Los ni?os, bot¨ªn de guerra en El Salvador
Los ni?os eran robados despu¨¦s de las operaciones militares. En las zonas bajo control del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN). Despu¨¦s de la batalla algunos eran subidos a los helic¨®pteros. Nada se supo de estos hechos durante a?os. La primera noticia surgi¨® en una peque?a aldea, Guarjila, en el departamento de Chalatenango. La Comisi¨®n de la Verdad, que por mandato de la ONU investigaba las violaciones de los derechos humanos cometidos en El Salvador en la d¨¦cada de los ochenta, lleg¨® a ese lugar y tres campesinas denunciaron que sus hijos hab¨ªan sido robados en un operativo militar. Pero eso fue todo, porque cuando en 1993 se hizo p¨²blico el informe de la Comisi¨®n de la Verdad, no se dijo una palabra sobre la existencia de ni?os secuestrados durante la guerra.Sin embargo, para esas fechas, el jesuita vasco Jon Cortina ya estaba al tanto de que 50 ni?os hab¨ªan sido trasladados desde el campo de batalla hasta los cuarteles. Era uno de los m¨¦todos usados por el Ej¨¦rcito para obligar a la gente a abandonar las zonas de guerra. Aquellas madres dec¨ªan la verdad y ¨¦l tom¨® una decisi¨®n: buscar¨ªa a esos ni?os.
Jon Cortina piensa que la memoria no se rinde con parcheos. No cree que la paz, en El Salvador, necesite de una cierta capacidad de olvido. "Para empezar", asegura, "en este momento est¨¢ muriendo m¨¢s gente que durante la guerra, hay una violencia incontrolada". ?l mismo se protege m¨¢s que entonces, cuando viv¨ªa en Chalatenango, en medio de la batalla. Pero el peligro nunca le detuvo. Tampoco cuando comenz¨® a trabajar, pr¨¢cticamente solo, en la b¨²squeda de ni?os. "Bueno, ¨¦ramos dos, otra persona y yo; y ten¨ªamos una moto".
Empezaron recorriendo las aldeas cuyos habitantes hab¨ªan retornado de Honduras, adonde hab¨ªan ido huyendo de la guerra. Descubrieron que eran m¨¢s de quinientos los ni?os robados, que nadie sab¨ªa ad¨®nde hab¨ªan ido a parar. En abril de 1993, Cortina puso los primeros casos en el Juzgado de Primera Instancia de Chalatenango y en la Fiscal¨ªa General de la Rep¨²blica. Lo echaron con cajas destempladas. La Administraci¨®n no quer¨ªa hacer caso de un problema que era demasiado feo. Ahora, el jesuita intenta que el Parlamento apruebe una comisi¨®n nacional de b¨²squeda, pero en El Salvador ese af¨¢n no es compartido por todo el mundo. Muchos prefieren olvidar de una vez por todas los sufrimientos que la guerra supuso. Creen que es peligroso hurgar en heridas cerradas en falso. Y dentro del cruce de horrores, se dice que tambi¨¦n la guerrilla cometi¨® abusos con la infancia; por ejemplo, obligando a los adolescentes a empu?ar armas.
Para Cortina, en cambio, devolver a los ni?os es una aportaci¨®n a la verdad y a la reconciliaci¨®n. "No se trata de pedir que metan en la c¨¢rcel a este o a aquel militar. Pero s¨ª deseo que se pueda saber qui¨¦nes lo hicieron. Igual que el presidente Alfredo Cristiani reconoci¨® qui¨¦nes dieron la orden de matar a los jesuitas, tenemos que saber qui¨¦nes usaron a seres humanos como bot¨ªn de guerra; los secuestr¨®, les cambio de identidad y los trat¨® como una mera mercanc¨ªa".
Pero ese reconocimiento llevar¨ªa a la c¨¢rcel a los responsables. El robo de ni?os es un crimen de lesa humanidad. Y de acuerdo a la normativa internacional de los derechos humanos, no prescribe. "Nosotros s¨®lo queremos que se reconozcan los errores ante Dios y la sociedad. Nadie puede perdonar si no le piden perd¨®n. Si Dios no nos pide eso, ?por qu¨¦ nosotros vamos a ser m¨¢s generosos que Dios? Y el olvido es imposible. Yo nunca olvidar¨¦ a mis hermanos jesuitas muertos. El olvido es como pedirnos que dejemos de ser humanos. En cuanto al perd¨®n, necesitamos saber a qui¨¦n tenemos que perdonar".
Al principio, la misi¨®n que el jesuita hab¨ªa tomado sobre sus espaldas parec¨ªa una utop¨ªa. Cuando recorr¨ªa los poblados en busca de informaci¨®n sobre los ni?os secuestrados nadie cre¨ªa que su trabajo tuviera ¨¦xito. Ni siquiera los padres de esos ni?os esperaban gran cosa. Hab¨ªan dado a sus hijos por perdidos, por muertos. S¨®lo ¨¦l manten¨ªa la esperanza en ristre. Sin embargo, la situaci¨®n cambi¨® a finales de 1993, cuando encontr¨® a cinco ni?os y ni?as de los que figuraban en su lista de desaparecidos. Estaban en el orfanato de Santa Tecla, en la capital. En enero de 1994, cuando esos ni?os fueron devueltos a sus padres, el acontecimiento actu¨® como un revulsivo. La poblaci¨®n comprendi¨® que sus hijos perdidos s¨ª pod¨ªan ser hallados. Y surgi¨® una reflexi¨®n un¨¢nime: "Si ¨¦stos est¨¢n vivos, tal vez el m¨ªo tambi¨¦n lo est¨¦".
Los casos se multiplicaron, las solicitudes de b¨²squeda comenzaron a proliferar. Segu¨ªa sin servir para nada, porque oficialmente nadie se daba por enterado, pero Jon Cortina ya no estaba solo. Su trabajo se multiplic¨® en poco tiempo, y en 1994 fund¨® la Asociaci¨®n pro B¨²squeda de Ni?as y Ni?os Desaparecidos como Consecuencia del Conflicto Armado de El Salvador. Un d¨ªa, la asociaci¨®n recibi¨® una llamada de tres j¨®venes. Ellos eran, dijeron, unos de aquellos ni?os que se andaban buscando. Es decir, en poco tiempo no s¨®lo hab¨ªa quien buscaba a los ni?os, ¨¦stos incluso aparec¨ªan voluntariamente, deseosos de recuperar su verdadera identidad. Es entonces cuando Jon Cortina, rebasado por la amplitud que hab¨ªa adquirido su labor, pidi¨® ayuda a varias ONG europeas. Desde entonces, junto a ¨¦l trabajan otras 19 personas.
En la actualidad, la asociaci¨®n tiene 540 solicitudes de b¨²squeda y ha dado con el paradero de 98 ni?os. De ellos, 46 han aparecido en El Salvador y los otros 52 en varios pa¨ªses europeos, en Estados Unidos, Guatemala y Honduras. Los secuestros se practicaron por todo el pa¨ªs, pero es el departamento de Chalatenango, donde vive Cortina, el lugar con mayor n¨²mero de casos abiertos. All¨ª, con una guerrilla fuertemente enraizada, se dieron algunos de los combates m¨¢s importantes de la guerra. La ¨¦poca con mayor n¨²mero de secuestros fue la d¨¦cada de los ochenta, aunque hay casos de 1978 y 1979. En 1985 y 1986, el robo de ni?os disminuy¨® de manera radical.
Por lo general, los peque?os eran transportados a los cuarteles de las Fuerzas Armadas. All¨ª, algunos eran regalados por los militares a la gente de los pueblos cercanos que los solicitaba. Otros se los quedaron los mismos soldados. Se sabe que m¨¢s de veinte fueron adoptados por militares, quienes los inscribieron como hijos suyos, alterando su identidad.
En una segunda etapa, los militares se dieron cuenta de que los ni?os pod¨ªan suponer un negocio. Su actuaci¨®n se hizo m¨¢s sofisticada; se crearon redes de secuestro y venta en adopci¨®n, en connivencia con algunos abogados salvadore?os que preparaban adopciones fraudulentas. Era frecuente declarar a los ni?os en estado de abandono total, tanto material como moral, con lo que se facilitaba su venta. Por supuesto menudeaba la pr¨¢ctica de la mordida, para arreglar pronto y expeditivamente una adopci¨®n. Existe un documento, que ha sido desclasificado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, en el que el embajador de ese pa¨ªs en El Salvador informa a dicho departamento de que "algunos militares arrebatan a los ni?os del campo de batalla para venderlos despu¨¦s como negocio propio".
"A veces", dice Jon Cortina, "han surgido dificultades al producirse el reencuentro de los ni?os con sus padres. Algunos de estos j¨®venes acusaban a las familias de haberlos abandonado. Les hab¨ªan remachado esa idea en los orfanatos. Les dec¨ªan que estaban vivos gracias a la generosidad de las Fuerzas Armadas, que sus padres no les quer¨ªan y prefer¨ªan luchar al lado de la guerrilla, que los dejaron abandonados. Ha habido casos de ni?os que crecieron entre militares y ya adultos se incorporaron al Batall¨®n Atlactl, el m¨¢s sanguinario de los que actuaron durante la guerra; el que mat¨® a los jesuitas hace ahora 10 a?os".
La ¨²ltima reflexi¨®n que se hace Jon Cortina es clara: "S¨¦ que si pido justicia no estar¨¦ en buena relaci¨®n con los poderes establecidos, pero no creo que, viendo lo que pasa, Jes¨²s se hubiera callado. Por eso sigo luchando".
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