La confianza rota
En mayo del 98 escrib¨ª en EL PA?S: "Imaginen ustedes que en los pr¨®ximos meses, cerca de las elecciones vascas, deciden unilateralmente o de forma acordada con los que ellos quieran, una tregua de dos o tres meses... Como no hay respuesta posible pol¨ªticamente, o, mejor dicho, s¨®lo se les puede ofrecer lo que a los dem¨¢s ciudadanos de Euskadi y de toda Espa?a, a continuaci¨®n los terroristas recargar¨¢n sus armas y los c¨ªnicos de HB dir¨¢n que la culpa es del Gobierno, porque ellos y ETA ya lo han intentado. Por desgracia no ser¨¢n los ¨²nicos que lo digan".Reconozco mi error. La "tregua indefinida, pero no incondicional", ha durado 14 meses, no dos o tres. Lleg¨® el 3 de diciembre, acompa?ado del mensaje del terror. El anuncio de los violentos domina los medios de comunicaci¨®n y la agenda pol¨ªtica nacional.
Mi memoria se retrotrae a diciembre de 1995. El sello de ETA en el terrible atentado del puente de Vallecas, antes del Consejo Europeo de Madrid, despu¨¦s de siete meses de lo que, en su argot militarista, llaman "parada t¨¦cnica". Como un anuncio de su precampa?a, que seguir¨ªan con el asesinato en febrero de Fernando M¨²jica en presencia de su hijo y, el d¨ªa 14, de Francisco Tom¨¢s y Valiente, en su despacho de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. La indignaci¨®n popular era palpable en el ambiente, y estall¨® en el inmenso grito de protesta tras la muerte de Tom¨¢s y Valiente: "Vascos, s¨ª; ETA, no".
En junio del 95, ETA hab¨ªa acudido al argentino P¨¦rez Esquivel, premio Nobel de la Paz, para que hiciera llegar al Gobierno una oferta de di¨¢logo. Decidimos comprobar si el mensaje proven¨ªa de los que mandaban en la banda e iniciamos algunos contactos para averiguar si estaban dispuestos a dejar de matar, como condici¨®n para hablar. Pero una vez m¨¢s fue imposible. Volvieron a matar.
Las fuerzas democr¨¢ticas, desde el PNV y EA, pasando por IU y los nacionalistas catalanes, estaban con el Gobierno frente a ETA, a pesar de la crispaci¨®n provocada. El espacio pol¨ªtico de ETA y su entorno segu¨ªa reduci¨¦ndose. El ¨²nico pacto vigente para todos era el de Ajuria Enea. El grupo dirigente del PP, encabezado por Aznar, apoyaba formalmente el pacto, mientras criticaba con extremada dureza al Gobierno y a los nacionalistas. Su discurso conectaba con la indignaci¨®n popular, cargando sobre el Gobierno la responsabilidad de la actividad terrorista, por ineficacia. Su programa era a¨²n m¨¢s duro, rompiendo los compromisos de los partidos democr¨¢ticos en los pactos antiterroristas. En la manifestaci¨®n que sigui¨® al asesinato de Tom¨¢s y Valiente, Aznar lleg¨® a decir que la gente sal¨ªa a la calle, contra ETA, "y contra el Gobierno". Despu¨¦s, pasadas las elecciones, ni discurso ni programa se hicieron realidad. ?Por fortuna!
Meses despu¨¦s, llegaron las horas dram¨¢ticas del secuestro y asesinato de Miguel ?ngel Blanco, con demostraciones masivas de indignaci¨®n y rechazo, pero nadie culp¨® al Gobierno de Aznar. Hubiera sido inconcebible una irresponsabilidad de esa magnitud. Las cosas hab¨ªan cambiado, porque la oposici¨®n era otra y ten¨ªa claro de qui¨¦n era la responsabilidad del terror. Pero algo iba naciendo en la sociedad, como el Foro de Ermua, Manos Blancas, etc¨¦tera, y algo se iba quebrando entre las fuerzas democr¨¢ticas: la confianza.
Han pasado cuatro a?os desde diciembre del 95. La amenaza conmueve a la sociedad y las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas se mueven en c¨ªrculo, m¨¢s enfrentadas, m¨¢s divididas que nunca en la transici¨®n espa?ola. Deber¨ªamos preguntarnos: ?C¨®mo ha cambiado tanto el escenario pol¨ªtico si la amenaza sigue siendo la misma? ?Qu¨¦ estamos haciendo mal para que se produzca esta divisi¨®n que s¨®lo beneficia a ETA y a sus prop¨®sitos? ?C¨®mo recuperar la confianza necesaria para restablecer el di¨¢logo y el acuerdo entre los dem¨®cratas?
En lugar del di¨¢logo, aumentan las descalificaciones, las comparaciones ofensivas y desproporcionadas. De esta forma, la amenaza de ETA, aun sin matar, ya ha cumplido una parte de sus prop¨®sitos. Si, como es de temer, asesinan o secuestran, ?a qu¨¦ punto de ruptura de la pol¨ªtica democr¨¢tica nos van a llevar?
Deber¨ªamos reconocer la situaci¨®n tal como es, aunque nos cueste, como punto de partida para avanzar.
Los pactos antiterroristas de las fuerzas democr¨¢ticas -de Ajuria Enea y Madrid- han dejado de existir y es in¨²til tratar de convocarlos. M¨¢s in¨²til a¨²n es la atribuci¨®n rec¨ªproca de responsabilidades. S¨®lo queda la soluci¨®n de recomponer la confianza, mediante el di¨¢logo de todos los que prefieran la palabra a la pistola. Nos jugamos algo m¨¢s que votos, aunque la ¨²ltima palabra siempre sea de los votos. Si es cierto que PNV y EA, adem¨¢s de IU, se separaron del Pacto de Ajuria Enea, tambi¨¦n lo es que el PP lo hab¨ªa hecho antes, incluso en su programa electoral. Ahora no tiene objeto entrar en esa discusi¨®n.
Tambi¨¦n ha dejado de existir el Pacto de Estella o Lizarra. La demostraci¨®n de ETA, con sus comunicados, exhibiendo qui¨¦n dirige ese pacto, qui¨¦n decide su contenido y su futuro, es insoportable para cualquier dem¨®crata, y la mayor¨ªa de los firmantes lo son. Los meses sin atentados mortales, que abrieron esperanzas sobre el fin de la violencia, los negoci¨® el PNV y, desde otro ¨¢ngulo, los forzaron iniciativas como la de Ermua y la respuesta social de rechazo. Reconocer esto, aunque no acept¨¢ramos ni las condiciones del acuerdo para la tregua ni la permanencia de la violencia callejera, es necesario para que cada uno tenga lo suyo. Pero resulta absurdo, descubierta la realidad de fondo, tratar de mantener la ficci¨®n de Estella, y el PNV, que es un partido serio, conocedor de Europa, lo sabe.
Tambi¨¦n es cierto que ¨¦sta ha sido la ocasi¨®n con menos dificultades para avanzar hacia la paz. O, dicho de otra forma, la oportunidad en que el Gobierno de Espa?a ha tenido m¨¢s espacio para hacerlo. Pero esto no significa, necesariamente, que no se haya hecho lo debido o que la debamos considerar una ocasi¨®n perdida. No es hora de reproches in¨²tiles que aumenten la desconfianza.
Lo que ped¨ªa ETA al Gobierno era inaceptable de fondo y forma. Como lo que exig¨ªa al PNV.
Cuando en mayo del 98 escrib¨ª que se preparaba para una tregua, sab¨ªa que hab¨ªa negociaciones entre el PNV y los representantes de ETA y cre¨ªa que hab¨ªa cosas que hacer. El Gobierno no lo crey¨®, ni siquiera el d¨ªa antes del anuncio de la tregua, porque los dominaba la desconfianza o la animadversi¨®n hacia lo que representaba. Puedo entenderlo, pero hubiera parecido razonable que escucharan a los dirigentes socialistas, porque representan a la fuerza
pol¨ªtica m¨¢s importante en la articulaci¨®n del Estado democr¨¢tico. Este error debe corregirse y, hasta ahora, no se ha intentado siquiera.Los meses vividos sin atentados, aunque no sin amenazas, han sido un respiro para la sociedad y algo, que a¨²n no sabemos, ha podido cambiar en la misma, en el Pa¨ªs Vasco y en el conjunto de Espa?a. Pero la relaci¨®n entre las fuerzas democr¨¢ticas ha ido a peor. El escenario de diciembre de 1999 es, en este aspecto, peor que el diciembre de 1995. Esto es urgente cambiarlo.
Es tan delicada la situaci¨®n pol¨ªtica que el proyecto de una Espa?a incluyente de la diversidad, no s¨®lo de opiniones sino de identidades, se puede estar frustrando. Si lo observan con detenimiento, s¨®lo el partido socialista apoya clara y solidariamente al Gobierno, a pesar de su continuo desprecio y hostigamiento. Es un esfuerzo que s¨®lo puede mantenerse si el Gobierno cambia su actitud. Almunia, por responsabilidad democr¨¢tica y por talante, lo intenta una y otra vez, chocando con la barrera de la desconfianza impuesta por Aznar.
Atacar ahora al PNV, por pr¨®ximas que est¨¦n las elecciones, cuando se le ha tenido de socio en la "gobernabilidad de Espa?a", nada menos, durante todo este periodo, incluido el de la tregua y el Pacto de Estella, no conduce a nada, m¨¢s que aumentar la desconfianza. Para Pujol ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil tomar posici¨®n entre el Gobierno y el PNV, si este clima se mantiene.
Para HB la situaci¨®n se hace mucho m¨¢s complicada. Nunca entend¨ª lo que significaba aquella propuesta de aislamiento social, cuando se trata de decenas de miles de personas. La ruptura de relaciones pol¨ªticas, como exist¨ªa durante la vigencia de los acuerdos entre las fuerzas democr¨¢ticas, s¨ª es comprensible y, por ello, era parte del Pacto de Ajuria Enea, as¨ª como la oferta de hablar con quienes aceptasen las reglas del juego vigentes, sin amenazas ni coacciones, sin servirse de la violencia. No pocos del entorno pol¨ªtico de ETA estar¨¢n reflexionando porque son ellos los que m¨¢s han ganado cuando ETA ha dejado de matar, aunque sea en las condiciones en que lo ha hecho. M¨¢s gente ha cre¨ªdo su apuesta por la paz y les ha respondido en las urnas. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ahora? ?De nuevo se ir¨¢n marginando, humillados por la dependencia de las botas etarras?
Cuatro a?os despu¨¦s no s¨®lo se han roto los pactos, sino que ETA lee comunicados y el presidente del Gobierno contesta institucionalmente. Los l¨ªderes europeos se suman a las declaraciones p¨²blicas, convirtiendo a ETA en objeto de atenci¨®n y tensi¨®n, dentro y fuera de nuestras fronteras. Nunca lo hubieran imaginado los violentos, ni en los peores momentos del terror.
Tenemos que romper el c¨ªrculo, que parece cerco, en el que nos han encerrado un grupo de encapuchados dispuestos a matar. Sin reproches, ni siquiera los que se me est¨¢n escapando mientras escribo. Se puede y se debe hablar, pero para entenderse hay que intentar recuperar la confianza perdida. Las reuniones bilaterales, solas, no sirven, hay que recuperar un espacio de consenso com¨²n, para definir la respuesta m¨ªnima, democr¨¢tica, a la violencia. Dejar claro a los violentos lo que se juega con el retorno a la acci¨®n terrorista. ?sa ser¨ªa la base de un nuevo entendimiento entre dem¨®cratas. Por el momento, bajo la amenaza inminente, no hay otra, ni se debe pretender. Un acuerdo sencillo, m¨¢s all¨¢ de las discrepancias sobre la concepci¨®n que unos u otros tengan del futuro del Pa¨ªs Vasco y de Espa?a. No es hora de discutir programas m¨¢ximos, pero la sociedad tiene derecho a saber qu¨¦ compartimos como base de la convivencia libre y pac¨ªfica.
La proximidad de las elecciones no puede ser un obst¨¢culo, porque los ciudadanos no lo comprender¨¢n. Nadie, con sentido com¨²n, est¨¢ dispuesto a soportar que un problema de esta naturaleza se convierta en disputa de votos. Por eso hay que huir de la tentaci¨®n electoralista y trabajar como si las elecciones fueran dentro de cuatro a?os. Incluido el di¨¢logo con los dirigentes llamados radicales, mientras se pueda. Es decir, mientras ETA no act¨²e, o despu¨¦s, si lo rechazan y condenan. Es rid¨ªculo sentarse con ETA y despotricar contra el di¨¢logo con HB.
ETA y su entorno no est¨¢n tan unidos como algunos piensan. Pero tampoco est¨¢n tan d¨¦biles como otros pregonan irresponsablemente. De entre ellos, los hay que quieren que las gentes voten con libertad, sin someterse al chantaje del miedo. Muchos de ellos saben que es un error no participar y que es imposible que un partido clave para el Pa¨ªs Vasco, como el PNV, deje de presentarse a las elecciones generales. Por eso, hay que exigir el voto sin terror a ETA y a su entorno, o quitarles la m¨¢scara que oculta el rostro de la tiran¨ªa que representan.
Nada puede alterar m¨¢s a los violentos que la recuperaci¨®n de la confianza y el acuerdo entre los dem¨®cratas. Eso significa que lo que tengamos que decirnos sobre nuestras discrepancias, lo reservemos para el di¨¢logo interno. Los acuerdos frente a la violencia, el consenso entre los dem¨®cratas, debemos hacerlo p¨²blico, y hacerlo ya.
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