Kohl, un coloso en ruinas
El esc¨¢ndalo de las cuentas secretas de la CDU est¨¢ creando una nueva situaci¨®n pol¨ªtica en Alemania. La constataci¨®n de que Helmut Kohl transgredi¨® la ley al servicio de su propia concepci¨®n patriarcal de la Uni¨®n Cristiana Democr¨¢tica puede tener consecuencias pr¨¢cticas en el futuro -las elecciones federales en 2002- y confronta a la sociedad con una representaci¨®n del pasado -los 16 a?os de la era Kohl- con m¨¢s claroscuros de los que hasta ahora se le atribu¨ªan.En noviembre, cuando se conmemoraba el d¨¦cimo aniversario de la ca¨ªda del muro, Kohl fue tratado como un h¨¦roe nacional. Su gruesa figura protagoniz¨® coloquios y una sesi¨®n del Bundestag en la que el canciller Gerhard Schr?der fue un personaje de segunda fila.
Poco despu¨¦s, comenzaba la cadena de revelaciones que, de forma progresiva pero implacable, est¨¢n convirtiendo al coloso Kohl en una ruina. Tras enterarse de que un comerciante de armas hab¨ªa entregado un mill¨®n de d¨®lares a la CDU -en una maleta- aparentemente para agradecer el permiso de exportaci¨®n de una partida de tanques a Arabia Saud¨ª, los alemanes vieron el 16 de diciembre por televisi¨®n c¨®mo su ex canciller reconoc¨ªa que hab¨ªa recibido "en efectivo" entre 1,5 millones y 2millones de marcos (de 126 millones a 168 millones de pesetas) de donantes an¨®nimos entre 1993 y 1998. La direcci¨®n de la CDU exhort¨® -y exhorta en vano hasta ahora- al excanciller a revelar los nombres de los mecenas y facilitar as¨ª la investigaci¨®n. Kohl ha dejado de asistir a las reuniones de la CDU y calla.
Mientras tanto, la CDU atraviesa por un proceso de ruptura doloroso que muchos comparan con la imagen freudiana de "matar al padre". En este asesinato dilatado, unos pol¨ªticos est¨¢n m¨¢s avanzados que otros. Angela Merkel, la secretaria general, que fue ministra de Kohl durante ocho a?os, ha encabezado la operaci¨®n para que el partido abandone al padre y se haga cargo de su destino como un adulto.
Merkel no ten¨ªa el apoyo de Wolfgang Sch?uble, el presidente de la CDU, cuando acus¨® p¨²blicamente a Kohl de estar perjudicando al partido. A medida que pasan los d¨ªas, sin embargo, Sch?uble hace progresos en la ruptura. En v¨ªsperas de la reuni¨®n anual de Norderstedt, ha dicho que la CDU debe buscar su "propio perfil", porque "desde la derrota electoral del 27 de septiembre de 1998, la era Kohl se ha acabado". Los comentaristas discuten ahora si la frase del pol¨ªtico, uno de los miembros de la generaci¨®n que puede ser v¨ªctima colectiva de Kohl, tiene contenido o es una banalidad.
Los dirigentes de la CDU no saben c¨®mo juzgar a Kohl. La cuesti¨®n es c¨®mo combinar sus m¨¦ritos con las desagradables peculiaridades que salen a la luz: su falta de confianza en los que le rodeaban, los compadreos secretos y el tratamiento del poder como una propiedad.
Los alemanes estaban cansados de Helmut Kohl en 1998 y el canciller perdi¨® las elecciones. Los sentimientos que ahora les embargan van m¨¢s all¨¢ del rechazo pol¨ªtico y tienen que ver con la "decepci¨®n" y con el desmoronamiento de la imagen que mejor sentaba a Kohl: la del alem¨¢n "inofensivo".
"A Kohl hay que meterlo en la c¨¢rcel porque ha transgredido la Constituci¨®n", exclama un berlin¨¦s de a pie. "Kohl perdi¨® el sentido de la realidad y lleg¨® a creer que el poder le pertenec¨ªa", dice un antiguo colaborador del canciller, hoy profundamente deprimido. "Helmut Kohl debe mantener su esca?o, pues en el Parlamento alem¨¢n tienen que estar representados todos los grupos sociales, incluidos los delincuentes", se?ala el cabaretista J¨¹rgen Becker en Die Woche. Por su parte, el diario Frankfurter Rundschau ha iniciado una serie en la que se analiza c¨®mo reaccionan los pa¨ªses europeos ante las dificultades de Kohl. Seg¨²n la serie, los franceses se alegran de que la financiaci¨®n ilegal de los partidos no sea una especialidad de Par¨ªs y los belgas miran el asunto desde su perspectiva nacional de sobornos en torno a la industria de armamento.
Las victorias de la CDU en los comicios regionales de 1999 hicieron olvidar al partido la necesidad de renovarse. Angela Merkel mantuvo siempre los pies en el suelo, pero cultivar la ilusi¨®n ha sido el clima dominante en el partido. Tras considerar la coalici¨®n rojiverde como un episodio breve antes de volver al poder en 2002, la CDU se enfrenta hoy a la posibilidad de una larga traves¨ªa del desierto (de dos legislaturas) y tal vez a procesos de descomposici¨®n interna dif¨ªciles de predecir. La soci¨®loga Elisabeth Noelle-Neumann, que trabaj¨® con Kohl, ha advertido del peligro de que la CDU se divida. Y la Pitonisa del lago Constanza rara vez se equivoca.
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