El mundo civil ya ha condenado a Pinochet
No cabe duda de que los familiares de las v¨ªctimas de Augusto Pinochet o todos aquellos que hayan sobrevivido a la masacre que puso en marcha sentir¨¢n, ante la noticia de la pr¨®xima liberaci¨®n del dictador, un sentimiento de injusticia y de impotencia. Llegar a verlo frente a un tribunal para responder de los asesinatos y de las torturas que llev¨® a cabo despu¨¦s de un golpe de Estado en un pa¨ªs regido por una democracia, era una recompensa moral para todos aquellos que creen en los derechos del hombre, derechos que el general Pinochet pisote¨® de manera nefanda.Pese a todo, sigue existiendo un hecho hist¨®rico incontrovertible: sea como sea, la opini¨®n p¨²blica mundial ha promulgado ya un juicio moral contra este dictador, gracias a la orden internacional de captura que un juez espa?ol emiti¨® contra ¨¦l y que provoc¨® que fuera retenido durante un largo periodo mediante arresto domiciliario en un pa¨ªs de la Europa democr¨¢tica, mientras la prensa libre daba amplia cuenta de sus fechor¨ªas pasadas y del debate suscitado en torno a un posible proceso en su contra. Proceso que en su pa¨ªs, con la inmunidad que se hab¨ªa procurado, hubiera sido impensable.
El arresto de Pinochet constituye en cierto modo, con toda la timidez que se quiera, una primera afirmaci¨®n de un derecho internacional que se va delineando en el mundo y que nos hace esperar que en el futuro los responsables de genocidios, de masacres, de limpiezas ¨¦tnicas, de torturas sistem¨¢ticas y de otros cr¨ªmenes contra la humanidad dejen de sentirse libres e intocables como lo hab¨ªan sido hasta ahora en este siglo de totalitarismos.
Hoy en d¨ªa, los personajes de esa cala?a saben que, si cometen atrocidades en sus pa¨ªses, no podr¨¢n ya ir de compras, tranquila e impunemente, por Londres, por Par¨ªs, por Roma o por cualquiera otra de nuestras ciudades, o admirar nuestros monumentos como si fueran serenos turistas.
Un caso como el de Pinochet, en cierto modo, ha contribuido al crecimiento de la conciencia civil en el seno de la sociedad. Lo cual, creo yo, supone una gran novedad de nuestro tiempo. Se trata de un despertar civil que cuenta ya con numerosas manifestaciones en todo el mundo, de los M¨¦dicos sin Fronteras que han recibido el Premio Nobel de la paz en 1999 a otras muchas organizaciones de solidaridad como el Parlamento Internacional de los Escritores.
Nuestro recuerdo se dirige en estos momentos a los intelectuales, a los artistas y a la mayor¨ªa del pueblo chileno, que tanto hubieron de sufrir bajo aquella largu¨ªsima dictadura.
No s¨¦ cu¨¢ntos de entre los lectores recuerdan hoy los nombres de Violeta Parra, cuyas canciones prohibi¨® la dictadura, y de V¨ªctor Jara, poeta y m¨²sico desaparecido despu¨¦s de atroces torturas. A V¨ªctor Jara, que tocaba con su guitarra las melod¨ªas tradicionales chilenas, los torturadores del general le cortaron las manos. Y s¨¦ bien cu¨¢nta violencia tuvo que soportar el amigo Luis Sep¨²lveda, que hoy vive en Espa?a, en Gij¨®n. Su odisea personal, y la del pueblo chileno, nos la ha contado en muchos de sus hermosos libros y art¨ªculos: su captura, las humillaciones de la prisi¨®n y su fuga. Hoy vive entre nosotros, querido, respetado y seguido por miles de lectores. El general que se ensa?¨® contra ¨¦l y contra su gente regresa a su pa¨ªs, devuelto por el Gobierno brit¨¢nico, que lo considera demasiado viejo y enfermo para afrontar un proceso. No regresa como vencedor, de eso no cabe duda.
Antonio Tabucchi es escritor italiano.Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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