El enfermero de Edmond Safra admite haber provocado el incendio que asfixi¨® al banquero
El incendio que acab¨® el viernes con la vida del banquero Edmond Safra y de su enfermera Vivianne Torrente no fue provocado por encapuchados armados profesionales del crimen, especialistas de la mafia rusa, enviados a M¨®naco con la orden de matar al due?o de una de las mayores fortunas del planeta. Como en las novelas del g¨¦nero, el criminal ha resultado ser una supuesta v¨ªctima de los muy fantasmales agresores: el enfermero norteamericano Ted Maher, de 41 a?os, que apareci¨® ante la polic¨ªa herido de sendos navajazos en el vientre y en un muslo.
Ayer, el fiscal general de M¨®naco, Daniel Serdet, anunci¨® que Maher ha terminado por reconocer que fue ¨¦l quien prendi¨® fuego a las suntuosas estancias del banquero e "imagin¨®" la historia de los encapuchados que hab¨ªan irrumpido en el palacio Belle ?poque descolg¨¢ndose por el tejado. Serdet indic¨® que el enfermero "simul¨® una agresi¨®n para hacerse pasar por un h¨¦roe ante su patr¨®n y contestar los m¨¦todos de trabajo que la impon¨ªa la jefa de enfermeras". ?l mismo se habr¨ªa herido para dar credibilidad a su agresi¨®n. Adem¨¢s de los m¨¦dicos y enfermeras del hospital Grace de M¨®naco que vigilan la evoluci¨®n de sus heridas -no muy graves, por lo visto-, Maher cuenta desde el domingo por la noche con la compa?¨ªa de varios polic¨ªas. El fiscal le ha comunicado que se encuentra detenido por "homicidio voluntario con resultado de muerte". Aunque las explicaciones del herido resultan sumamente confusas, las autoridades monegascas acogieron sus confesiones con alivio. No hubo ataque exterior, nada de contrato de asesinato ejecutado por mercenarios capaces de desbaratar las f¨¦rreas medidas de seguridad, de burlar el exhaustivo dispositivo de vigilancia policial. El Principado sigue siendo un refugio seguro para los multimillonarios del planeta. El c¨¦lebre tri¨¢ngulo de oro formado por los palacios Monte-Carlo, Belle ?poque y el Casino, donde el metro cuadrado se cotiza a 2,5 millones de pesetas, no tiene razones para inquietarse. En efecto, ninguna polic¨ªa del mundo puede protegerte contra el atentado dom¨¦stico, contra el crimen de los tuyos.
Maher es un enfermero muy peculiar que fue boina verde antes de dedicarse al oficio. En realidad, todo el caso de la muerte de Edmond Safra sigue resultando sumamente extravagante, y no puede decirse que las confesiones del presunto responsable hayan permitido despejar todas las inc¨®gnitas. Seg¨²n el acusado, el m¨®vil del crimen fue la venganza contra la jefa del equipo de enfermeras de la casa, una mujer de nombre Sonia, con la que "ten¨ªa cuentas pendientes que arreglar". Seg¨²n el acusado, en ning¨²n momento tuvo intenci¨®n de atentar contra la vida de su patr¨®n ni contra su compa?era Vivianne Torrente, de 38 a?os, norteamericana de origen filipino. De acuerdo con su declaraci¨®n, Maher habr¨ªa prendido fuego a una papelera "para sembrar la alarma" en la casa.
El asunto dista mucho de estar totalmente aclarado, pero al menos la polic¨ªa ha estrechado en torno al palacio Belle ?poque un c¨ªrculo de sospecha que de otra manera se extender¨ªa en torno al imperio de las finanzas y la poderosa red de relaciones construida por el misterioso banquero. Sin duda, la polic¨ªa monegasca espera un momento m¨¢s id¨®neo para solicitar el testimonio de la familia Safra y volver a la carga con todos aquellos miembros del servicio, desde los guardaespaldas, supuestamente antiguos agentes del Mosad israel¨ª, hasta las enfermeras y criados.
Seg¨²n la primera versi¨®n, facilitada por la viuda, Lyli, de 65 a?os, y corroborada por su hija, fruto de un matrimonio anterior (Edmond Safra no ten¨ªa hijos), el banquero pudo haber salvado la vida si hubiera accedido a desbloquear las puertas blindadas de seguridad cuando se desat¨® el incendio. La esposa del banquero ha indicado que ella misma le pidi¨® por un tel¨¦fono port¨¢til que abriera las puertas en el momento en que llegaban los bomberos. Queda la duda de por qu¨¦ Safra, enfermo de Parkinson, prefiri¨® atrincherarse en el ba?o.
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