"Me siento inc¨®moda ante los aplausos"
Diana Krall (Nanaimo, Canad¨¢, 1962) ocupa la posici¨®n m¨¢s ortodoxa dentro del triunvirato de j¨®venes cantantes (completado por Cassandra Wilson y Patricia Barber, la ¨²ltima sensaci¨®n en Estados Unidos) que ha devuelto el optimismo a quienes vaticinaban que el gran jazz vocal iba camino de convertirse en una triste reliquia. A finales del pasado mes se pudo degustar el sugerente minimalismo de su canto en Zaragoza y Granada, y ahora inicia una nueva serie de conciertos que la llevan hoy a Madrid, ma?ana a Cartagena, a Barcelona el s¨¢bado y a Valladolid el lunes.Se ha dicho que Diana Krall tiene la voz m¨¢s sexy desde Peggy Lee, enigm¨¢tica pero libre de toda afectaci¨®n, y que sabe acariciar las letras con una serena madurez impropia de su edad. Sus ojos azules y su melena rubia bien podr¨ªan completar la t¨ªpica imagen de cantante sofisticada y con glamour, pero el talante art¨ªstico de la canadiense sintoniza mejor con el de los vocalistas que se medio ocultan tras un piano, quiz¨¢ porque ese instrumento era el centro de las reuniones familiares de su ni?ez y tambi¨¦n la segunda voz de sus ¨ªdolos: Nat King Cole, Dinah Washington, Shirley Horn, Carmen McRae y Roberta Flack, entre otros.
El ambiente familiar propici¨® que Diana Krall empezara a estudiar piano a los 4 a?os y eso le permiti¨® presentarse por primera vez ante el p¨²blico a los 15 en un restaurante de su ciudad natal. Su deb¨² discogr¨¢fico lleg¨® en 1996 con All for you y tras ¨¦l Love scenes, al a?o siguiente.
Pero aquellos ¨ªntimos or¨ªgenes de sal¨®n hogare?o parecen m¨¢s lejanos desde que su disco m¨¢s reciente, When I look in your eyes (Verve-Universal), ha superado la cifra de un mill¨®n de copias vendidas y Clint Eastwood ha cooperado a su manera para convertirla en chica de oro al elegirla para interpretar una composici¨®n propia en su ¨²ltima pel¨ªcula Ejecuci¨®n inminente, adem¨¢s de dirigir un v¨ªdeo promocional de la cantante.
A pesar de la tinta que ha hecho correr en los dos ¨²ltimos a?os, Krall se toma las cosas con calma y prefiere no hablar todav¨ªa de ¨¦xito: "Me parece que lo que he conseguido hasta ahora es fruto de un trabajo honrado y hecho de coraz¨®n", asegura. "El triunfo se debe muchas veces a la suerte. Las buenas oportunidades no suelen presentarse a menudo y yo he tenido la fortuna de cazar al vuelo las m¨ªas. La verdad es que no esperaba una respuesta tan entusiasta, y todav¨ªa no s¨¦ por qu¨¦ mi forma de cantar resulta atractiva para un p¨²blico amplio, pero estoy tremendamente agradecida por todo lo que me est¨¢ sucediendo".
Puede que una parte del secreto estribe en que Krall no le tiene miedo a interpretar antiguos temas cl¨¢sicos, que han conocido docenas de versiones sagradas. Esto y el hecho de no componer asiduamente ha levantado alguna suspicacia sobre su capacidad creativa real, pero la cantante no teme a ese frente cr¨ªtico: "Creo que hago bastantes cosas adem¨¢s de cantar: escribo arreglos, toco el piano y dirijo mi propia banda", dice. "De momento, estoy feliz concentrada en el arte de la interpretaci¨®n. Me fascina comprobar c¨®mo Ahmad Jamal sabe hacer suyo un est¨¢ndar, o c¨®mo se puede cambiar de significado la letra de una canci¨®n con s¨®lo alterar el tempo. Me gusta estudiar esos aspectos. Por otra parte, Frank Sinatra, Tony Bennett y Nat King Cole basaron sus carreras en viejas canciones y tampoco compon¨ªan con regularidad".
Junto a estos nombres ligados a est¨¦ticas del ayer, Krall baraja otros que militan en primera l¨ªneadel pop de hoy: Alanis Morrisette, Erykah Badu o Bono van desfilando cuando se le pide que cite a sus favoritos en este campo, de la misma forma que Maria Callas, Kiri Te Kanawa y Jessye Norman surgen a la hora de recordar a las grandes divas oper¨ªsticas: "Me siento muy pr¨®xima a ellas, ?hay tanta intensidad y belleza en su forma de cantar! De la ¨®pera he aprendido a darle fuerza a la historia que quiero contar, como si me sintiera protagonista de una obra concreta".
Y quiz¨¢ ese transformarse en personaje de ficci¨®n es su modo de superar la relaci¨®n de amor-odio que mantiene con el escenario. "Soy t¨ªmida y reservada, dos caracter¨ªsticas muy canadienses", afirma, "y, por mucho que me repito que est¨¢ bien que me aplaudan, no consigo sentirme del todo c¨®moda".
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