Poes¨ªa manchada de aceite
El actor Francisco Rabal cont¨® ayer en Sevilla una historia que parec¨ªa sacada de un cuento. Lo hizo en un recital de poes¨ªa en el Hospital Virgen Macarena ante cerca de medio millar de personas. Y en su historia, la poes¨ªa ocupaba todos los lugares. Era motivo, presencia, atm¨®sfera y argumento. La historia ocurri¨® en el s¨®rdido Madrid de la posguerra. Rabal no era todav¨ªa famoso. Era un chaval que so?aba con que su nombre brillara en las carteleras para evadirse para siempre de la miseria. D¨¢maso Alonso era un poeta y un fil¨®logo lleno de miedo hacia Franco. Por aquella ¨¦poca hab¨ªa escrito que un mill¨®n de cad¨¢veres viv¨ªan en Madrid."Yo era un pobre. Alrededor de mi casa, en las afueras de Madrid, hab¨ªa unos chalecicos", comenz¨® a relatar el actor. En una de aquellas casas resid¨ªa D¨¢maso Alonso. "Este hombre viv¨ªa, parad¨®jicamente, al lado de la casa de vecinos donde yo viv¨ªa. Era una casa de vecinos con un retrete para todos. Mi abuela se hizo amiga de ¨¦l. Le dijo, como todas las abuelas, que ten¨ªa un nieto muy listo", continu¨® el actor. D¨¢maso Alonso le invit¨® a su casa. "Yo no quer¨ªa ir, pero tuve que hacerlo a rega?adientes". El poeta de la Generaci¨®n del 27 le dio un bocadillo. "C¨®metelo aqu¨ª, delante de m¨ª. Porque si lo llevas a tu casa, se lo comer¨¢ tu padre", le orden¨®.
Tras saciarle el hambre, D¨¢maso Alonso le examin¨® de cultura general. Rabal super¨® con ¨¦xito las preguntas sobre el teorema de Pit¨¢goras. Aunque ten¨ªa que trabajar para comer, por las noches estudiaba en una escuela nocturna de los jesuitas. La sapiencia del chaval satisfizo al poeta.
Pas¨® el tiempo y Rabal le llev¨® unos versos. D¨¢maso Alonso mostr¨® su desconfianza ante los poemas de aquel aprendiz de escritor. "Para ser poeta hacen falta dos cosas: cultura y experiencia. Y t¨² no tienes ninguna de las dos", le dijo el escritor. "?Qu¨¦ has le¨ªdo?", le pregunt¨®. "Yo, al ver que viv¨ªa en un chal¨¦, cre¨ªa que era de derechas y le contest¨¦ que hab¨ªa le¨ªdo a Santa Teresa de Jes¨²s y a San Juan de la Cruz", relat¨® Rabal.
D¨¢maso Alonso agarr¨® la mentira al vuelo y le contest¨® al joven: "Me has enga?ado. T¨² has le¨ªdo a Lorca". Las tentativas po¨¦ticas de Rabal deb¨ªan demasiado al autor granadino para poder ocultarlo. Sin embargo, D¨¢maso Alonso no se irrit¨® demasiado y le prest¨® unos libros. Y ah¨ª comenz¨® la peque?a comedia de la verg¨¹enza y la miseria. Lo ¨²nico que le pidi¨® el poeta es que no se los manchara de aceite "porque en las casas de los pobres todo se mancha de aceite".
Era inevitable. "Los libros se mancharon de aceite", evoc¨® Rabal con un punto de ternura en la mirada. Cuando consigui¨® su primer "papelito" en el cine, super¨® la verg¨¹enza y se atrevi¨® a visitar de nuevo al poeta para devolverle los libros.
Esta historia fue el pr¨®logo a la lectura de un soneto de D¨¢maso Alonso. "S¨®lo s¨¦ que soy hombre y que te amo". Las 11 ¨²ltimas s¨ªlabas del soneto resonaron en un aire que ol¨ªa a poes¨ªa desde hac¨ªa un buen rato. Rabal ley¨® poemas de Miguel Hern¨¢ndez, Jorge Luis Borges, Rafael Alberti, Federico Garc¨ªa Lorca, Pablo Neruda, Le¨®n Felipe, Jaime Gil de Biedma, ?ngel Gonz¨¢lez, Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo...
El protagonista de algunas de las obras maestras de Luis Bu?uel, el aprendiz de poeta que buscaba enga?ar el hambre con palabras, el gal¨¢n que alivi¨® los ensue?os de tantas mujeres solas, tiene, pasados los 70 a?os, el rostro de un noble arruinado entre las ruinas de su inteligencia, como dir¨ªa Gil de Biedma. Y el recuerdo de unos poemas manchados de aceite.
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