a las que se les pide generosidad, se solicita que sean los ciudadanos los que apechuguen con m¨¢s de 12.000 millones, que son las deudas a la Seguridad Social, a Hacienda y al Instituto Catal¨¢n de Finanzas, que es como decir de todos los ciudadanos de este pa¨ªs.
De esta manera, saneada la empresa, s¨ª se espera encontrar compradores que adquirir¨¢n a precio de ganga un bien que, se quiera o no, ya es p¨²blico, en funci¨®n de todo lo anterior.
La soluci¨®n del Hospital General de Catalu?a en t¨¦rminos realistas pasa por el sector p¨²blico. Su rol debe ser el del hospital terciario del Vall¨¨s, que evite a los ciudadanos de estas comarcas del centro de Catalu?a el tener que cruzar Collserola para recibir atenci¨®n de alta tecnolog¨ªa en Barcelona. Un centro gestionado mediante alianzas por las instituciones que hoy operan en este territorio sin que esta operaci¨®n deba costar una peseta m¨¢s al Servicio Catal¨¢n de la Salud. Para ello deber¨¢n cerrar en Barcelona ciudad los contratos que sirven para atender a los pacientes que en el futuro lo ser¨ªan en este centro.
No implicar¨ªa ello el abandono de la atenci¨®n a los mutualistas de la entidad de previsi¨®n que cobija a los antiguos socios del Hospital General de Catalu?a, que podr¨ªan seguir siendo atendidos en las mismas condiciones en el nuevo Hospital General del Vall¨¨s, que aunar¨ªa la actividad p¨²blica con la privada.
Cualquier otra soluci¨®n que cargase los costes sobre los ciudadanos, dando los beneficios a unos pocos, no se entender¨ªa. Ni desde el sector sanitario, por el agravio que significar¨ªa para los centros p¨²blicos con pasivos de composiciones similares, ni por supuesto por parte de quienes sin comerlo ni beberlo se convertir¨ªan en paganos a la fuerza del fiasco.
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