La tierra es un globo donde vivo yo GUILLEM MART?NEZ
El contenido de los minutos. Desde principios de mes usted puede ir al Passatge Cirvumval.laci¨® -detr¨¢s de la estaci¨®n de Francia-, pagar 2.000 calas a un se?or y subirse en el mayor globo cautivo de Europa. El globo, a su vez, le sube a usted hasta los 150 metros. La cosa consiste en mirar la ciudad y en decir la part¨ªcula oh, o, seg¨²n las afinidades electivas, collons y, posteriormente, bromear con la novia. O el novio. O, y para ser a¨²n m¨¢s politically correct, con ambos dos a la vez. La altura tiene cierto componente de cosa incomprensible, de manera que uno se queda fascinado y puede pasarse horas as¨ª, mirando la nada o la tierra desde las alturas. Es curioso, pero sucede lo mismo cuando miras un caballo, una hoguera o un beb¨¦. De todo ello se desprende que tampoco comprendemos un caballo, una hoguera o un beb¨¦. Y que, alg¨²n d¨ªa, y por eso mismo, mirar un caballo, una hoguera o un beb¨¦ costar¨¢, en todo caso, 2.000 calas los 10 minutos.Una ciudad con propensi¨®n a los grandes globos. Ignoro qui¨¦n es el gran ide¨®logo de la cosa. Pero es una gran idea. Dar pie a que la ciudadan¨ªa se fascine con un globo es, por otra parte, algo que enlaza con una tradici¨®n de fascinaci¨®n de los ciudadanos de esta ciudad por los globos. En ese tiempo que va desde que un grupo de pijos romanos aficionados al dise?o empezaron a obrir Barcelona al mar hasta esta ma?ana a primera hora, cuando Barcelona ya est¨¢ completamente abierta de patas al mar ese, hubo un periodo en el que los barceloneses se fascinaron absolutamente por los globos. Los globos fueron todo un fen¨®meno de masas durante el siglo pasado. Generaron hasta una especialidad gastron¨®mica barcelonesa, la bomba -a los globos, en el XIX, los llam¨¢bamos bombas-, una tapa que vive desterrada en la Barceloneta, barrio en el que sus habitantes viven abiertos al mar, es decir, felices, en casas de un cuarto de casa y sin ba?o. En ese destierro, la bomba, snif, espera a que Ferran Adri¨¤ llegue, la exponga a una lluvia de neutrones y la ponga en su carta a 8.000 la bomba.
El primer globo colectivo. La Barceloneta fue el epicentro del fen¨®meno globo/bomba en el siglo pasado, como este siglo ha sido epicentro del globo de la abertura marina. Los espect¨¢culos de bombas -los barceloneses consideraron que eran un espect¨¢culo; para ver ascender un globo, pagaban entrada- se desarrollaban en el Tor¨ªn, una plaza de toros divertida hasta en su construcci¨®n. El primer piso era de piedra. El resto era de madera, para no estorbar a los proyectiles de la Ciutadella. Bueno. La gente iba a la plaza. Pagaba entrada, ve¨ªa c¨®mo el globo sub¨ªa al cielo y luego sal¨ªa corriendo de la plaza, a seguir al globo ese. Supongo que en todo ese trance la gente se re¨ªa con la boca llena de dientes. El primer aeronauta de la ciudad fue Monsieur Arban. Era 1847. Arban iba vestido de marinero -como los globos no eran cosa de la infanter¨ªa, durante cierto tiempo se entendi¨® que eran cosa de la marina-. Su espect¨¢culo consist¨ªa en subirse a un globo con su se?ora. Un d¨ªa, el d¨ªa de su apogeo, dej¨® a su se?ora y subi¨® a un tal Eudaldo Munn¨¦, el primer catal¨¢n aerotransportado. Desde las alturas Arban tiraba dulces, flores y versos -se conserva un poema de Antonio Bufarull dedicado a la gesta de Eudaldo Munn¨¦; tr¨¢iler: "hacedlo as¨ª, y ciudad que no se escite / no habr¨¢ al llegar el eco placentero / cuando al dar la noticia aqueste grite / en todo el catal¨¢n es el primero"-. Esta ascensi¨®n finaliz¨® 50 minutos despu¨¦s y "sobre el punto donde existi¨® el convento de San Ger¨®nimo del Valle de Ebron", dice El Brusi del 20 de septiembre de 1847. El peor d¨ªa de la vida de Arban, tambi¨¦n subi¨® sin su mujer. Hac¨ªa un viento llamativo, y el se?or Arban decidi¨® suspender el espect¨¢culo. Pero -informa La Ilustraci¨®n. Peri¨®dico Universal, Madrid-, "temiendo Arban una mala reacci¨®n del p¨²blico si se negaba [a ascender] orden¨® a su mujer que se bajase de la barquilla, cosa que hizo con l¨¢grimas en los ojos". "Al elevarse de nuevo, el fuerte viento le arrastr¨® hacia el mar, desapareciendo para siempre". Se inici¨® el gran misterio Arban, "en cuyo secreto creemos s¨®lo a Dios iniciado... ?Cu¨¢n horribles habr¨¢n sido sus angustias!, ?cu¨¢n amargos los postreros instantes de su vida!". Conmovido por el final de Arban, las l¨¢grimas de madame Arban y la barbarie del p¨²blico de Arban, el consistorio aprob¨® una pensi¨®n para la viuda Arban. Que por cierto, a¨²n espera, en caso de que no se haya muerto de risa. Se?or Clos, p¨¦guese un detalle con el primer barcelon¨¦s que se abri¨® -literalmente- al mar, y agilice los tr¨¢mites. Bueno. Detr¨¢s de la estaci¨®n de Fran?a les espera la altura y el esp¨ªritu de Arban.
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