Cocineros y frailes
L¨®gicamente, todo artista es un cr¨ªtico frustrado. La belleza consumada, el orden justo del mundo, la paz con tu propia persona; valores desiderativos que el creador echa de menos en cuanto abre los ojos al exterior. Desde que advierte -como un ni?o ante las primeras durezas de la adolescencia- que su raz¨®n no tiene uso, porque sus facultades reformadoras de lo real son peque?as y colaterales comparadas a las del l¨ªder pol¨ªtico o el hacedor de imperios econ¨®micos.Resolver los malos rollos con una rese?a que rectifica errores, ense?a virtudes y defectos y emite un juicio final: qu¨¦ bicoca ser cr¨ªtico.
Los artistas del cine se han amotinado contra sus parientes lejanos de la cr¨ªtica, siendo Francia en esto, como en casi todo, la adelantada. Tambi¨¦n unos cuantos cineastas italianos hablan de tomarse la justicia por su mano, mientras que en los cuatro espa?oles consultados hay para todos los gustos; desde el que afloja la soga (Cuerda) hasta el ¨¢ngel exterminador (Bajo Ulloa), que, alica¨ªdo por las picaduras sufridas, los llama par¨¢sitos; menos mal que no los ha llamado mariposos. Por otro lado, me llega que en algunas ciudades espa?olas poetas y novelistas escocidos se apuntan al bombardeo haciendo acopio de repelente contra esa plaga.
La caza del cr¨ªtico no ha hecho m¨¢s que empezar.
El asunto me concierne doblemente, pero temo que esta pol¨¦mica no presenta nada nuevo bajo el sol de 2000. En un mundo pr¨¢ctico y expeditivo es cierto que la labor de unos se?ores que cobran (poco) por escribir a veces malhumoradamente de lo que otros hacen con un gran esfuerzo entusiasta podr¨ªa ser innecesaria. ?Pero hay algo m¨¢s superfluo, si queremos ser s¨®lo eficientes, que el libro de poemas, la pel¨ªcula sin concesiones, el cuadro que no retrata a la propia madre? Para Ortega y Gasset el arte era una tabla de salvaci¨®n en el cabo sin buena esperanza de nuestra vida, mas si de lo que se trata -negando la marejada del temporal- es de ganar dinero y salir bien parado en los medios, el salvavidas se nos ha quedado demod¨¦.
Hay muy malos cr¨ªticos (en una proporci¨®n semejante a la de artistas malos); la cr¨ªtica nunca puede ser mala.
Un punto llama la atenci¨®n en el manifiesto de los franceses: la propuesta de que las cr¨ªticas se publiquen cuando la pel¨ªcula ya haya respirado, bien o mal, en taquilla. Que esto se diga en Francia, el pa¨ªs valeroso que lleva a?os defendiendo la cl¨¢usula de la excepci¨®n cultural para el cine, me produce esc¨¢ndalo. Yo veo bien, porque es la costumbre, que al llegar con tu cesta a un mercado no haya un cr¨ªtico en la puerta para decirte: "Esas manzanas no, que est¨¢n pochas. ?Los melones? ?Ni se te ocurra!". Compro los postres y el pescado, pidiendo la vez a la ¨²ltima, y me voy a casa a hacer la cena. Las naranjas salen a veces muy c¨ªtricas, y el pescado harinoso. El pr¨®ximo d¨ªa quiz¨¢ cruce al puesto de enfrente.
El espectador de cine un poco atento lo puede hacer: ir a la de Tavernier si el ¨²ltimo Techin¨¦ estaba pasado. Su ventaja respecto al comprador de patatas es que si en el gran mercado del cine surge una maravillosa pel¨ªcula de un pa¨ªs que exporta poco, o un cultivador independiente y ecol¨®gico produce lo m¨¢s sustancioso de la temporada, el cr¨ªtico es muy probable que se lo advierta, mientras le desanima a gastar su dinero en esa fruta envuelta en celof¨¢n rutilante que dentro lleva gusano.
El m¨¢s agrio en el minisondeo espa?ol era Vicente Aranda. Su pel¨ªcula La mirada del otro fue vapuleada dur¨ªsimamente por la cr¨ªtica, lo cual (pese a las buenas artes de base, la novela de Fernando G. Delgado, el gui¨®n de ?lvaro del Amo, algunos actores espl¨¦ndidos, la propia mano de Aranda, que ya sabemos que es maestra) a m¨ª me pareci¨® justificad¨ªsimo. En la siguiente, Celos, Aranda se veng¨® haciendo zapatero, melonero y hortera a los tres cr¨ªticos m¨¢s feroces. Una rabieta infantil. ?Ha respondido la cr¨ªtica con la justicia imperturbable que hay que exigirle? Yo dir¨ªa que no, pues Celos es una de las mejores pel¨ªculas del a?o (s¨®lo su final bajo la lluvia vale por las blandengues nader¨ªas que ¨²ltimamente triunfan) y, entre todos -Academia del Cine incluida-, la han dejado pasar sin pena ni gloria.
Pero ¨¦sa es otra historia. La del gusto. Los cr¨ªticos lo tienen, como tienen madre. Y puede ser bueno y malo. Exactamente lo mismo que les pasa a los artistas.
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