Pactos
LUIS GARC?A MONTERO
Los entusiasmos suelen durarme poco. Nac¨ª en diciembre, el mes de las noches y las meditaciones m¨¢s largas, casi al pie de Sierra Nevada, y quiz¨¢ por eso tiendo a enfriar con los cristales empa?ados del pesimismo las alegr¨ªas moment¨¢neas y las banderas del sentimiento. Casi todas las ilusiones repentinas expulsan las ideas de la cabeza para dejarle hueco a una banda de m¨²sica callejera, capaz de conmover y cegar las palpitaciones del alma con los redobles del tambor y el aplauso met¨¢lico de los platillos. Pero cuando pasa la vida y se lleva la m¨²sica a otra parte, el silencio del desencanto descubre el hielo infinito de la nada, la b¨®veda fr¨ªa de nuestra ingenuidad. Yo no suelo aguardar a que las bandas de m¨²sica del entusiasmo se vayan muy lejos, porque me basta pensar las cosas dos veces para asumir la autoridad inapelable de lo peor.
Confieso esta inclinaci¨®n a la sospecha, propia de los perros cojos y de los amantes excesivamente enamorados, como pre¨¢mbulo de otra confesi¨®n m¨¢s imp¨²dica: despu¨¦s de varios d¨ªas, de mil declaraciones escuchadas y de cien columnas period¨ªsticas le¨ªdas, a m¨ª no se me pasa la ilusi¨®n del nuevo rumbo electoral y pol¨ªtico abierto por las conversaciones entre PSOE e Izquierda Unida. Por m¨¢s que lo pienso, por m¨¢s que revuelvo en la nieve sucia de las contrariedades, sigo creyendo que alg¨²n tipo de pacto es posible, porque se ofrecen para todos los sectores de la izquierda m¨¢s ventajas que inconvenientes.
El PSOE necesita reaccionar ante un panorama que anuncia una nueva victoria de la derecha. La tercera v¨ªa de Blair, su posibilismo econ¨®mico y su abandono de la lucha ideol¨®gica, favorece en el teatro espa?ol a las aspiraciones de Aznar, a su propaganda basada en los hechos del bienestar y en la privatizaci¨®n de todos los espacios p¨²blicos. Olvidados los debates pol¨ªticos, en la escena diaria s¨®lo quedan las cuestiones nacionalistas, y el PNV parece empe?ado en facilitarle al PP el deseo de presentarse como el partido de todos los espa?oles que est¨¢n en contra de los cr¨ªmenes de ETA. Por lo que se refiere al voto moderado, los elogios de Arzallus suponen para el PSOE una amenaza mayor que el posible pacto con Izquierda Unida. Los socialistas han decidido avanzar generosamente una oferta de alianza, reconociendo que no pueden ganar en solitario las elecciones, para sobreponerse a los vientos, ahora contrarios, de la despolitizaci¨®n, del economicismo, del griter¨ªo nacionalista y del abstencionismo. Izquierda Unida deber¨ªa aceptar la oferta no s¨®lo porque todos esos vientos son objetivamente reaccionarios, sino porque el pacto puede salvar a la coalici¨®n de un v¨¦rtigo que la empujaba hacia su fracaso definitivo. Algunos votantes de Izquierda Unida est¨¢bamos casi convencidos de que esta era nuestra ¨²ltima cita electoral. Acompa?ar ahora al PSOE, con capacidad de intervenci¨®n pol¨ªtica, es parad¨®jicamente una manera de resistirse al bipartidismo.
Es un consuelo, adem¨¢s, que algunos personajes insignes vuelvan a vociferar contra el comunismo, mientras otros personajes, no menos insignes, se deciden por fin a hablar de una izquierda plural, sin cargar las tintas contra las locuras de los profetas y los dogm¨¢ticos.
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