Coaliciones para el cambio
Hace un a?o, cuando la crisis de Asia echaba por tierra muchos logros conseguidos durante 30 a?os en el camino hacia un crecimiento din¨¢mico y la reducci¨®n de la pobreza, comprend¨ª claramente que la comunidad internacional necesitaba hacer algo m¨¢s para proteger a los pobres durante los momentos de crisis y adoptar una visi¨®n m¨¢s "global" del desarrollo: una visi¨®n que vaya m¨¢s all¨¢ de la simple adopci¨®n de soluciones financieras a las crisis, y proponga un desarrollo m¨¢s amplio, pero que tenga tambi¨¦n en cuenta, con la misma urgencia, las prioridades sociales e institucionales que puedan salvaguardar la salud y bienestar de la poblaci¨®n al tiempo que sientan los fundamentos judiciales, normativos y de gobierno de las modernas econom¨ªas de mercado.Doce meses m¨¢s tarde, resulta tentador pensar que la crisis de Asia est¨¢ terminada y aplazar las reformas necesarias para conseguir una recuperaci¨®n m¨¢s s¨®lida y duradera. Resulta tentador hablar de un paso seguro para la regi¨®n, aun cuando millones de pobres y desempleados no vislumbran un puerto de salvaci¨®n.
La verdad es que hoy, al acercarnos al umbral de un nuevo milenio, debemos formularnos interrogantes fundamentales. ?Aprovecharemos la oportunidad para proponer metas m¨¢s ambiciosa en nuestra b¨²squeda de un mundo mejor? ?Empezaremos a juzgar estos esfuerzos tomando como medida no la prosperidad de unos pocos sino las necesidades de la mayor¨ªa?
Este mundo del milenio es un lugar donde la esperanza de vida ha aumentado en 40 a?os m¨¢s que en los 4.000 anteriores, donde la revoluci¨®n de las comunicaciones encierra la promesa del acceso universal a los conocimientos, y donde la cultura democr¨¢tica ha representado nuevas oportunidades para muchos.
Pero, si observamos con mayor detenimiento, vemos una realidad distinta. Los ingresos per c¨¢pita se estancar¨¢n o disminuir¨¢n en todas las regiones, excepto en Asia oriental y meridional. En los pa¨ªses en desarrollo, con excepci¨®n de China, las personas que viven en la pobreza son ahora 100 millones m¨¢s que hace un decenio.
Si dirigimos la vista al medio ambiente, vemos que hay 1.500 millones de personas que carecen de agua potable y 2,4 millones de ni?os que fallecen cada a?o por enfermedades transmitidas por el agua. Estas cifras, que afectan a millones y hasta miles de millones de personas, pueden resultar abrumadoras. Mis colegas y yo llegamos a la conclusi¨®n de que, para trazar nuestro propio camino hacia el futuro del Banco Mundial, necesitamos conocer mejor a nuestros clientes soberanos en cuanto individuos. Por ello, el a?o pasado emprendidos el estudio Voces de los pobres y conversamos con 60.000 personas de 60 pa¨ªses sobre sus esperanzas y realidades.
Cuando se les preguntaba qu¨¦ es lo que m¨¢s podr¨ªa cambiar su vida, estas voces ofrec¨ªan respuestas muy diferentes. Una anciana de ?frica: "Una vida mejor para m¨ª es tener salud, paz y cari?o y no pasar hambre". Un joven de Oriente Medio: "Nadie es capaz de transmitir nuestros problemas. ?Qui¨¦n nos representa? Nadie". Una mujer de Am¨¦rica Latina: "No s¨¦ en qui¨¦n confiar, si en la polic¨ªa o en los criminales. Nuestra seguridad p¨²blica somos nosotros mismos". Una madre en Asia meridional: "Cuando mi hijo me pide algo para comer, le digo que el arroz se est¨¢ cocinando y mientras tanto se queda dormido por el hambre, porque no tengo arroz para darle".
Son voces sonoras, una demostraci¨®n de dignidad. Estas personas representan un activo valioso, no simplemente los destinatarios de nuestras obras de beneficencia. Con oportunidades y esperanza, ellos pueden construir su futuro. Debemos escuchar sus aspiraciones, que son las de todos nosotros. A medida que avanzamos, hemos aprendido que el desarrollo es posible. Que el crecimiento es fundamental pero no suficiente para la reducci¨®n de la pobreza.
En los 18 ¨²ltimos meses, creo que hemos aprendido algo nuevo: Que las causas de las crisis financieras y la pobreza son una misma cosa; que los pa¨ªses pueden implantar pol¨ªticas fiscales y monetarias acertadas, pero si no existe una buena gesti¨®n de gobierno, si no encaran el problema de la corrupci¨®n, si no cuentan con un sistema jur¨ªdico completo que proteja los derechos humanos, los derechos de propiedad y los contratos, el proceso de desarrollo estar¨¢ viciado desde la base y no perdurar¨¢.
Para avanzar de la impotencia a la capacidad de acci¨®n y de la violencia a la paz y la equidad, se necesita el firme compromiso de los dirigentes de cada pa¨ªs, as¨ª como una decidida voluntad de reformar los sistemas de gobierno, los reglamentos y las instituciones. Har¨¢ falta dar a la poblaci¨®n local los medios para dise?ar y aplicar sus propios programas, pues la corrupci¨®n disminuye normalmente cuando las comunidades administran sus propios recursos.
Pero demos ir m¨¢s all¨¢. Dado que las naciones dependen unas otras, es claro que necesitamos normas y comportamientos de alcance mundial para buscar soluciones eficaces y duraderas a estos problemas. Necesitamos una nueva arquitectura internacional del desarrollo que sea semejante a la nueva arquitectura financiera mundial.
Este nuevo r¨¦gimen de desarrollo requerir¨ªa la firme participaci¨®n de una verdadera coalici¨®n mundial basada en la cooperaci¨®n de todos los participantes: las Naciones Unidas, los gobiernos, los organismos de desarrollo como el Banco Mundial, el sector privado y la sociedad civil.
Debe ser una coalici¨®n en la que rompamos las cadenas del endeudamiento, pero que cuente tambi¨¦n con los recursos necesarios para romper las cadenas de la pobreza. El plan de condonaci¨®n de la deuda de los PPME que hemos dado a conocer es el comienzo de nuestro desaf¨ªo, no el final. Esta coalici¨®n reconocer¨¢ que debemos contar con un sistema de comercio que funcione, con reglas equitativas, amplias e integradoras.
Adem¨¢s debe ser una coalici¨®n que reconozca que el medio ambiente no conoce fronteras. Debe reconocer el poder de la investigaci¨®n moderna para democratizar la salud y encontrar nuevas vacunas que permitan erradicar el SIDA, el paludismo, la tuberculosis y la poliomielitis. Finalmente, debe ser una coalici¨®n que d¨¦ a la revoluci¨®n de la informaci¨®n car¨¢cter verdaderamente universal.
Pero necesitamos algo m¨¢s que estas coaliciones para el cambio. Necesitamos tambi¨¦n l¨ªderes que expliquen a los ciudadanos que nuestros intereses nacionales son internacionales. Debemos reafirmar nuestro compromiso con el desarrollo, actuar sobre la base de las generosas declaraciones formuladas por tantos de los l¨ªderes de los pa¨ªses industrializados en favor de los pa¨ªses en desarrollo. Por su parte, los l¨ªderes de las econom¨ªas en transici¨®n y en desarrollo deben reafirmar su compromiso de cumplir sus promesas de buen gobierno, igualdad y crecimiento.
Estos compromisos necesitan adem¨¢s un aspecto humano y moral. Debe existir una nueva y ferviente dedicaci¨®n rec¨ªproca al comenzar el pr¨®ximo siglo. ?C¨®mo no sentirse conmovidos por las observaciones de los pobres a que me refer¨ª anteriormente?
Por ejemplo, la voz de Bashiranbibi, de Asia meridional: "Al comienzo ten¨ªa miedo de todo y de todos: de mi esposo, del poblado, de la polic¨ªa. Hoy no temo a nadie. Tengo mi propia cuenta bancaria. Soy la jefa del grupo que se encarga de los ahorros en el poblado. Hablo a mis hermanas acerca de nuestro movimiento".
Debemos mirar hacia delante, debemos comprometernos a hacer realidad el d¨ªa en que los pobres del mundo, la juventud esperanzada, los ancianos, los ni?os de la calle, los discapacitados, los trabajadores rurales, los habitantes de los barrios pobres puedan gritar: "Hoy no temo a nadie. Hoy no temo a nadie".
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