"Soy de aqu¨ª pero voy a morir all¨¢"
A sus 79 a?os, Nicol¨¢s L¨®pez de Lacalle tiene claro que la vida no se puede cambiar: "Estoy muy contento de ver de nuevo Vitoria, pero mi tierra est¨¢ en Rosario, Argentina". Este alav¨¦s de Az¨¢ceta, que sali¨® hace casi medio siglo de casa y llevaba 31 a?os sin volver a la capital alavesa, es de los que un d¨ªa se liaron la manta a la cabeza y se marcharon en busca de mejor fortuna a Am¨¦rica, primero, y luego a Australia. All¨ª se cas¨® con Josefina Ayala, despu¨¦s de un noviazgo de dos a?os por correspondencia, y regres¨® de nuevo a Argentina en 1968, donde -como tantos emigrantes en cientos de pa¨ªses- quiz¨¢s no encontr¨® fortuna, pero s¨ª asentamiento definitivo. Ahora, ha vuelto a Vitoria gracias a la iniciativa "Te los traemos a casa" del Deportivo Alav¨¦s y la Diputaci¨®n Foral por la que un socio del club (en este caso el marido de una sobrina de Nicol¨¢s) cuenta con facilidades para traer a un pariente que viva en el extranjero. "Ahora no me hubiera ido de Vitoria", comenta Nicol¨¢s al ver los cambios que ha sufrido la ciudad en estos treinta a?os. Pero la inquietud de la juventud le llev¨® a recorrer mundo: "Siempre en busca de conocer tierras nuevas", comenta Nicol¨¢s L¨®pez de Lacalle. Como tantos otros de su generaci¨®n, escap¨® por necesidad de una Espa?a gris, pobre y aburrida en busca de otros horizontes.
Y vaya si los encontr¨®. Mejores y peores. Estos ¨²ltimos le llegaron a Nicol¨¢s L¨®pez de Lacalle cuando desert¨® de un barco en Australia, ante la intransigencia de un capit¨¢n bermeano que hac¨ªa la vida imposible a la tripulaci¨®n. Recorri¨® la inmensidad de la isla oce¨¢nica para acabar trabajando, primero, en la construcci¨®n de su ferrocarril, y m¨¢s tarde, cortando ca?a. Entre unas cosas y otras, fueron 17 los a?os que pas¨® el intr¨¦pido alav¨¦s en Australia.
De all¨ª, tras una breve escala en Espa?a, vuelta a la Argentina en la que hab¨ªa encontrado su primer trabajo antes de embarcarse. Ya casado y con un hijo, el esp¨ªritu de aventura fue decayendo para convertirse en una persona instalada. Y en un feliz jubilado, al que su hijo todav¨ªa le advierte de que hay que arraigar. "Est¨¢ claro que mi tierra est¨¢ en Argentina y, aunque, en Vitoria est¨¦n mis or¨ªgenes, tengo que morir all¨¢", comenta con lucidez este seguidor del aventurero alav¨¦s Manuel Iradier.
En su regreso, ha encontrado Vitoria muy transformada. "No es como Nueva York o Sidney, claro, pero s¨ª ha crecido incre¨ªblemente en estos ¨²ltimos treinta a?os y se ve que la gente ha cambiado a mejor", explica Nicol¨¢s L¨®pez de Lacalle. "Eso s¨ª, la vida la veo un poco cara", apostilla el hoy ciudadano argentino.
Ahora, volviendo la mirada atr¨¢s y sin arrepentirse de nada, Nicol¨¢s L¨®pez de Lacalle se quedar¨ªa en casa: "Uno llega a esta edad sin darse ni cuenta de lo que podr¨ªa haber pasado. Unos, por demasiado ligeros; otros, por demasiado lerdos nunca acabamos estando satisfechos del todo". El colof¨®n a su visita la tendr¨¢ este aficionado al f¨²tbol el domingo con la asistencia al derby entre el Alav¨¦s y el Athl¨¦tic, despu¨¦s de una atareada estancia dedicada a visitar familiares, viejos amigos y atender compromisos sociales.
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