Las hijas rebeldes del islam
El choque cultural aumenta los casos de j¨®venes inmigrantes magreb¨ªes que se niegan a aceptar bodas pactadas
Hadija, de 19 a?os y de origen marroqu¨ª, tiene prohibida la entrada en el hogar familiar. Sus padres y hermanos la repudiaron el d¨ªa en que cogi¨® sus pertenencias y se march¨® de casa cansada de soportar la opresi¨®n de un padre empe?ado en controlar su vida y en obligarle a cumplir al pie de la letra las tradiciones culturales y religiosas que la familia trajo consigo de Marruecos, su pa¨ªs de origen.Pero, a diferencia de su madre, que jam¨¢s sale de casa si no es para hacer la compra y recibe sin quejarse las palizas de un marido al que teme, Hadija (el nombre es ficticio, para preservar su intimidad) ha ensanchado su horizonte y en la ciudad catalana donde vive desde los 12 a?os ha avistado un mundo en el que realizarse como mujer.
De car¨¢cter rebelde, Hadija decidi¨® huir de casa cuando su padre le concert¨® una boda con un hombre de 45 a?os que vive en Marruecos con sus dos esposas. "El matrimonio conmigo le permitir¨ªa venir a Catalu?a de forma legal y yo por eso no paso", asevera Hadija. La joven se ha instalado en casa de su novio, que vive a escasos metros de su familia, y una patrulla de los Mossos d"Esquadra le sigue sus pasos permanentemente porque su padre la tiene amenazada.
Esta joven ha logrado huir del c¨ªrculo familiar, pero son muchas las adolescentes de familias inmigrantes de pa¨ªses isl¨¢micos que acaban cas¨¢ndose contra su voluntad sin alcanzar la mayor¨ªa de edad con alguien al que no conocen, o se ven obligadas a someterse a un sistema de relaciones familiares claramente paternalista y machista y a unas tradiciones culturales y religiosas que ya no consideran suyas.
La rebeld¨ªa de las j¨®venes a menudo es castigada con malos tratos f¨ªsicos y ps¨ªquicos del padre de familia, como le ocurri¨® a Bahija S., una ni?a de 13 a?os que escap¨® de su domicilio de El Masnou (Barcelona) porque quer¨ªa jugar e ir a la escuela, pero sus padres la obligaban a cumplir con sus obligaciones conyugales, puesto que estaba casada contra su voluntad con un primo suyo de 27 a?os.
Algunos casos como el de Bahija saltan a la luz p¨²blica a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, pero estos sucesos son s¨®lo la punta de un iceberg: el aislamiento de los guetos en los que suelen vivir estas familias. El denominado "choque cultural" empieza a hacer estragos en la segunda generaci¨®n de inmigrantes magreb¨ªes, integrada por ni?os y ni?as que han crecido y se han educado en el pa¨ªs receptor. Se han integrado plenamente mientras sus padres, ya sea porque desean retornar alg¨²n d¨ªa a su pa¨ªs o como reacci¨®n a una sociedad que les margina, se aferran m¨¢s que nunca a sus tradiciones culturales y religiosas de origen.
En ciudades europeas, entre ellas Par¨ªs, donde el flujo migratorio de magreb¨ªes es m¨¢s voluminoso y empez¨® su andadura m¨¢s pronto que en Espa?a, se ha constatado que los adolescentes de estas familias reniegan de sus culturas de origen rebel¨¢ndose contra la autoridad familiar, ya sea la del padre sobre los hijos o la del hermano sobre la hermana.
Este fen¨®meno ya se est¨¢ viendo en Espa?a, donde s¨®lo se puede hablar todav¨ªa de segundas generaciones. Y no s¨®lo en ¨¦stas se est¨¢n dando actitudes de rebeld¨ªa. Seg¨²n la presidenta de la Asociaci¨®n Catalana de Mujeres de Carreras Jur¨ªdicas, Marisa Fern¨¢ndez, cada vez son m¨¢s las mujeres, madres de estos j¨®venes de segunda generaci¨®n, que alzan su voz, combaten el miedo y se atreven a demandar a sus maridos por la discriminaci¨®n a la que las someten.
Sid-Ahmed Baba, de 39 a?os y originario del Sahara Occidental, sabe mucho acerca de esta profesi¨®n, porque viene ejerci¨¦ndola desde hace una d¨¦cada. Preside la Asociaci¨®n Alc¨¢ntara ("puente" en ¨¢rabe) de Mediadores y Mediadoras Interculturales de Catalu?a, de reciente creaci¨®n, y de sus largos a?os de experiencia ha aprendido que no es posible resolver conflictos entre culturas si ambas partes persisten en su rigidez.
"La sociedad receptora debe comprender por qu¨¦ una familia inmigrante sigue determinadas tradiciones y debe evitar estereotipos que la estigmatizan, pero el inmigrante ha de tener en cuenta que, de todo su bagaje cultural, algunas costumbres no las puede introducir en su equipaje cuando abandona su pa¨ªs, porque m¨¢s que valores culturales se convertir¨¢n en insalvables obst¨¢culos para su integraci¨®n", afirma Sid-Ahmed.
En el ejercicio de su trabajo, este mediador ha tenido que tender puentes de di¨¢logo para resolver toda suerte de conflictos, pero ¨²ltimamente su atenci¨®n se centra en casos similares a los que han vivido Bahija y Hadija. El secreto profesional le impide revelar c¨®mo intenta acercar posiciones entre un padre generalmente intransigente y una menor que reclama su derecho a casarse con quien ella elija.
Cuando la boda forzada se ha celebrado religiosamente, el mediador poco puede hacer para deshacer el matrimonio, advierte Sid-Ahmed. Si el padre repudia a la hija, el internamiento en centros de menores constituye una salida para ella, pero debe evitarse llegar a esta situaci¨®n extrema y una buena herramienta para conseguirlo es la educaci¨®n y la informaci¨®n, que deben ofrecer las propias asociaciones de inmigrantes, los mediadores (que conocen las dos culturas) y la escuela, en el caso de los hijos.
Sid-Ahmed quiere dejar muy claro, sin embargo, que la sociedad de acogida tambi¨¦n tiene algo que aprender en este asunto. "Tiene que abordar estos conflictos desde la comprensi¨®n y nunca desde la prepotencia. No se debe olvidar que aqu¨ª, hasta hace poco tambi¨¦n se arreglaban bodas por motivos patrimoniales", advierte.
Como Sid-Ahmed, el presidente del Centro de Informaci¨®n al Trabajador Extranjero de CCOO-Catalu?a, Miguel Pajares, tambi¨¦n opina que un buen instrumento para prevenir conflictos interculturales es la educaci¨®n. Y la que deben recibir los ni?os y adolescentes de segunda generaci¨®n no puede favorecer el distanciamiento respecto a la cultura de la sociedad receptora. "Esto s¨®lo les traer¨ªa desconcierto y adem¨¢s est¨¢ condenado al fracaso, ya que la presi¨®n cultural del entorno social es muy superior a la paternal", afirma Pajares.
En su opini¨®n, para lograr la integraci¨®n de los inmigrantes hay que incorporarles al sistema de derechos de la sociedad que les recibe. Esto es lo realmente complicado, seg¨²n dice Pajares. "No se puede reclamar a nadie que adopte los valores fundamentales de nuestra sociedad de derecho si se le niegan derechos sociales, civiles y laborales que tambi¨¦n son fundamentales", advierte en clara alusi¨®n a la reformada ley de Extranjer¨ªa, que en su opini¨®n se ha quedado corta, pues sigue sin reconocer a los inmigrantes su plena condici¨®n de ciudadanos.
Malentendidos y mitos falsos sobre la cultura musulmana
La sumisi¨®n y el estatus inferior de la mujer respecto al hombre en el mundo ar¨¢bigo-musulm¨¢n no tiene nada que ver con la religi¨®n isl¨¢mica. Se trata de una cuesti¨®n cultural que responde a una forma machista y paternalista de entender las relaciones familiares. As¨ª lo aseguran las antrop¨®logas Adriana Kaplan y Yolanda Aixal¨¤, que consideran necesario que las sociedades occidentales empiecen a rehusar malentendidos y se dispongan a comprender "al otro".Kaplan, profesora de antropolog¨ªa en la Universidad Ramon Llull de Barcelona, resalta que los falsos mitos sobre los que a menudo se sustenta la visi¨®n occidental acerca de la tradici¨®n isl¨¢mica no hacen m¨¢s que alimentar el racismo y el rechazo hacia los inmigrantes de esta cultura.
"Cuando los peri¨®dicos informan sobre casos en los que una menor inmigrante ha sido casada sin contar con su voluntad, no se puede decir a la ligera que ha sido obligada o vendida, sino que debe contextualizarse el caso en una cultura en la que el padre no ofrece a su hija al mejor postor, sino que la casa con alguien que considera bueno para ella", afirma Kaplan. La antrop¨®loga reconoce, sin embargo, que los hijos de inmigrantes que han sido escolarizados en una sociedad occidental "se encuentran con un problema intergeneracional" si en su casa persisten los valores y costumbres de su sociedad de origen.
La sociedad ¨¢rabe, y en menor medida la bereber, es patrilineal, endog¨¢mica y comunitaria. La antrop¨®loga Yolanda Aixal¨¤, conservadora del Museo Etnogr¨¢fico de Barcelona, explica que en estas sociedades los padres pueden decidir la boda de una hija, que acostumbra a ser con el primo hermano de ¨¦sta, para no alejarla de la comunidad familiar y mantener as¨ª el patrimonio dentro de la misma comunidad. "Pero estad¨ªsticamente este sistema no es el que m¨¢s se pr¨¢ctica", afirma Aixal¨¤.
Contra alguna tradici¨®n
Las dos antrop¨®logas coinciden en que ya en los mismos pa¨ªses de origen, las mujeres del mundo ar¨¢bigo-musulm¨¢n han empezado a rebelarse contra unas tradiciones basada en la preponderancia masculina. El presidente del Centro de Informaci¨®n al trabajador Extranjero de CCOO, Miguel Pajares, se?ala que Marruecos "est¨¢ viviendo cambios de forma acelerada. La estructura tradicional familiar se mantiene en las zonas rurales, pero est¨¢ desapareciendo en las urbanas, donde la mujer ha empezado a acceder de forma significativa a la educaci¨®n y al trabajo fuera de casa". "Si ciertas tradiciones se est¨¢n combatiendo en Casablanca, nosotros no podemos darles cobertura aqu¨ª en nombre del multiculturalismo", a?ade.
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