El 'sonido Ord¨®?ez' JOAN DE SAGARRA
El s¨¢bado 15 de enero cogimos el Euromed camino de Alicante. Para leer en el tren -me encanta leer en los trenes, no es ning¨²n secreto- me llev¨¦ Puerto ?ngel, la ¨²ltima novela de mi sobrino Marcos Ord¨®?ez, editada por Destino, am¨¦n de un par de cintas de esas con que me regala Marcos, m¨²sica, canciones sabias, ricas y viejas, para alegrarse la vida. Una de ellas con lo very best de Jackie Wilson: Reet petite, To be loved, Lonely teardrops..., una m¨²sica, unas canciones, que me recordaron el final del est¨ªo de 1958, o de 1957 o de 1959, en Blanes, cuando nos agarr¨¢bamos a las rebecas de orl¨®n de nuestras novias francesas o suecas, convencidos de que la sola voz de Jackie Wilson -To beee loooved!- iba a mantenerlas para siempre m¨¢s all¨ª, agarradas a nosotros por el pegamento musical, canoro de Jackie Wilson y de sus violines.Puerto ?ngel, p¨¢gina 35: "Gloria odi¨® Barcelona desde el mismo d¨ªa de su llegada [Gloria, criatura de la novela de Marcos, llegada de M¨¦xico, su ciudad, a Barcelona en el a?o 1958]. Una ciudad gris, sucia, aterida como un eterno mal d¨ªa de invierno; una ciudad que se apagaba a las seis de la tarde". Cierto, se apagaba a las seis, pero renac¨ªa, y c¨®mo, a las diez, despu¨¦s de la cena familiar -crema de calabaza, trinxat o pescadilla-, cuando los chicos bien, definitivamente abandonados por Jackie Wilson y nuestras novias francesas o suecas, dec¨ªamos a nuestros padres que nos ¨ªbamos a casa de tal o cual amigo, a preparar un examen de Penal o de Can¨®nico, y con el tal o cual amigo -y dos simpatinas y tres cubalibres en el cuerpo- nos aventur¨¢bamos, Ramblas abajo, camino del Kit-Kat, del Dancing Col¨®n, del Texas, del C¨¢diz, del Jamboree... ?bamos detr¨¢s de los marines del Enterprise, y de sus putas; detr¨¢s del viol¨ªn de Grappelli, del saxo de Guy Lafite, de la sonrisa triste y las piernas alegres de Gloria, Gloria Stewart... Barcelona se iluminaba aquella noche para nosotros, los hijos tontos de Jackie Wilson, los novios tontos de nuestras novias francesas o suecas, mientras las putas de los marines nos curaban de nuestra tonter¨ªa con un instinto maternal. Era el a?o 1958, Marcos Ord¨®?ez hab¨ªa nacido un a?o antes, el 26 de marzo, carnero y cangrejo.
Puerto ?ngel, p¨¢gina 41; Gloria descubre Barcelona: "Un domingo de mayo, el cielo se abri¨® para ella, y vio el sol por primera vez desde su llegada. El sol era una naranja confitada, reluciente de arrope, que ella alz¨® a la luz diamantina de la ma?ana antes de hincarle los dientes y dejar que la pulpa azucarada chorrease sin trabas por su barbilla. Estaban en la feria de Sant Pon?, en la calle Hospital, y ella no protestaba por los empellones de la gente, ni dirig¨ªa una mirada desde?osamente ir¨®nica a todos aquellos que, todav¨ªa con abrigos y sombreros [pocos en 1958] calados hasta los ojos, apretaban contra el pecho, como si fueran custodias, grandes frascos con miel y cerezas. Re¨ªa y mord¨ªa el sol confitado, pring¨¢ndose toda la boca".
Si el sol de Barcelona era, para Gloria, una naranja confitada, reluciente de arrope, para nosotros, para mi mujer y para m¨ª, el sol de Alicante fue la naranja de Pr¨¦vert, en su poema Alicante: "Une orange sur la table / Ta robe sur le tapis / Et toi dans mon lit / Doux pr¨¦sent du pr¨¦sent / Fra?cheur de la nuit / Chaleur de ma vie". Una naranja sobre la mesa, una naranja que ol¨ªa a naranja, comprada una hora antes en el mercado de Alicante, donde todav¨ªa la fruta huele a fruta, y sabe a fruta. Antes de hincarle el diente.
El mi¨¦rcoles, 19 de enero, se present¨® en Salambo la novela de Marcos. Lo presentaba Ana Mar¨ªa Moix. All¨ª fuimos con Juan Mars¨¦, con Enrique Vila-Matas, con un grupito de viejos amigos y fans de Marcos. En su presentaci¨®n, Ana Mar¨ªa, que es una de las criaturas literarias con mayor olfato y sensibilidad de este peque?o pa¨ªs, calific¨® la novela de Marcos como un "homenaje a la m¨²sica". En realidad no hay ning¨²n cuento, novela, ning¨²n texto de Marcos que no sea un homenaje a la m¨²sica, desde su primera novela, El signo de los tiempos (Plaza & Janes, 1988), novela que, si no recuerdo mal, deb¨ªa venderse con unas casetes, arropando -con su arrope musical, valga la licencia golosa- su naranja literaria. En Puerto ?ngel, ese arrope, esa golosina, nos es servida por el m¨ªtico Jackie Gleason -no confundir con Jackie Wilson, si bien pueden confundirse, y yo as¨ª lo hice, como con la naranja confitada de Sant Pon? y la naranja de Pr¨¦vert, de Alicante, la ciudad-poema-; Jackie Gleason, que entre los a?os cincuenta y sesenta acu?¨® el sonido Gleason, y vendi¨® 120 millones de copias de sus discos. Gleason, al que cuando le preguntaban por las caracter¨ªsticas de su sonido, "dec¨ªa", seg¨²n cuenta Marcos en su novela, "cosas como 's¨¦ que tienen color vainilla'. O 'suena como un dorado chorro de orina cayendo en un vaso de plata desde lo alto de un puente, en plena noche".
Al final de la novela de Marcos descubrimos que Jorge, hijo de Gloria, "enloqueci¨®", descubri¨® el Cielo en la Disco Paradiso, en San Diego, una disco parecida -por la m¨²sica, por el arrope, por las lunas y los soles golosos-, a Eldorado, a La noche de Eldorado, la obra teatral de Marcos. Siempre hay m¨²sica, sabia, vieja y rica, en los escritos de Marcos, un chaval de cuarenta y pocos tacos que ha sabido pinchar como nadie la poes¨ªa de Jaime Gil de Biedma, la poes¨ªa de una Barcelona miserable y a la vez golosa, con la m¨²sica, lejana y nuestra, de aquellos a?os. Marcos, como Jaime, como Mars¨¦, entra por derecho propio en la nostalgia, en la golosina, en la m¨²sica de esa ciudad, que es suya y, a trav¨¦s de ¨¦l, algo m¨¢s nuestra. Entra con el sonido Ord¨®?ez.
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