Sondeos
Las ¨²ltimas entregas publicadas de sondeos preelectorales mantienen una repetida distancia de cuatro o cinco puntos a favor del partido del Gobierno, que consolidar¨ªa la misma ventaja obtenida en los comicios europeos de junio pasado, cuando la lista encabezada por Loyola de Palacio venci¨® netamente a la que lideraba Rosa D¨ªez. ?Pero valen estos sondeos como pron¨®sticos fiables, susceptibles de ser proyectados como anticipo de los resultados que se obtendr¨¢n el pr¨®ximo marzo? Seguramente no, pues el ej¨¦rcito de reserva de los votantes indecisos desvirt¨²a todas las estimaciones avanzadas por los cocineros demosc¨®picos y, adem¨¢s, lo m¨¢s probable es que el efecto de la abstenci¨®n resultante sesgue los votos de las diversas candidaturas de modo diferencial, favoreciendo a unos y perjudicando a otros con arreglo a un reparto territorial imposible de cuantificar de antemano.De ah¨ª que tales sondeos s¨®lo sirvan para crear un clima de opini¨®n sobre lo que se espera que suceda, estimando una distribuci¨®n de probabilidades con arreglo a las cuales los posibles votantes calculan sus futuras apuestas electorales. Lo que no es poco, pues a menudo las expectativas previas sobre lo que pueda suceder modifican en un sentido u otro la decisi¨®n de voto, incluida la opci¨®n absentista. En este sentido, muchos sospechan que la publicaci¨®n de los sondeos actuales perjudicar¨¢ sobre todo al PP, v¨ªa abstenci¨®n, y a IU, al penalizar su voto in¨²til. Y, de suceder as¨ª, el gran beneficiario ser¨ªa el PSOE, que por defecto se lucrar¨ªa tanto de los votos cesantes del PP como de los votos tr¨¢nsfugas de IU. Por eso el comando Rubalcaba ha saludado los sondeos demosc¨®picos con incredulidad mal disimulada, anunciando que habr¨¢ sorpresas capaces de desmentir la cocina preelectoral.
?Es realista esta ut¨®pica esperanza del PSOE o se trata del cuento de la lechera: un wishful thinking o castillo en el aire que les hace confundir sus deseos de grandeza con la dura realidad macilenta? Lo cierto es que, hoy por hoy, la victoria del PP parece m¨¢s probable que nunca, sin que haya sorpresas que valgan. Es verdad que el PSOE mantiene intacto su hist¨®rico granero del subdesarrollo meridional y que, por el otro extremo, ha potenciado sobremanera su feudo catal¨¢n gracias a la regeneraci¨®n c¨ªvica debido al efecto Maragall. Por tanto, no cabe duda de que su suelo electoral se mantiene intacto.
Pero de ah¨ª a remontarse hasta el techo de la victoria en las urnas hay un gran trecho, que, por el momento, no parece que se pueda superar. En particular, Valencia y sobre todo Madrid tienen la culpa de que el PSOE actual no pueda ganar las elecciones. Se recordar¨¢ que en el 96 los socialistas perdieron Madrid por 600.000 votos, venciendo en el resto de Espa?a por 300.000. Pues bien, desde entonces esta decisiva derrota madrile?a se ha consolidado e incluso acentuado, compensando con creces la ventaja barcelonesa y extendi¨¦ndose adem¨¢s a Valencia y otras capitales urbanas de clase media. Y es que se olvida que quien toma Madrid gana Espa?a entera, mal que le pese a la periferia.
?Se puede reconquistar Madrid? Ma?ana ya veremos, pero hoy por hoy parece imposible. Los sobreeducados babyboomers capitalinos no quieren saber nada del partido responsable de Filesa y los GAL: as¨ª de simple y as¨ª de natural. Por tanto, mientras los socialistas no sepan explicar a la opini¨®n p¨²blica c¨®mo pudieron caer tan bajo, los ciudadanos no podr¨¢n volver a confiar en ellos. Esto explica que ahora el PSOE sea incapaz de explotar electoralmente la corrupci¨®n pol¨ªtica del PP, pues mientras no se redima en p¨²blico de su propia ca¨ªda, renovando por completo su equipo dirigente, carecer¨¢ de autoridad moral para juzgar a Aznar, otorgando a ¨¦ste licencia para abusar del poder con patente de impunidad. En suma, la reconquista de Madrid exige previamente una refundaci¨®n del PSOE: una suerte de tercera v¨ªa pol¨ªtica que, como ha hecho Maragall con el PSC, reconstruya un nuevo contrato c¨ªvico-moral entre los socialistas y la ciudadan¨ªa, recuperando as¨ª su cr¨¦dito democr¨¢tico y la fe civil en la cosa p¨²blica.
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