Sin permiso para llorar
Tirarse desde una patera sin haber visto nunca el mar, y con todas las posibilidades de morir ahogadas, puede ser el mal menor para dos mujeres de cuarenta a?os que han pasado casi toda su vida en las c¨¢rceles marroqu¨ªes. A¨²n no ve¨ªan las costas de Fuerteventura, pero decidieron que ya estaba bien de tantos a?os de sufrimiento. Los guardacostas espa?oles acosaban la patera y ellas, temiendo que se iba a repetir el suplicio de los a?os en prisi¨®n, se lanzaron con tres sobrinos peque?os al agua. Hu¨ªan de la Intifada saharaui, las revueltas y manifestaciones que tuvieron lugar el pasado mes de septiembre en El Aai¨²n y que fueron ferozmente reprimidas por el Ej¨¦rcito marroqu¨ª. Cuando a las hermanas Fatma y Mam¨ªa Salek se les pregunta cu¨¢l fue su delito responden, resignadas, que el delito es de los carceleros que las retuvieron. Su relato es espeluznante.
Estas dos hermanas eran adolescentes cuando todav¨ªa El Aai¨²n, ciudad en la que hab¨ªan nacido y viv¨ªan, era la capital de la provincia del S¨¢hara espa?ol. No se hab¨ªan producido la Marcha Verde ni el acuerdo tripartito de Madrid (1975), en el que su tierra se (re)parti¨® entre Marruecos y Mauritania. Lleg¨® la ocupaci¨®n alau¨ª y Fatma y Mam¨ªa, cuyos hermanos mayores ya eran guerrilleros del Frente Polisario, quisieron huir, como tantos otros saharauis, al exilio argelino. Las autoridades marroqu¨ªes se lo impidieron y fueron secuestradas junto a sus padres y trasladadas a c¨¢rceles en Marruecos. Desde entonces, su vida ha sido un calvario. Su peripecia con la patera en las fr¨ªas aguas atl¨¢nticas es casi lo de menos cuando recuerdan su paso por el presidio. Estos d¨ªas est¨¢n recorriendo varias ciudades andaluzas invitadas por las diversas asociaciones regionales de Amistad y Solidaridad con el Pueblo Saharaui para dar testimonio de su lucha.
"Nos ten¨ªan desnudas", cuenta Mam¨ªa, la m¨¢s joven de las dos, "sin mantas y sin luz, en celdas oscuras, fr¨ªas y sucias. La comida sol¨ªa ser agua sucia sobre la que flotaban unos garbanzos y en platos oxidados". As¨ª estuvieron Fatma y Mam¨ªa durante 16 eternos a?os. Primero, cinco en la c¨¢rcel de Agdes, al sur de Marruecos, y luego, 11 en Calat Maguna, en las proximidades de Marraquech. "Nos trasladaron a Maguna en 1981", relata Fatma, "porque los marroqu¨ªes tem¨ªan que el Polisario liberara la c¨¢rcel de Agdes, ya que estaban tomando mucho terreno con la guerrilla".
Aisladas del mundo exterior, y sin saber qu¨¦ pasaba con el resto de su familia y su pueblo, las dos hermanas sufrieron la tortura constante, las palizas y las violaciones que se recogen en el informe de Amnist¨ªa Internacional (AI) de abril de 1993 con el que pasean estos d¨ªas por Andaluc¨ªa.
La vida en la prisi¨®n era "esperar otra paliza", seg¨²n recuerdan, y el final: "Cada momento esper¨¢bamos la muerte, porque cada momento mor¨ªa alguien". Convivieron con ella, pero tambi¨¦n con la desnutrici¨®n y las diarreas: "Los carceleros no nos dejaban ni tocar a la puerta de la celda para decir que alg¨²n compa?ero se hab¨ªa muerto. Cuando, a la ma?ana siguiente, ven¨ªan a darnos la comida, los vigilantes retiraban los cad¨¢veres del d¨ªa anterior, pero hasta ellos entraban con mascarillas, pues el olor era insoportable. Si nos ve¨ªan llorar, nos pegaban m¨¢s". As¨ª vieron morir en los 16 a?os de presidio a m¨¢s de 40 saharauis presos; entre ellos, a sus propios padres.
El terrible testimonio de Fatma y Mam¨ªa es s¨®lo la punta del enorme iceberg que constituye la represi¨®n de Marruecos contra el pueblo saharaui. En un reciente informe de AI, fechado en agosto de 1999 y titulado Marruecos y el S¨¢hara Occidental. Cerrar cap¨ªtulo. Los logros y las dificultades, se recogen m¨¢s de 900 desapariciones de saharauis que han tenido lugar en c¨¢rceles marroqu¨ªes desde 1975. Marruecos no lo reconoce oficialmente.
Pero Fatma y Mam¨ªa lo han sufrido. Por intervenci¨®n de AI salieron de la c¨¢rcel en 1991 y por decisi¨®n propia regresaron a El Aai¨²n. Su vida all¨ª no iba a ser mucho mejor. Se negaron a firmar una carta en la que reconoc¨ªan la marroquinidad del S¨¢hara Occidental y volvieron a sufrir acoso y persecuci¨®n. Un soplo les dijo que estaban en las listas de los saharauis que iban a detener en septiembre pasado. La patera fue su salvaci¨®n. Las autoridades canarias las trataron con respeto y ahora est¨¢n en manos de organizaciones humanitarias sometidas a chequeos para restablecer su salud. Ya pueden llorar sin permiso, pero s¨®lo quieren "olvidar y recordar al mundo", dicen, "que nuestro pueblo, el saharaui, a¨²n lucha para que le dejen hacer un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, tal y como acord¨® la ONU hace ya muchas d¨¦cadas".
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