La empresa ciudadana ?NGEL CASTI?EIRA / JOSEP M. LOZANO
La consultora KPMG ha hecho una oferta laboral en Londres (excelentemente remunerada, por cierto) para trabajar en las ¨¢reas de auditor¨ªa social y de ¨¦tica e integridad empresarial. Entre las diversas razones aducidas para crear estas ¨¢reas, destaca la de dar respuesta a las crecientes demandas y necesidades de sus clientes en lo relativo a la gesti¨®n de las cuestiones sociales y medioambientales. No es un caso aislado. Pricewaterhouse Coopers ha creado una metodolog¨ªa para lo que denominan la gesti¨®n de la reputaci¨®n de la empresa, que incluye el desarrollo de los valores y la responsabilidad en las relaciones con el entorno. En Dinamarca, estas dos consultoras, conjuntamente con Ernst & Young, han lanzado una metodolog¨ªa orientada a que las empresas sean capaces de auditar y dar cuenta de sus actuaciones a partir del di¨¢logo con los diversos grupos sociales que reciben su impacto.Hay m¨¢s iniciativas. A partir de la asunci¨®n de lo que se ha denominado triple bottom line (es decir, que las empresas no deben ser valoradas ¨²nicamente en t¨¦rminos econ¨®micos, sino tambi¨¦n en t¨¦rminos sociales y medioambientales), comienza a generalizarse que los informes anuales de las empresas incluyan estas tres dimensiones. Lo sintom¨¢tico es que, si miramos las fechas de la primera publicaci¨®n de este nuevo tipo de informes, en la mayor¨ªa de los casos se remontan a uno o dos a?os atr¨¢s. Pero no se trata ¨²nicamente de decisiones particulares. Recientemente se ha desarrollado la SA8000, que acredita mediante una auditor¨ªa independiente la actuaci¨®n de las empresas en lo que se refiere al respeto de los derechos humanos y laborales, y se est¨¢ trabajando en la elaboraci¨®n de la AA1000, que pretende sistematizar una metodolog¨ªa que permita auditar a las empresas desde una perspectiva ¨¦tica y social.
Se trata de una tendencia que ya se refleja en t¨¦rminos globales. Dow Jones ha creado un ¨ªndice de sostenibilidad en el que se valoran las empresas en la medida en que incorporan a sus estrategias una integraci¨®n de los tres criterios mencionados; es decir, la valoraci¨®n de la eventual inversi¨®n no se hace exclusivamente en t¨¦rminos de rentabilidad econ¨®mica, sino en clave de sostenibilidad. Y Industry Week acaba de publicar su ranking de las 100 compa?¨ªas mejor gestionadas, desde el supuesto de que este mejor incluye, entre otros, los resultados econ¨®micos, el trato con los empleados, el impacto en el entorno, la responsabilidad social y el compromiso con la comunidad.
A estas alturas del siglo no podemos ser ingenuos ni caer en un moralismo insolvente, encantado con la supuesta bondad empresarial. La historia concreta de muchas empresas est¨¢ demasiado ligada al sufrimiento de la gente como para que ahora podamos creer que determinadas actuaciones van a desaparecer por ensalmo. Pero tampoco deber¨ªamos cultivar un pensamiento ¨²nico al rev¨¦s, ensimismado con la intr¨ªnseca maldad del mundo empresarial. Lo que podemos constatar es una tendencia que supone la consolidaci¨®n de un cambio de perspectiva importante. Una tendencia que implica la asunci¨®n de que la empresa no es s¨®lo una instituci¨®n econ¨®mica, sino tambi¨¦n una instituci¨®n social. O, dicho en otros t¨¦rminos, que ser una instituci¨®n econ¨®mica es su manera espec¨ªfica de ser una instituci¨®n social. Se trata, pues, de gestionar, dirigir y valorar a las empresas a partir de la integraci¨®n de todas las dimensiones sociales que las configuran. Reducir una empresa a su dimensi¨®n econ¨®mica (o, peor a¨²n, a su cuantificaci¨®n monetaria) es una simplificaci¨®n grosera que no es ni tan s¨®lo ¨²til para comprender y gestionar su complejidad. Porque una empresa contempor¨¢nea maneja cuatro capitales: su capital econ¨®mico, su capital humano, su capital social y su capital medioambiental. Su actuaci¨®n ha de ser valorada en relaci¨®n con los cuatro capitales, y no s¨®lo con relaci¨®n al primero de ellos.
Esta comprensi¨®n integrada de la empresa es lo que, en nuestra opini¨®n, hace plausible hablar de la empresa ciudadana -o de la ciudadan¨ªa corporativa-. La empresa ciudadana es una organizaci¨®n que se concibe como empresa -y no, por tanto, como sustituta o invasora del Estado o como seductora o neutralizadora de los movimientos sociales o de las ONG-. Pero la asunci¨®n completa de sus responsabilidades es compleja: incluye un compromiso econ¨®mico, humano, social y medioambiental. Una empresa es ciudadana en la medida en que se valora desde su contribuci¨®n a la sociedad y no simplemente desde su capacidad de maniobra en el mercado y ante la legislaci¨®n.
Esta tendencia hacia una empresa ciudadana no es autom¨¢tica, ni se desarrolla por arte de magia, ni es la ¨²nica posible que se abre ante nuestros ojos. Requiere tambi¨¦n una cierta predisposici¨®n por parte de la Administraci¨®n, y presi¨®n y movilizaci¨®n sociales. La experiencia de otros pa¨ªses nos hace ver que muchos cambios se han producido por una combinaci¨®n, en dosis diferentes, de presi¨®n social hacia las empresas, por una parte, y de voluntad y disponibilidad a la apertura y el di¨¢logo por parte de las empresas, por otro. De hecho, muchas de las metodolog¨ªas que se est¨¢n desarrollando tienen en com¨²n que se centran en propiciar sistem¨¢ticamente el di¨¢logo de la empresa con su entorno y en traducir este di¨¢logo en instrumentos de gesti¨®n.
Ser¨ªa interesante preguntarse si en Catalu?a se detecta esta tendencia. Nuestra percepci¨®n es que existen empresas que tienen ya una tradici¨®n que sintoniza con esta perspectiva. Empresas de todo tipo, porque lo que vemos tambi¨¦n en otros pa¨ªses es que este planteamiento no depende del tama?o empresarial. Creemos que el reto consiste en convertirla en un fen¨®meno p¨²blico a partir de una voluntad de desarrollar y compartir experiencias concretas en esta direcci¨®n.
?ngel Casti?eira y Josep M. Lozano son profesores de ESADE
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