Un nacimiento
Con un poco de suerte, ese ni?o de pelo abundante y moreno que ahora mismo vive en una incubadora luchando por la vida sobrepasar¨¢ dentro de poco esos tres kilos escasos con los que naci¨®. Con un poco de suerte, el fr¨ªo que entr¨® en su cuerpecillo de reci¨¦n nacido durante las horas que permaneci¨® en una bolsa de pl¨¢stico al lado de un contenedor de basura no le dejar¨¢ secuelas importantes. Con un poco de suerte, las autoridades que velan ahora por esta criatura no se andar¨¢n con rodeos burocr¨¢ticos innecesarios y le asignar¨¢n pronto, muy pronto, una familia, un padre y una madre que seguramente desde hace mucho tiempo desean tener un hijo. Con un poco de suerte, este ni?o seguir¨¢ teniendo la buena estrella que le acompa?a desde que vio la luz, porque su vida, que estaba destinada a acabar entre bolsas de basura, dio un vuelco cuando un perro oli¨® que dentro de una de las bolsas hab¨ªa algo m¨¢s que desperdicios. Se pregunta uno qu¨¦ sentir¨ªa la due?a del perro cuando se agach¨® para o¨ªr ese d¨¦bil maullido que parec¨ªa venir de una cr¨ªa de gato.Con un poco de suerte, ese ni?o se encontrar¨¢ en la vida con gente como esos dos polic¨ªas que le arroparon, que le cortaron el cord¨®n umbilical con la ayuda de la mujer de la limpieza, que lo llevaron al hospital, donde el personal sanitario lo recibi¨® con el estremecimiento que produce un reci¨¦n nacido abandonado en la calle, y le pusieron un nombre, que es el primer regalo que se le hace a un ni?o cuando nace, un nombre, que llevar¨¢ escrito en la cara toda la vida, como si no hubiera podido llamarse de ninguna manera m¨¢s que de ¨¦sa: Emilio.
Con un poco de suerte, digo, Emilio tendr¨¢ pronto unos padres, que no ser¨¢n los biol¨®gicos, pero que le querr¨¢n tanto como si lo fueran. Alg¨²n d¨ªa sabr¨¢ que esa mujer a la que ¨¦l llama mam¨¢ nunca lo tuvo en su vientre, sabr¨¢ que la llegada al hogar de sus padres no se produjo como las de casi todos los ni?os. Pero seguro que con un poco suerte esto no le provocar¨¢ a Emilio ning¨²n trauma insalvable porque ser¨¢ un ni?o querido y tan deseado como cualquiera de sus amigos. Salvada la primera inquietud de saberse adoptado, es posible que Emilio abandone las incertidumbres para m¨¢s adelante, porque en la infancia su cuerpo estar¨¢ m¨¢s ocupado en crecer, en aprender a hablar, a leer y a interpretar el mundo. Pero es posible que llegue el d¨ªa en que quiera saber qui¨¦n fue la mujer que lo abandon¨® y por qu¨¦. A todos nos gusta pensar que hubo una persona, dos, que desearon nuestro ingreso en el mundo.
Con un poco de suerte, esos padres, que ser¨¢n, desde luego, sus verdaderos padres, le hablar¨¢n con una sinceridad cuidadosa de c¨®mo fue el principio de su vida, de c¨®mo su madre, una madre muy joven, muy desasistida y terriblemente sola, no tuvo a nadie a quien contarle aquel problema que creci¨® por d¨ªas y por meses dentro de ella, de c¨®mo no se atrevi¨® ni a ir a un hospital cuando lleg¨® el momento del nacimiento y soport¨® los dolores tremendos del parto sujet¨¢ndose a los sanitarios de un cuarto de ba?o, sin una mano amiga que se los aliviara. Qu¨¦ desesperaci¨®n no tendr¨ªa esa pobre mujer, inmigrante sin papeles, para envolver a aquel ni?o precipitamente y meterlo en una bolsa de pl¨¢stico, con prisas, sin quitarle el cord¨®n, con la placenta. Qu¨¦ pensar¨ªa. Pensar¨ªa que alguien iba a encontrarlo o pensar¨ªa que tal vez estar¨ªa mejor muerto que en esta vida. La polic¨ªa la encontr¨® horas m¨¢s tarde tumbada en su cama, sufriendo todav¨ªa el parto tan reciente. Seguramente su hijo nunca ver¨¢ las fotos que public¨® el peri¨®dico en las que aparece ella tap¨¢ndose la cara.
Con un poco de suerte, esos padres que dentro de poco recibir¨¢n a Emilio como el hijo m¨¢s deseado del mundo, sabr¨¢n inculcarle la piedad que hay que tener hacia los seres desesperados, aunque sea muy duro aceptar que ese ser desesperado fuera su propia madre y que ese ni?o abandonado fuera ¨¦l mismo.
El ni?o, que en su mu?eca lleva escrito el nombre de Emilio como nombre provisional, cumplir¨¢ un a?o en el pr¨®ximo siglo. Dicen los m¨¦dicos que no hay nadie m¨¢s fuerte que un reci¨¦n nacido. ?l ha demostrado un deseo de aferrarse a la vida superior al de los ni?os que nacen en un quir¨®fano. Con un poco de suerte, tendr¨¢ una infancia tan feliz como la de cualquiera. Desde aqu¨ª se la deseo.
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