"Tranches de vie" AGUST? FANCELLI
El 31 de enero de 1994, a las siete de la ma?ana, Carmelo Poza llegaba como cada d¨ªa al taller de soldadura de Palau de Plegamans. El jefe, que ya le atend¨ªa, le dijo que se cambiara, que cogiera las herramientas y se fuera con la furgoneta al Liceo. Pasadas las ocho llegaba al teatro. Su cometido era el de soldar una pesta?a al tel¨®n cortafuegos fijo, pieza que deb¨ªa garantizar la estanqueidad del ¨¢mbito de la escena con respecto a la sala. Carmelo Poza iba a trabajar esa ma?ana a 22 metros de altura sobre el suelo del escenario. Situar la m¨¢quina en las proximidades de ese punto no era f¨¢cil, pero ¨¦l sab¨ªa c¨®mo conseguirlo, pues ya lo hab¨ªa hecho otras veces. Adem¨¢s, le ayudaba su compa?ero Jes¨²s Bernal, que por entonces ya hab¨ªa llegado al teatro... Atado al bambalin¨®n, Carmelo Poza se puso a la tarea. Al cabo de un rato impreciso oy¨® que alguien gritaba "?humo, humo!" y dirigi¨® la mirada hacia abajo. El suelo del escenario apenas se distingu¨ªa tras la espesura, pero no vio llamas. A trav¨¦s del peine de decorados accedi¨® a unas escaleras y empez¨® a bajarlas a toda prisa, acompa?ado por Bernal. Lleg¨® ante una puerta que sab¨ªa que daba a la calle de Sant Pau. Estaba cerrada. Un empleado del Liceo se encontraba all¨ª y le pidi¨® una herramienta para forzar el candado. No la llevaba. Asustado, retrocedi¨® y sigui¨® bajando las escaleras para buscar otra salida, pero en los niveles inferiores el humo era cada vez m¨¢s denso. Volvi¨® a subir corriendo. La puerta de Sant Pau ya estaba abierta y sali¨® a la calle...
Fiscal: "Y en la calle, ?a qui¨¦n vio usted del Liceo?".
Poza: "En la calle vi el cielo".
Tranches de vie, como las llam¨® Puccini, se suced¨ªan ayer en boca de los testigos en el juzgado n¨²mero 23 de Barcelona. Cada una con sus rutinas, sus gestos, sus lenguajes. Caminal se hallaba a esa hora recibiendo en su despacho a una empresa de publicidad, Ignasi de Sol¨¤-Morales estaba reunido con sus colaboradores Xavier Fabr¨¦ y Llu¨ªs Dilm¨¦, Manuel Bertrand...
Todas esas rutinas iban a arder en un instante como paja seca. El 31 de enero de 1994 dejar¨ªa su huella en ellas para siempre. Lo subray¨® Poza cuando, en un momento de la declaraci¨®n, sintetiz¨® con un murmurado "ustedes no saben lo que ha sido" los seis a?os que ha pasado con una imputaci¨®n de imprudencia temeraria a cuestas. Plantarse en el taller de Palau de Plegamans a las siete de la ma?ana, cambiarse, recoger las herramientas y dirigirse all¨¢ donde el jefe le manda para realizar una soldadura ya no ha vuelto a ser lo mismo para Carmelo Poza.
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