El Domo de Blair naufraga
El gobierno laborista de Tony Blair lo ha descrito como el m¨¢ximo monumento al siglo que se fue y al que acaba de llegar; una combinaci¨®n de arte y creatividad sin par en la historia. Sus cr¨ªticos, y no s¨®lo los de la oposici¨®n conservadora, parecen estar en un concurso entre quien se aproxima m¨¢s al proyecto de por lo menos 758 millones de libras esterlinas (unos 200.000 millones de pesetas) con una definici¨®n m¨¢s adecuada: ?es un elefante blanco? ?un Titanic a orillas del T¨¢mesis?.Las encuestas demuestran que el inter¨¦s p¨²blico no ha deca¨ªdo, pero la elocuencia de los brit¨¢nicos no ha hecho sino producir exclamaciones ante lo que han podido ver dentro de la c¨²pula que de lejos parece un platillo volador enclavado por una docena de palillos chinos justo en el meridiano de Greenwich. Desde su inauguraci¨®n por la Reina Isabel II la medianoche del 31 de diciembre, el complejo entoldado de pl¨¢stico que abarca la superficie de nueve canchas de f¨²tbol y emerge con enigm¨¢tica majestuosidad en el panorama de Londres, el Domo del Milenio es hoy lo que ciertos cr¨ªticos definen como una multimillonaria broma de mal gusto. Est¨¦tica aparte, lo que Domo representa para el diario opositor The Daily Telegraph es "un hu¨¦rfano, el Oliver Twist de la arquitectura brit¨¢nica".
Si se pudiese calificar de triunfo al m¨¢s ambicioso proyecto creativo de cool Britannia que la sempiterna sonrisa de Tony Blair propone a todo lo que hacen los neolaboristas, ¨¦ste es liliputiense en t¨¦rminos de impacto y de rentabilidad. La noche del estreno fue una pesadilla para los 12.000 invitados especiales, muchos de los cuales tuvieron que esperar seis horas en la estaci¨®n del tren. Otros muchos invitados, no recibieron la tarjeta a tiempo. El papel¨®n comenz¨® desde el principio por la ca¨®tica dimensi¨®n que adquiri¨® lo que en la mente del Gobierno pretend¨ªa ser el s¨ªmbolo gr¨¢fico de la Tercera V¨ªa, en su cap¨ªtulo de educaci¨®n y el tipo de espect¨¢culo que atrae al p¨²blico, al que Blair hab¨ªa prometido la "fiesta m¨¢s grande del mundo".
La apertura de ese monumento (por cierto, esbozado por los conservadores del Gobierno anterior) simplemente no funcion¨®. Nerviosa, una de las numerosas representantes del Domo admiti¨® los defectos como una enfermera que explica a una madre que los forceps eran demasiado estrechos, pero que al final, todo pasar¨¢.
El Domo ofrece una experiencia interesante y rara; innovadora pero indefinida; impactante en su dimensi¨®n, pero hay que usar una lupa para estudiar el contenido. La pregunta que uno se hace al salir de lo que supuestamente es lo m¨¢s impetuoso del sentido magistral de la creatividad brit¨¢nica es si se trata de una reinvenci¨®n de Disneylandia. Pasmo crea, pero el sabor se pasa r¨¢pido. En resumen: Estad¨ªsticas publicadas en las ¨²ltimas 48 horas acusan una vertiginosa ca¨ªda de la compra de billetes para ir a ver el Domo, al precio medio de 40 libras esterlinas (unas 11.000 pesetas) para una familia de cinco miembros.
El fantasma del fracaso se cierne sobre el gran circo brit¨¢nico y ninguno de los diarios siente compasi¨®n por un fiasco anunciado. Los organizadores del autodenominado El espect¨¢culo m¨¢s grande del mundo no quieren dar detalles. Siete veces se le pregunt¨® a Jennie Page, la jefa de la empresa La Nueva Experiencia del Milenio cuantos billetes se hab¨ªan vendido. Y siete veces se excus¨® de dar cifras. Peter Mandelson, el exministro de Comercio y el hombre a quien Blair le hab¨ªa encargado la construcci¨®n de un gran circo que pusiera a Londres en el mapa universal, recurri¨® al m¨¢s desgastado estereotipo: culpar a la prensa. A juzgar por la r¨¢pida reducci¨®n de las colas, la curiosidad va en vertiginoso descenso. Anoche fuentes del Domo dijeron que s¨®lo 20.000 personas hab¨ªan visitado el monumento. En las cifras oficiales se esperan 35.000 por d¨ªa durante los pr¨®ximos doce meses.
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