Entre lady Di y el anticristo
Lamentable, s¨ª. Sin duda. Ser¨ªa mejor que estas cosas no ocurrieran. Pero en la escala de horrores que padece el planeta no se podr¨ªa clasificar en los primeros rangos el crimen que cometi¨® David Beckham el jueves pasado en Brasil en el partido que su equipo, el Manchester United, empat¨® 1-1 contra el Necaxa de M¨¦xico. Los ingleses lo ven diferente. Despu¨¦s de pasar los ¨²ltimos d¨ªas en Inglaterra leyendo las portadas de los peri¨®dicos, siguiendo los debates por radio y televisi¨®n, un visitante de Marte tendr¨ªa que deducir que se hab¨ªa desatado la tercera guerra mundial o, como m¨ªnimo, que el susodicho deportista acababa de ser desvelado como el verdadero Jack el Destripador.Los hechos reales son menos interesantes. La expulsi¨®n de Beckham fue merecida pero nadie muri¨®. Su v¨ªctima, Jos¨¦ Mili¨¢n, sigui¨® jugando el resto del partido al mismo nivel de rendimiento que cuando lo comenz¨®. La prensa inglesa vi¨® la falta que cometi¨® el mejor jugador ingl¨¦s de los ¨²ltimos tiempos, el bal¨®n de plata europeo, de otra manera. "?Diab¨®lico!", clamaron, "brutal"; "lun¨¢tico"; "atroz". Como si de la guerra en Chechenia, o de una masacre en Burundi, se tratase. Evidentemente el an¨¢lisis o, mejor dicho, el psicoan¨¢lisis del esc¨¢ndalo que ha desatado la primera tarjeta roja que ha recibido Beckham desde junio del 98 no tiene nade que ver con el deporte. Tiene que ver con la sociedad inglesa, con las necesidades que sus medios (se venden 13 millones de peri¨®dicos al d¨ªa en Gran Breta?a) alimentan. ?Cuales son estas necesidades? Apuntemos. 1. Un hambre por conocer los pormenores de las vidas de los celebrities que la muerte de Diana no ha disminuido. Cada vez que Beckham y su mujer, Victoria Adams, de las Spice Girls, estornudan la jaur¨ªa de fot¨®grafos que los acompa?a capta el momento para la historia. Antes de la bomba de la tarjeta roja en el Maracan¨¢ la noticia m¨¢s grande del milenio en la democracia mas antigua del mundo fue la revelaci¨®n, transmitida por la venerable BBC, de que Beckham a veces se pone las bragas de su esposa. 2. Relacionado con el tema de las bragas, una obsesi¨®n sexual expresada con vulgaridad. En cada partido que Beckham juega en Inglaterra los hinchas rivales, miles de ellos, se ponen a cantar una canci¨®n cuya letra consiste en cuestionar si sodomiza a su mujer. Otra propone la tesis que su hijo de diez meses es homosexual. 3. La envidia a los que tienen mucho dinero. Nunca falta un comentarista que opine que el problema de Beckham (dos expulsiones en 18 meses) parte de sus excesivos ingresos salariales. (El argumento tendr¨ªa m¨¢s validez si los mismos comentaristas propusieran la abolici¨®n del mercado libre.) 4. La envidia al ¨¦xito ajeno. Beckham es la gran figura del ¨²nico equipo que salva a Inglaterra de lo que ser¨ªa, si no, la mediocridad absoluta en el deporte mundial. Hasta en el cricket, aquel gran s¨ªmbolo de la identidad inglesa, ocupan el ¨²ltimo puesto en el ranking internacional.
Por todos estos motivos, y m¨¢s, Beckham se ha convertido a la luz p¨²blica en lo que un amigo londinense llama una mezcla del anticristo y la Princesa Diana. Ayer, sin ir m¨¢s lejos, The Mirror public¨® que la polic¨ªa brit¨¢nica hab¨ªa desbaratado en noviembre un intento de secuestro al hijo de David y Victoria. Una muestra m¨¢s de la presi¨®n que soporta Beckham.
Lo mejor para el pobre hombre rico es que haga lo que propon¨ªa el s¨¢bado el Times de Londres (un peri¨®dico relativamente serio que s¨®lo compra el 5% de los lectores inlgeses). Que huya de las islas. Que busque Beckham un refugio en Espa?a o en Italia, antes de que sus compatriotas lo asfixien.
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