A?o 2000
?Qu¨¦ son las fechas, esos n¨²meros que identifican cada d¨ªa, cada mes, cada a?o? ?Para qu¨¦ sirven, en el fondo, esas cifras? ?Qu¨¦ pueden definir? ?Qu¨¦ especifican o qu¨¦ miden? Para mucha gente no significan absolutamente nada, son apenas un simple asunto burocr¨¢tico, un modo de organizar el tiempo, y por esa raz¨®n uno puede encontrar estos d¨ªas a muchas mujeres y muchos hombres que alardean de lo poco que les importa el cambio de milenio, que se jactan de la m¨ªnima trascendencia que le van a dar a la llegada del a?o 2000 o anuncian una Nochevieja id¨¦ntica a cualquier otra.Escuch¨¢ndolos, uno se queda perplejo al ver lo que ha mermado la capacidad de asombro de las personas y qu¨¦ abrasador resulta el convencimiento de estar ya en el futuro, de pertenecer a una civilizaci¨®n que no puede aspirar a grandes novedades o descubrimientos revolucionarios, sino s¨®lo a peque?as variaciones sobre lo conocido, a matices que les parecen tan accesorios como los de a?adirle una pantalla a los tel¨¦fonos, clonar ni?os en vez de ovejas o llegar a Marte adem¨¢s de a la Luna. Visto de esa forma, tienen un poco de raz¨®n. Es triste, pero tambi¨¦n es l¨®gico que un ciudadano del siglo XXI no muestre por una nave espacial la misma sorpresa que mostraba Walt Whitman ante un ferrocarril o Rafael Alberti ante la aparici¨®n del cinemat¨®grafo, y por eso ya no existen poemas de la estirpe de los que forman libros como Hojas de hierba o Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos. Pero es igual de cierto que junto con la fascinaci¨®n por las novedades art¨ªsticas o los avances t¨¦cnicos ha desaparecido del interior de una gran parte de los seres humanos algo a¨²n m¨¢s grande: la idea solidaria del progreso.
Personalmene, cuando pienso en todos los personajes detestables que hay en este planeta siento un asco muy especial hacia los que consideran demag¨®gica cualquier reflexi¨®n sobre el reparto de la riqueza mundial, cualquier denuncia sobre el vergonzoso abandono en que se pudre una parte de la humanidad mientras los grandes dramas de la otra son no poder tener dos coches en lugar de uno; hacia los que se sonr¨ªen con la conmiseraci¨®n hueca de los sabelotodo si alguien repite que con lo que cuesta un avi¨®n de combate podr¨ªan salvarse las vidas de miles de africanos. Da igual, el cinismo no es m¨¢s que otra forma de ceguera. Y por eso, el gran drama sigue estando ah¨ª, aunque haya tantos que finjan no verlo; el gran drama y el gran fracaso de nuestras civilizaciones digitales, que no es otro que la desigualdad.
A peque?a escala, uno no tiene m¨¢s que mirar bajo el cielo inal¨¢mbrico de Madrid para ver que la famosa aldea global existe, pero tambi¨¦n que est¨¢ llena de suburbios y arrabales, de suciedad m¨¢s o menos escondida. ?Qu¨¦ le pedimos al milenio que empieza ma?ana a las doce y un minuto? O que no empieza, porque cuando Dionisio el Exiguo fij¨® la numeraci¨®n cristiana no exist¨ªa el cero, se pas¨® del a?o menos uno antes de Cristo al a?o uno despu¨¦s de Cristo, por lo tanto si sumamos dos mil m¨¢s uno da dos mil uno y etc¨¦tera, etc¨¦tera, etc¨¦tera... Olv¨ªdense de toda esa ch¨¢chara, porque es lo de menos. Piensen en lo que importa, en qu¨¦ puede hacer cambiar estas sociedades crueles y ego¨ªstas, incapaces de resolver con generosidad un asunto tan intrascendente para ellas y tan sustancial para los m¨¢s pobres como el del 0,7%.
Yo tengo una peque?a lista de ojal¨¢s: que la medicina no sea una ciencia que llega hasta Tarifa por un lado y hasta Atenas por el otro; que ?frica no sea otro nombre para definir el Infierno; que los rumanos que vengan a Madrid no tengan que pasar por lo que pasan los rumanos que ya est¨¢n en Madrid; que una mujer sea presidenta del Gobierno de Estados Unidos y otra del de Espa?a, otras 15 o 20 dirijan los bancos que importan y media docena m¨¢s lleguen a generales; que la guerra deje de ser el ¨²nico camino hacia la paz; que los que tiramos la comida hagamos algo por ayudar a los que no la tienen. Me conformo con esas seis cosas. Soy un ingenuo, un caso desesperado de idealismo a deshora, puede que incluso un cursi. ?A qui¨¦n se le ocurre, si ¨¦sta ya no es la ¨¦poca de las quimeras ni el momento de las grandes esperanzas, sino el milenio de la Realidad, la apoteosis del progreso a toda costa? Y sin embargo, hay tanta gente que piensa justo de la misma manera. Feliz a?o 2000 para todos, pero especialmente para ellos.
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