McCartney regresa a la Caverna
El 'ex beatle' act¨²a en el local donde se forj¨® la leyenda del grupo 36 a?os despu¨¦s de su ¨²ltimo concierto
Cuando todo el mundo piensa en recibir el nuevo milenio en alg¨²n para¨ªso de lo m¨¢s terrenal, Paul McCartney, ex beatle, sir e hijo predilecto de Liverpool, decidi¨® despedir anoche el a?o en el lugar que vio nacer al legendario grupo musical brit¨¢nico: el Cavern Club de su ciudad natal. Reconstruido ladrillo a ladrillo en los a?os ochenta tras su demolici¨®n en 1973, el s¨®tano es ahora una atracci¨®n tur¨ªstica que convoca a aficionados del mundo entero. Para el cantante, que dio su ¨²ltimo concierto en el antiguo local hace casi cuatro d¨¦cadas, es el mejor lugar del mundo para ver marchar el siglo. Esta vez, adem¨¢s, la audiencia deb¨ªa ser may¨²scula. Transmitido el concierto en directo a trav¨¦s de Internet, fue seguido por tres millones de personas gracias a la red inform¨¢tica.Mientras los internautas hac¨ªan sus c¨¢lculos, McCartney subi¨® al escenario entre gritos, silbidos y aplausos de sus rendidos admiradores. Sin perder la sonrisa, cant¨® varios temas de rock acompa?¨¢ndose a la guitarra y se imagin¨® -algo bien f¨¢cil ayer- la emoci¨®n de los miles de espectadores que siguieron la actuaci¨®n desde el exterior, pendientes de una pantalla gigante plantada en el coraz¨®n de Liverpool. Tal es el gancho del cantante en su tierra, que s¨®lo hizo falta una de las antiguas melod¨ªas, I saw her standing there, para recordar que los Beatles forman parte de la memoria colectiva mundial.
Poco antes del concierto, el propio cantante, Macca para los amigos, resumi¨® el sentir colectivo en una sentida frase: "Es maravilloso estar de vuelta". La veterana estrella del rock, que hace poco reconoci¨® haber llorado a su difunta esposa Linda por espacio de 14 meses, estaba radiante. Vestido de negro, se frotaba las manos ante la nube de periodistas dispuestos a inmortalizar hasta sus m¨¢s peque?os gestos en fecha tan se?alada. Fuera del club aguardaban ateridos los 300 espectadores que hab¨ªan conseguido una entrada a trav¨¦s de una rifa, la ¨²nica forma de hacerse con el preciado billete.
Con temperaturas bajo cero, y dando paseos para olvidar el fr¨ªo, algunos hab¨ªan llegado desde Tokio. En pleno coraz¨®n de Liverpool, Tomohiro Kobayashi, un adolescente nip¨®n, reconoc¨ªa que el viaje era una locura. Un sue?o imposible hecho realidad por obra del azar. "La verdad es que llor¨¦ al ganar la entrada. La m¨²sica de los Beatles es eterna", dijo, bajo la mirada aprobatoria de otro fan igualmente entregado, el brit¨¢nico Sam Dinely. "Los Beatles cantaron al amor y a todo lo imaginable. Por eso su m¨²sica perdura", remach¨® algo m¨¢s filos¨®fico.
Pero sus opiniones, compartidas por todos los presentes, no pod¨ªan competir con los atributos de uno de los espectadores que se sentar¨ªa junto a ellos poco despu¨¦s. Ha renunciado a su nombre de pila, que prefiere no dar, tiene 18 a?os y figura en el registro nada menos que como John Ono Lennon. No s¨®lo tuvo la suerte de ganar una entrada en el sorteo. Vive en Penny Lane, la calle m¨¢s musical de la historia.
No todos los afortunados ten¨ªan ideas tan l¨ªricas acerca de la noche que esperaban pasar en compa?¨ªa de Paul y su grupo, Run Devil Run. Seg¨²n los organizadores, ha habido intentos de revender las entradas a precios superiores a las 10.000 libras (2.600.000 pesetas). "Hay que estar mal de la cabeza para comprarlas. Aunque no creo que vayan a hacer negocio alguno a la entrada del club. Las medidas de seguridad se han extremado al m¨¢ximo", asegur¨® ayer Geoff Baker, portavoz del propio McCartney, que record¨® a¨²n otra an¨¦cdota.
En 1967, los Beatles batieron todos los r¨¦cords televisivos de audiencia con la interpretaci¨®n de su canci¨®n All you need is love. La emisi¨®n no lleg¨® entonces a la URSS. El concierto de anoche iba a ser transmitido a 25 pa¨ªses, incluida esta vez Rusia. "Sin duda, un momento hist¨®rico", asegur¨® convencido Baker. Poco antes del concierto, Macca, siempre modesto, pensaba lo mismo. "Aqu¨ª empez¨® todo. Aqu¨ª se forjaron los Beatles, unidos durante tanto tiempo por su amor al rock, y aqu¨ª pienso despedir el siglo".
Bill Heckle, actual director del club, hizo algunas advertencias que nadie pareci¨® escuchar. Tiritando a las puertas de The Cavern, a ninguno de los 300 agraciados con la entrada le importaba el ruido, calor y humos que cargar¨ªan poco despu¨¦s el ambiente. En un s¨®tano como aquel toc¨® por vez primera McCartney el 24 de enero de 1958. Fue con The Quarrymen, la banda de un tal John Lennon en la que tambi¨¦n actuaba George Harrison.
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