El nacimiento de una leyenda
En los fastos para celebrar los diez a?os de la apertura del muro de Berl¨ªn, una foto, reproducida en la prensa mundial, confirma el nacimiento de una leyenda. En ella aparecen, junto a las autoridades anfitrionas, Gorbachov, Bush y Kohl, como los art¨ªfices de la haza?a que marcar¨ªa el fin del que Eric Hobsbawm ha llamado el "siglo corto". Significativamente, falta la se?ora Thatcher y, de haber vivido, lo m¨¢s probable es que tampoco hubieran invitado a Mitterrand. El lector se preguntar¨¢: ?qu¨¦ hicieron los presentes para que se les atribuya la gloria de haber derribado el muro y qu¨¦ dejaron de hacer los ausentes para que ni siquiera se les dedique un recuerdo?Es sabido que el 9 de noviembre de 1989, el canciller Kohl se encontraba en viaje oficial en Polonia, sin sospechar lo m¨¢s m¨ªnimo que se iba a producir tan magno acontecimiento. Cuando el muro se abre a las las nueve y pico de la noche, dos horas m¨¢s tarde en Mosc¨², Gorbachov ya dorm¨ªa, y nadie en el Kremlin considera el acontecimiento digno de despertarle. Ignoro lo que estar¨ªa haciendo el presidente Bush cuando a las tres y pico de la tarde se enterase de lo ocurrido en Berl¨ªn. Lo probable es que recabase m¨¢s informaci¨®n y, de paso, echase a los servicios secretos un rapapolvo por no haberle informado con la debida antelaci¨®n.
A las siete de la tarde del 9 de noviembre de 1989 cuando, al terminar una conferencia de prensa, Schabowski anunci¨®, con la mayor imprecisi¨®n, que se hab¨ªa acordado abrir la frontera para todos aquellos que quisieran abandonar la Rep¨²blica con car¨¢cter definitivo, en vez de mirar la televisi¨®n oriental, como hubiera sido lo oportuno en aquel momento, me encontraba trabajando en mi despacho, ajeno a todo lo que ocurr¨ªa en el exterior. Hacia las ocho me llam¨® la SER, pidi¨¦ndome una entrevista en que comentase la apertura del muro aquella misma noche. Les di las muchas y muy buenas razones por las que esta informaci¨®n ten¨ªa que ser falsa, pero el periodista, con muy buen sentido, me dijo que saliera a la calle, oyese la radio y viese la televisi¨®n y que a las doce me volver¨ªan a llamar. Nadie dud¨® entonces que los "grandes art¨ªfices" de la apertura del muro y el ciudadano corriente nos enteramos al mismo tiempo de lo que ocurr¨ªa. El canciller Kohl manifest¨® meses m¨¢s tarde, seguro que a partir de esta experiencia, que el 80% de los informes de los servicios secretos son falsos y el 20% restante se puede leer en los peri¨®dicos al d¨ªa siguiente.
Si, en cambio, hubi¨¦ramos celebrado la unificaci¨®n de Alemania, cuyo d¨¦cimo aniversario se cumple el 3 de octubre del a?o pr¨®ximo, nadie negar¨ªa el papel central que desempe?aron Gorbachov y Kohl, aunque cabr¨ªa discutir el mucho m¨¢s ambiguo de Bush y, desde luego, se entender¨ªa perfectamente que a la dama de hierro no se la invitase y que nos hayamos preguntado si, de haber vivido, Mitterrand lo hubiera sido: ambos hicieron todo lo que estaba en sus manos para impedir la unificaci¨®n alemana, al menos a la velocidad y en las condiciones en que se hizo. No olvidemos que Mitterrand fue el ¨²nico jefe de Estado que visit¨® la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana despu¨¦s de la ca¨ªda del muro y que viaj¨® a Kiev con el fin de presionar a Gorbachov para que cumpliera con la obligaci¨®n sovi¨¦tica de decir no.
La leyenda surge al superponer acontecimientos, de alcance y de significaci¨®n muy distintos -la apertura del muro, la unificaci¨®n de Alemania y la ca¨ªda del comunismo- como si, en distintas secuencias, se tratase de uno y el mismo. La apertura del muro de Berl¨ªn se convierte as¨ª en el s¨ªmbolo, no s¨®lo de la unificaci¨®n de Alemania, sino de la ca¨ªda del comunismo. La leyenda concatena los acontecimientos, como si no hubieran podido sucederse de otra forma. Nada simplifica tanto la visi¨®n del pasado, aunque sea la actitud m¨¢s extendida, como agarrarse a un determinismo elemental, seg¨²n el cual lo que sucede antes determina lo que se produce despu¨¦s, como si en cada situaci¨®n no hubiese una amplia gama de posibilidades, y la que acaba por imponerse, a veces por factores muy coyunturales y por la m¨ªnima, es s¨®lo una entre varias. Nadie aquella noche hubiera podido imaginar que dos a?os m¨¢s tarde habr¨ªa desaparecido el comunismo. La leyenda consiste, precisamente, en dar por descontado que las cosas no hubieran podido suceder de otra manera. Nunca hubiera podido consolidarse en la Alemania oriental un r¨¦gimen socialista y democr¨¢tico, nihaberse reformado la Uni¨®n Sovi¨¦tica, de modo que hubiera salido de la crisis sin disolverse.
En efecto, todo empez¨® en 1985 con Gorbachov, al asumir el gran reto de intentar revitalizar un sistema, dominado durante d¨¦cadas por una gerontocracia que hab¨ªa impedido cualquier tipo de reformas. El eje principal de la pol¨ªtica de reestructuraci¨®n pasaba por una disminuci¨®n dr¨¢stica de los gastos militares, a los que obligaba la superpotencia adversaria con la pol¨ªtica de rearme acelerado que practic¨® en los ochenta. Conseguir un respiro supon¨ªa, por un lado, retirarse de la Europa oriental como garant¨ªa de que, lejos de constituir una amenaza, la Uni¨®n Sovi¨¦tica estaba dispuesta a abandonar lo conseguido en la Segunda Guerra Mundial; por otro, como un alivio econ¨®mico urgent¨ªsimo, ya que tanto los pa¨ªses sat¨¦lites como Rusia viv¨ªan el Comecon y el Pacto de Varsovia como una carga insoportable.
La pol¨ªtica sovi¨¦tica de avanzar en el desarme, al precio de desprenderse de la Europa oriental -que la se?ora Thatcher denunciaba como una estratagema sovi¨¦tica para contener los esfuerzos armament¨ªsticos de la OTAN y a la que el mundo occidental no dio respuesta- resultaba indispensable para disponer de los recursos necesarios para modernizarse, pero dejaba a la intemperie a las clases dirigentes de los pa¨ªses del Este, a la vez que ofrec¨ªa a los pueblos la oportunidad de buscar un camino propio. La apertura de la frontera entre Hungr¨ªa y Austria pone fin al "tel¨®n de acero" y hace posible la del "muro de Berl¨ªn", aunque, curiosamente, este hecho no forme parte de la leyenda. La destituci¨®n de Honecker, en un momento en el que se sabe que los rusos quieren retirarse y que, por tanto, no hay que temer los tanques sovi¨¦ticos, como en Berl¨ªn en 1953, en Budapest en 1956 o en Praga en 1968, permite que la gente salga a la calle y se manifieste a favor de una democratizaci¨®n real. La decisi¨®n de abrir la frontera la toma un reci¨¦n nombrado secretario general y jefe de Gobierno con el af¨¢n de ganar un poco de popularidad, de la que estaba muy necesitado, y sobre todo aconsejado por la regla de oro de que a enemigo que huye, puente de plata. El mismo d¨ªa que se celebra el d¨¦cimo aniversario, el que tom¨® la decisi¨®n de abrir el muro ha visto confirmada su condena.
Como lo ¨²nico que Egon Krenz pod¨ªa negociar con la Rep¨²blica Federal, al temer ¨¦sta una invasi¨®n de millones de alemanes orientales si las fronteras se abriesen de repente, era una apertura controlada, cab¨ªa esperar que las negociaciones ser¨ªan lentas, permitiendo entretanto un modus vivendi provisional para la RDA. La decisi¨®n del bur¨® pol¨ªtico de abrir por un rato las fronteras a los que quisieran marcharse definitivamente era tan est¨²pida para sus intereses como peligrosa para la estabilidad de los dos Estados alemanes, que se comprende que nadie la hubiera tomado en cuenta. El muro se abri¨® tras una serie de malentendidos, desconexiones entre las autoridades, y sobre todo, y esto es lo fundamental, permaneci¨® abierto, porque los miles y miles de personas que pasaron aquella noche a Berl¨ªn occidental, tan seguros estaban de que el muro ya no podr¨ªa cerrarse que a altas horas de la madrugada, por completo agotados, regresaron a dormir a sus casas, dejando para el d¨ªa siguiente el volver a la aventura fascinante que para ellos constitu¨ªa el mundo occidental. A todos sorprendi¨® que se hubiera abierto el muro, pero sobre todo que no se hubiera producido la emigraci¨®n masiva con la que, llenos de pavor, contaban los dos Estados.La leyenda reconstruye la historia como si de la apertura de la frontera de la Alemania Oriental se desprendiese necesariamente la unificaci¨®n de Alemania y el fin del comunismo. Pese a que la poblaci¨®n hubiese pasado de gritar a la cara de los budas del partido "somos el pueblo" a un "somos un pueblo", una vez ca¨ªdo el muro, exigiendo la unificaci¨®n, era evidente que el conseguirla depend¨ªa de los cuatro aliados y no era f¨¢cil que occidentales y sovi¨¦ticos llegasen a un pronto acuerdo: la "comisi¨®n de dos m¨¢s cuatro" -los dos Estados alemanes y los cuatro aliados- tendr¨ªan trabajo para largo. Brit¨¢nicos y franceses estaban dispuestos a prolongar lo m¨¢s posible los dos Estados alemanes, confiando en que a mediano plazo tal vez podr¨ªa consolidarse una rep¨²blica democr¨¢tica en el este de Alemania, justamente lo que pretend¨ªa tambi¨¦n la izquierda alemana con la intenci¨®n de establecer un r¨¦gimen lo bastante socialista y democr¨¢tico como para influir sobre la Alemania occidental. La unificaci¨®n hubiera sido as¨ª el producto de la reconversi¨®n de los dos Estados y no la simple anexi¨®n del uno por el otro. Desde luego, Estados Unidos prefer¨ªa la unificaci¨®n a cualquier tipo de experimento, pero con la condici¨®n de que se cumpliese con lo que siempre hab¨ªa defendido: la Alemania unida pertenecer¨ªa toda ella a la OTAN, es decir, la Alianza se ampliar¨ªa del Elba hasta el Oder, justamente aquello a lo que la Uni¨®n Sovi¨¦tica se hab¨ªa negado siempre.
La unificaci¨®n de Alemania se produjo en un tiempo r¨¦cord, no porque hubiera ca¨ªdo el muro y el pueblo la anhelase, como quiere la leyenda, sino porque en el C¨¢ucaso en 1990 Gorbachov y Kohl llegaron a un acuerdo que hac¨ªa suyas las condiciones impuestas por Estados Unidos. La unificaci¨®n de Alemania fue una concesi¨®n de Gorbachov, negociada exclusivamente con la Alemania occidental, sin que tuviese la m¨¢s m¨ªnima intervenci¨®n una RDA que se preciaba de ser la m¨¢s fiel aliada, y que tuvo la virtud de convertir de repente en obsoleta la "comisi¨®n de los dos m¨¢s cuatro". Algo que los alemanes no olvidar¨¢n nunca, los unos ni los otros, pero importa recalcar que se trata de una concesi¨®n que encajaba plenamente en la pol¨ªtica de retirarse de la Europa oriental para avanzar en la modernizaci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Tampoco se desprende de la unificaci¨®n de Alemania y del desplome de los dem¨¢s reg¨ªmenes comunistas de la Europa oriental -supuesto que, insisto, hab¨ªa sido previamente establecido como condici¨®n indispensable para llevar a cabo una reforma radical de la Uni¨®n Sovi¨¦tica- el fracaso inmediato de esta pol¨ªtica. El primer golpe, que pronto iba a manifestarse letal, se produjo al no poder parar en las fronteras sovi¨¦ticas el proceso iniciado de desprenderse de naciones y territorios. La reivindicaci¨®n nacionalista de los pa¨ªses b¨¢lticos no estaba en el libreto, y al dejar la OTAN muy claro que no iba a permitir una intervenci¨®n militar, se inicia un proceso de descomposici¨®n que, pese a que hayan desaparecido el r¨¦gimen comunista y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, no ha terminado todav¨ªa.
Con su presencia en Berl¨ªn para celebrar el d¨¦cimo aniversario de la apertura del muro, Gorbachov ratific¨® la leyenda que lo glorifica como el art¨ªfice de la ca¨ªda del muro, que a su vez habr¨ªa puesto en marcha la unificaci¨®n de Alemania, proceso que llevar¨ªa en su entra?a la desaparici¨®n del comunismo y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Las palabras de Bush en Berl¨ªn, "con Gorbachov tenemos una deuda que nunca podremos saldar", le convierten en h¨¦roe de Occidente, pero tambi¨¦n en ruin traidor para todo el aparato comunista destronado y una buena parte de la poblaci¨®n rusa, que le considera el responsable de las desgracias actuales. Pero, ?qui¨¦n podr¨¢ oponer la verdad hist¨®rica a la leyenda si el mismo Gorbachov ha terminado por asumir el papel que se le asigna de h¨¦roe de los unos y fel¨®n abyecto de los otros? Tambi¨¦n el 14 de julio de 1789 es una fecha hist¨®rica, en raz¨®n de lo ocurrido despu¨¦s, pero en ning¨²n caso la proclamaci¨®n de la rep¨²blica y la decapitaci¨®n del monarca, que dan sentido a esta fecha, estaban ya prefiguradas en aquella rebeli¨®n popular impulsada por el p¨¢nico. Hubieran podido pasar otras muchas cosas que hubieran dado otra significaci¨®n a la toma de la Bastilla.
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