Seducidos y acosados por el 2000
Empezamos el siglo democratizando la vida p¨²blica, haciendo part¨ªcipe de ella a todo ciudadano por el mero hecho de serlo. Y ahora lo cerramos democratizando el conocimiento, entendido como una industria colectiva con tecnolog¨ªa digital. Si una democratizaci¨®n nos llev¨® a la responsabilidad colectiva, la otra, la digital, nos conduce ahora al pensamiento supersticioso, m¨¢gico y, en consecuencia, a la ausencia de responsabilidad. El efecto 2000 es res-ponsabilidad de unas m¨¢quinas que no saben estar a la altura de los tiempos.El llamado efecto 2000, que inicialmente se plante¨® como un problema digital de nuestra tecnolog¨ªa, se est¨¢ generalizando ahora tanto en el tiempo como en el contenido. En el tiempo porque el problema ya no est¨¢ s¨®lo en el 1 de enero, sino en los d¨ªas anteriores y posteriores, e incluso podr¨ªa manifestarse durante todo el a?o 2000, por lo menos para aquellos que sostienen la creencia de que el milenio acaba a finales del pr¨®ximo a?o. En definitiva, podemos pasar un a?o entero a la expectativa y bajo el manto m¨¢gico del efecto milenario. Pero tambi¨¦n es un acontecimiento que se generaliza en el contenido, porque est¨¢ pasando de ser un problema digital y tecnol¨®gico a convertirse en una predicci¨®n social: alarmas variadas, profesionales de guardia y sin vacaciones navide?as por si acaso, por lo que pueda pasar, posibles altercados callejeros, programas arriesgados de diversi¨®n para celebrar algo nuevo e irrepetible en la vida de una persona. Y todo ello envuelto en una desconfianza hacia nuestras tecnolog¨ªas, que de repente se perciben como obsoletas y peligrosas. Todo un negocio sumergido en la psicolog¨ªa profunda de la econom¨ªa mundial.
Nuestros expertos se han vuelto paranoicos con la repercusi¨®n apocal¨ªptica de un fen¨®meno digital, los medios de comunicaci¨®n amplifican el efecto y la poblaci¨®n, bombardeada por tales predicciones, ya no distingue entre el problema t¨¦cnico y las fantas¨ªas sociales que trasporta dicha predicci¨®n, incluida la consecuencia mercantil del hecho.
En estos t¨¦rminos, el efecto 2000 se convierte poco a poco en una profec¨ªa autocumplida. Las hip¨®tesis que se formulan sobre lo que va a suceder, acaban siendo realidad por el mero hecho de haberse planteado. El fen¨®meno tiene mucho que ver con el pensamiento m¨¢gico, y tambi¨¦n con el pensamiento supersticioso y la creencia en la predestinaci¨®n o la imposibilidad de escapar al destino. Magia, superstici¨®n y desconfianza en la ciencia constituyen algunos de los componentes b¨¢sicos del viejo s¨ªndrome de la personalidad autoritaria.
No deja de sorprender que el efecto 2000, lanzado inicialmente por los expertos, ponga de manifiesto algunos datos sobre nuestras creencias y valores m¨¢s b¨¢sicos. Esas creencias y valores que s¨®lo de vez en cuando desvelamos y que normalmente ocultamos inconscientemente, para poder ajustarnos a los tiempos y mentalidad de la ¨¦poca. El efecto 2000 se ha convertido ya en un experimento social, algo parecido a la emisi¨®n radiof¨®nica de La guerra de los mundos de H.G.Wells. Los estudios psicol¨®gicos sobre el rumor y el comportamiento manifiestan que experimentos como el que vivimos ahora ponen en marcha pensamientos, creencias y expectativas que habitan en lo profundo de nuestras mentes, aunque cada uno reacciona a su manera.
El efecto 2000 puede llegar a convertirse en un arma contra la creencia social m¨¢s desarrollada hasta ahora: la creencia en la t¨¦cnica. Puede llegar a socavar la confianza generalizada y masiva en esas m¨¢quinas inteligentes que construimos en el siglo XX, puede minar la confianza en el conocimiento tecnificado y qui¨¦n sabe, a lo mejor y sin pretenderlo, el efecto 2000 nos devuelve el protagonismo que perdimos y nos permite recuperar lo que la t¨¦cnica arrebat¨®: la confianza en que el motor de la historia est¨¢ formado por las ideas y la voluntad de los hombres. Hasta ahora, la creencia y confianza en la t¨¦cnica es precisamente lo que ha conseguido que las poblaciones en pleno rechacen cambios revolucionarios, cambios ideol¨®gicos y normativos. Es la t¨¦cnica la que favoreci¨® la estabilidad del modelo democr¨¢tico. Por eso el efecto 2000 no existe en pueblos libres de tecnolog¨ªa occidental, a ellos y s¨®lo a ellos el nuevo milenio no les aporta nada nuevo, ni destinos nuevos ni tragedias s¨²bitas, continuaran con m¨¢s de lo mismo.
Sin embargo, existe otra posibilidad. Que se cumpla la profec¨ªa, que se cumpla sin ser conscientes de que la hemos hecho realidad sin quererlo, comport¨¢ndonos como la profec¨ªa anticipaba. En ese caso, el poder de las m¨¢quinas ser¨¢ a¨²n mayor. Ser¨¢ mayor porque no sabremos distinguir entre un efecto imaginado y los efectos de nuestra forma de comportarnos. El efecto 2000 ser¨¢ entonces la prueba definitiva de que el hombre est¨¢ al servicio del conocimiento tecnificado, de que habitamos ya en la realidad virtual.
Claro que como la entrada en el milenio es una cuesti¨®n todav¨ªa en fase de negociaci¨®n social, la profec¨ªa autocumplida tiene todav¨ªa todo un a?o para hacerse realidad y, en esas condiciones, su significado m¨¢s inmediato ser¨¢ una sociedad en stand by, en alerta, en espera, a la expectativa de, preparada para... Una sociedad agazapada, detenida en el espacio y en el tiempo. Una especie de coma social que, en caso de despertar, tendr¨¢ sus efectos y secuelas m¨¢s o menos permanentes.
Uno de sus efectos ser¨¢ haber probado las ventajas de democratizar el cono-cimiento. Democratizar el conocimiento convirti¨¦ndolo en una empresa colectiva, donde hombres y m¨¢quinas se confunden en Internet. Hemos transportado nuestro conocimiento y nuestro saber acumulado al interior de las m¨¢quinas y eso nos libera de tareas rutinarias y aburridas, aunque tambi¨¦n nos quita responsabilidad. Al fin y al cabo, el efecto 2000 es un mal comportamiento de nuestras m¨¢quinas digitales. Ellas y s¨®lo ellas ser¨¢n responsables de lo que ocurra.
Seducidos y acosados por las m¨¢quinas, el efecto 2000 es la primera enferme-dad del nuevo milenio. Primero nos re¨ªmos de sus virus, despu¨¦s se convirtieron en armas y ahora empezamos a sufrir las consecuencias de los fallos en su estructura gen¨¦tica. Realidad o fantas¨ªa, comenzamos a navegar en un mar sin l¨ªmites que comienza precisamente con el nuevo milenio.
Adela Garz¨®n es directora de la revista Psicolog¨ªa Pol¨ªtica.
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