Un pasajero amenaza con desnudarse y otro grita: "?D¨®nde est¨¢ mi mujer?"
.?ngela Aliaga, cuyo vuelo estaba programado para las 12.30, relat¨® as¨ª su peripecia: "Estaba a punto de embarcar cuando me dijeron que el vuelo estaba cancelado. De all¨ª me mandaron al centro de tr¨¢nsitos, donde nadie sab¨ªa nada. Me dijeron que me fuera a la oficina de reclamaciones, donde no me han dado ninguna respuesta. Ahora estoy aqu¨ª, en mitad de la terminal, sin saber d¨®nde ir".Enemary Coch¨®n tampoco tuvo suerte. Su vuelo a Asturias tambi¨¦n fue suspendido: "Me han dicho que reclame en la agencia de viajes, que all¨ª me devolver¨¢n el dinero. S¨®lo tengo un problema: el billete lo compr¨¦ en Santo Domingo".
La avalancha de reclamaciones y de quejas de miles de afectados por el caos llev¨® a los informadores de Barajas, desbordados por la situaci¨®n, a dar respuestas absurdas. Por ejemplo: a Jos¨¦ Mar¨ªa Beltr¨¢n Heredia, un bilba¨ªno de paso por Madrid, le explicaron que la niebla afectaba s¨®lo a la pista de los vuelos nacionales. "?Qu¨¦ cosa m¨¢s rara!", le indicaba a su acompa?ante. "Yo pensaba que todos despeg¨¢bamos por la misma", se?alaba con raz¨®n.
Mientras, otro pasajero gritaba frente a un mostrador para que le devolviesen a su mujer. "Ten¨ªa que haber regresado de Tenerife ayer. Lo ¨²nico que s¨¦ es que est¨¢ en Barcelona, no me digas por qu¨¦, sin poder llegar a Madrid. No puedo hablar con ella. ?D¨®nde est¨¢?".
Ignacio Urdiza pas¨® buena parte de la ma?ana intentando que alguien le diese una explicaci¨®n. "Llevo cuatro mostradores. Lo ¨²ltimo que me han dicho es que me siente y que mire las pantallas. Pero, ?qu¨¦ miro? Todo est¨¢ cancelado".
Pedro Javier Cordero esperaba a las dos de la tarde que el vuelo que llevar¨ªa a sus dos hijos a Barcelona partiese "alguna vez". Llevaba esperando desde antes de las 12.00. "Esto es una verg¨¹enza. He pedido explicaciones en el mostrador de Iberia y no me las han dado. S¨®lo quiero informaci¨®n. Le ped¨ª a una se?orita de la compa?¨ªa que me dijese algo, que me indicase cu¨¢ndo iba a poder salir. No me hizo ni caso. Le insist¨ª, y entonces llam¨® a los guardas. Me enfrent¨¦ con ella. Le ped¨ª que me diese su nombre. Me respondi¨® que se llamaba Mariquita P¨¦rez", relat¨® mientras rellenaba la hoja de reclamaciones de Iberia.
Cordero, al que la compa?¨ªa le prometi¨® un billete para las 15.00, dio un ultimatum. "O salgo de aqu¨ª a esa hora, o me desnudo delante de todo el mundo". Su hijo, un chaval de unos ocho a?os, le mir¨® de soslayo: "Pap¨¢, que aqu¨ª hay menores".
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