El golpista R¨ªos Montt sigue controlando Guatemala
El general, acusado de genocidio, no podr¨¢ ocupar la jefatura del Estado aunque su partido gane las elecciones.Ser¨¢ su "delf¨ªn", Alfonso Portillo, el que desempe?e el cargo mientras el pintoresco militar golpista lava su propia imagen
Las organizaciones de derechos humanos lo aborrecen. Pero muchos de sus compatriotas lo veneran. El general Efra¨ªn R¨ªos Montt emerge como el dirigente m¨¢s popular en el proceso electoral que este domingo culmina en Guatemala, el primero desde que el pa¨ªs puso fin, en diciembre de 1996, a tres d¨¦cadas de guerra civil. Los flamantes comicios de la paz han reivindicado la figura de este militar mesi¨¢nico y controvertido que gobern¨® entre 1982 y 1983, tras un golpe de Estado, y que est¨¢ acusado de actos de genocidio.Ind¨ªgenas y ladinos, de clase media y pelados, analfabetos e intelectuales de renombre han puesto en manos del Frente Republicano Guatemalteco (FRG), fundado por el general golpista, los destinos de la complicada transici¨®n democr¨¢tica."El fin ¨²ltimo de la pol¨ªtica es el ser humano. Usted es quien elige, quien paga, quien manda". Su dedo ¨ªndice acompa?a la cadencia de las frases. Su mirada penetrante recorre aquellos miles de rostros extasiados. Su voz recia habla de justicia social, de reconciliaci¨®n, de la ley de Dios.
El general Efra¨ªn R¨ªos Montt electriza a la gente. La escena se ha repetido por todos los rincones de Guatemala durante la campa?a electoral. La votaci¨®n de que el domingo ratificar¨¢, dicen las encuestas, el triunfo logrado en primera vuelta por el FRG, que ya controla la mayo-r¨ªa del Congreso y de los ayuntamientos, y que a partir de ma?ana tendr¨¢ tambi¨¦n la presidencia del pa¨ªs.El general no puede ocupar el cargo, por su condici¨®n de ex golpista. ?l asegura que, a sus 73 a?os, le basta y le sobra su esca?o de diputado. Si lo desea, presidir¨¢ el Congreso. La jefatura del Estado la asumir¨¢ su delf¨ªn, Alfonso Portillo.
Poder en la sombra
La poblaci¨®n cree que R¨ªos Montt ser¨¢ el poder en la sombra, pero el joven Portillo, un abogado de formaci¨®n marxista,insiste en que ¨¦l tiene su propio equipo. Los analistas vaticinan unas relaciones tormentosas con su mentor.
De momento, R¨ªos Montt saborea la revancha. Las acusaciones en su contra no han hecho mella en los votantes. Seg¨²n el informe de la Comisi¨®n para el Esclarecimiento Hist¨®rico, el general intensific¨® las matanzas de poblaci¨®n ind¨ªgena (alrededor de 300 muertes le adjudica el Arzobispado de Guatemala) en la guerra contra la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
Lo parad¨®jico, y que ha hecho enmudecer a la izquierda, es que buena parte del caudal de los 900.000 votos conseguidos por R¨ªos Montt procede de las regiones mayas del norte y del occidente, las m¨¢s castigadas por la guerra y la represi¨®n.
"?Son los ind¨ªgenas capaces de simpatizar con quien habr¨ªa masacrado a sus familias? ?Es falta de memoria hist¨®rica? ?Insolidaridad con sus hermanos? ?Acaso no fueron ellos los mejores testigos de lo que sucedi¨®?", se preguntaba el propio militar en un art¨ªculo publicado en la prensa local.
"Un an¨¢lisis de los resultados quiz¨¢ sea ilustrativo para mis detractores, quienes, por no aceptar la opini¨®n de los guatemaltecos, tendr¨¢n que inventar nuevos sofismas", repond¨ªa el general a sus propias preguntas.
El respaldo electoral, el reconocimiento que le otorgan las encuestas y recientes trabajos de investigaci¨®n hist¨®rica han abierto un debate en Guatemala y est¨¢n obligando a la revisi¨®n de la leyenda negra de R¨ªos Montt, cuya trayectoria es bastante m¨¢s compleja de lo que cabr¨ªa esperar de un carnicero con galones. El general simboliza el arquetipo de militar pundonoroso. Pero adem¨¢s siempre mostr¨® un talante aperturista que lo llev¨®, por ejemplo, a modernizar los planes de estudios de la academia castrense.
Su prestigio dentro del Ej¨¦rcito y su imagen progresista lo convirtieron en el candidato presidencial de la coalici¨®n de la Democracia Cristiana y la izquierda en 1974. R¨ªos Montt gan¨® las elecciones, pero el general derechista Carlos Arana organiz¨® un fraude e instal¨® a su propio candidato.
La agregadur¨ªa militar en Espa?a sirvi¨® para alejar a R¨ªos Montt del pa¨ªs. Su compa?ero de equipo, el socialdem¨®crata Alberto Fuentes Mohr, fue asesinado en 1979.
Un grupo de oficiales le sac¨® del ostracismo ocho a?os m¨¢s tarde. La guerrilla se hab¨ªa fortalecido considerablemente y los extremos de barbarie del Gobierno del general Romeo Lucas Garc¨ªa empezaban a desmoralizar a algunos sectores del Ej¨¦rcito.
Fueron ellos quienes planearon un golpe de Estado y ofrecieron a R¨ªos Montt la presidencia del pa¨ªs, que asumi¨® de marzo de 1982 a agosto de 1983.
"R¨ªos Montt introdujo un viraje sustancial en la guerra, en el patr¨®n de conducta que se hab¨ªamantenido hasta entonces", afirma el coronel Otto Noack, que el a?o pasado fue arrestado por pedir p¨²blicamente que el Ej¨¦rcito reconociera los abusos cometidos. "No lo defiendo, pero lo cierto es que muchas de las cosas que se le achacan a ¨¦l ocurrieron en el periodo previo", a?ade.
Un informe del relator de la ONU para los derechos humanos en Guatemala, en 1983, deja constancia de este giro, pero indica que no todo el Ej¨¦rcito cambi¨® de inmediato sus t¨¢cticas. La violencia urbana disminuy¨® sustancialmente. En el campo, las pol¨ªticas de fusiles y frijoles y de tierra, tortilla y trabajo combinaron el apoyo a las poblaciones ind¨ªgenas con el reclutamiento forzoso.
Para los organismos de derechos humanos, el general militariz¨® a la sociedad civil y la involucr¨® en la represi¨®n.
"La poblaci¨®n ind¨ªgena que vivi¨® los horrores del conflicto tiene otra percepci¨®n", dice el analista pol¨ªtico H¨¦ctor Rosada. "Ellos estaban en medio de un fuego cruzado, y el golpe de 1982 acab¨® con eso. No detuvo la escalada de la guerra, pero las comunidades se sienten a salvo. Ven en R¨ªos Montt a su defensor".
Esto explica, a su juicio, el respaldo que el general cosecha en estas regiones mayas, donde los miembros de las antiguas patrullas de autodefensa civil se han constituido en una formidable maquinaria electoral.
"La culpabilidad de las matanzas est¨¢ muy repartida", a?ade el analista. "Las comunidades tienen facturas que cobrar a la guerrilla, a la que responsabilizan de haberlas arrastrado a la guerra para despu¨¦s abandonarlas a merced de la represi¨®n".
En el ¨¢mbito pol¨ªtico, el general militariz¨® la Administraci¨®n p¨²blica. Pero al mismo tiempo promulg¨® la Ley del Tribunal Supremo Electoral, la de Partidos Pol¨ªticos y la del Registro de Ciudadanos.
"Si en Europa dices que R¨ªos Montt impuls¨® la apertura democr¨¢tica en Guatemala, te toman por loco", comenta un diplom¨¢tico. "Pero as¨ª es".
Imagen distorsionada
La imagen del militar ha sido distorsionada, afirma Manfredo Marroqu¨ªn, director de Acci¨®n Ciudadana, una organizaci¨®n dedicada a fomentar la participaci¨®n social en la vida pol¨ªtica guatemalteca. "R¨ªos Montt siempre tuvo una visi¨®n progresista, con preocupaciones sociales. ?sa ha sido su trayectoria durante 25 a?os. Pero la izquierda lo convirti¨® en el s¨ªmbolo de la represi¨®n, porque en su mandato se produjo la derrota estrat¨¦gica y militar de la guerrilla".
"?Tiene responsabilidad?", se pregunta Marroqu¨ªn. "Por supuesto. ?l fue parte del aparato, pero tambi¨¦n el empresariado. El problema es que ha habido una manipulaci¨®n burda de la historia. Por eso, en el exterior no se comprende que la gente vote por ¨¦l".
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