El giro hacia ninguna parte
Alguien que tuviera talento literario podr¨ªa convertirlo en el argumento de un culebr¨®n interminable. Los que apenas si nos atrevemos con el an¨¢lisis pol¨ªtico estamos a punto de arrojar la toalla, de confesarnos superados y vencidos por el barroquismo de un fen¨®meno en cuya observaci¨®n llevamos m¨¢s de dos d¨¦cadas y que, sin embargo, todav¨ªa es capaz de dejarnos boquiabiertos. Me refiero -seguro que ya lo han adivinado- a los avatares internos y los zigzagueantes rumbos de la derecha de obediencia estatal en Catalu?a.No, no teman, por esta vez no evocar¨¦ los tiempos heroicos de Laureano L¨®pez Rod¨®, ni la ardua traves¨ªa del desierto tras el cayado de Miguel ?ngel Planas, ni el fugaz revival de Eduardo Tarragona, ni... Ci?¨¦ndonos a lo sucedido desde la "refundaci¨®n" ac¨¢, el relevo de Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz por Alejo Vidal-Quadras en el liderazgo catal¨¢n del Partido Popular supuso, a fines de 1990, un primer y espectacular golpe de tim¨®n desde la moderaci¨®n centrista hasta la radicalidad espa?olista y neoliberal. Cinco a?os m¨¢s tarde, en la cercan¨ªa de unas elecciones generales que se present¨ªan decisivas, Madrid juzg¨® conveniente endulzar un poco la agresividad vidalquadrista y mejorar, de paso, sus perspectivas de voto en Catalu?a a expensas del nacionalismo moderado. Hab¨ªa llegado la hora (1995-1996) del "giro catalanista", un giro ortop¨¦dico e inveros¨ªmil por la inconsistencia de quien lo encarnaba (el ex convergente Josep Maria Trias de Bes) y porque a su lado, marc¨¢ndole, permanec¨ªa un don Alejo tan implacable como el ama de llaves de Manderley.
Las rentas de la operaci¨®n fueron nulas, pero acto seguido faltaron un criterio pol¨ªtico claro y perseverancia para aplicarlo. Despu¨¦s del 3 de marzo de 1996, ante el PP catal¨¢n parec¨ªan ofrecerse dos caminos: Vidal-Quadras o Trias de Bes. Pues bien, la c¨²pula estatal -siempre ella- decidi¨® que ni el uno ni el otro. El catedr¨¢tico de f¨ªsica fue sacrificado en aras del pacto del Majestic, aunque se situ¨® en una confortable y prominente "reserva activa"; en cuanto al palad¨ªn del desva¨ªdo catalanismo popular, se le arrumb¨® sin contemplaciones a la presidencia de Trasmediterr¨¢nea, donde ha terminado por hundirse de un modo bastante m¨¢s pat¨¦tico que heroico. Apartados ambos, G¨¦nova 13 resolvi¨® situar a su organizaci¨®n catalana, bajo la jefatura de Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz, en posici¨®n de stand-by, en una fase de ambig¨¹edades, de grises tacticismos, de qui dia passa, any empeny. Despu¨¦s de todo, el apoyo de Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU) en el Congreso de los Diputados era imprescindible...
?Ah, pero Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se guardaba un as en la manga! El fichaje de Josep Piqu¨¦ i Camps como ministro de Industria, que en un principio parec¨ªa el de un t¨¦cnico eficiente, fue ganando calado pol¨ªtico y lo adquiri¨® definitivamente cuando el de Vilanova no s¨®lo devino ministro portavoz del Gobierno, sino que adem¨¢s se afili¨® al Partido Popular. Desde aquel momento todo fue hacerse bocas del efecto Piqu¨¦: por fin, el PP de Catalu?a hab¨ªa hallado un l¨ªder aclimatado al ecosistema catal¨¢n, alguien que mejorar¨ªa sensiblemente los resultados electorales, abrir¨ªa el partido a la sociedad, arrebatar¨ªa a CiU el apoyo de los empresarios, etc¨¦tera. S¨ª, pero ?con qu¨¦ orientaci¨®n ideol¨®gico-pol¨ªtica? Mientras Vidal-Quadras continuaba avivando la llama sagrada del ultraespa?olismo, y Fern¨¢ndez D¨ªaz segu¨ªa navegando en c¨ªrculo, ?qu¨¦ novedades aportaba Piqu¨¦, adem¨¢s de un centrismo que aqu¨ª cotiza poco porque ya forma parte del paisaje?
Aunque todas esas contradicciones e indefiniciones ya pasaron factura en las elecciones municipales y auton¨®micas de junio y octubre de 1999, el ministro portavoz se mantuvo a prudente distancia de ambos tropiezos; su batalla y su test eran las generales de marzo de 2000, a las que se acercaba con el camino desbrozado -Vidal-Quadras en Bruselas, Alberto Fern¨¢ndez en el Parlament- y el compromiso de poner a prueba de una vez el tan celebrado efecto Piqu¨¦.
Y bien, en eso estamos. Y debe constatarse que los primeros ensayos han dado resultados francamente mediocres. En el reciente rifirrafe interno del PP catal¨¢n a prop¨®sito de las listas, el enfado de Mili¨¢n Mestre es s¨®lo la an¨¦cdota, la traca ruidosa e inofensiva; Manolo Mili¨¢n es un viejo routier al que 30 a?os de carrera pol¨ªtica en el mismo equipo le ponen muy dif¨ªcil romper la baraja. No, lo significativo es el d¨¦ficit de autoridad o de voluntad de Piqu¨¦ para hacer respetar por Madrid las prioridades de Barcelona en materia de candidaturas, su incapacidad para cortar las intrigas vidalquadristas, el escaso poder de seducci¨®n que ha mostrado entre la tan codiciada "sociedad civil". Todo ello se resume y ejemplifica en el caso Gort¨¢zar, la inclusi¨®n en puesto seguro de un candidato cunero sin arraigo ni feeling con la circunscripci¨®n que va a votarle, pero protegido por Aznar; un caso que el ministro de Industria ha justificado recordando que Gort¨¢zar ya fue diputado por Barcelona en 1993 y 1996. Y s¨ª, es cierto, ?pero entonces no nos hall¨¢bamos bajo el efecto Piqu¨¦!
El pasado domingo, en entrevista concedida a un diario barcelon¨¦s, el secretario general del Partido Popular, Javier Arenas, hac¨ªa a prop¨®sito de su secci¨®n catalana esta afirmaci¨®n de apariencia chocante: "El proyecto de Josep Piqu¨¦ es el mismo que el de Vidal-Quadras". Bueno, pues ?saben lo peor?: empiezo a creer que Arenas est¨¢ en lo cierto.
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