El m¨®vil CARMELO ENCINAS
Fue el regalo estrella. La guerra de precios desatada entre las compa?¨ªas de telefon¨ªa m¨®vil provoc¨® estas navidades el m¨¢s intenso aluvi¨®n de ofertas que cabe imaginar en el mercado de la comunicaci¨®n. Modernos aparatos que son subvencionados por permanecer cautivos a una determinada red y que llegaron a promocionarse por s¨®lo mil duros incluyendo un gasto de siete mil pesetas en llamadas. Con semejante atractivo comercial, la venta se dispar¨® hasta l¨ªmites insospechados, convirti¨¦ndose en el art¨ªculo m¨¢s obsequiado de las pasadas fiestas.El fen¨®meno no tendr¨ªa mayor relevancia, al margen de constatar la previsible progresi¨®n geom¨¦trica de los port¨¢tiles (a punto de superar a los tel¨¦fonos fijos), si no fuera porque una parte importante de esos cacharros iba destinado a los adolescentes. "Ning¨²n chico sin un m¨®vil", pudo ser el eslogan navide?o de esta temporada, parafraseando el lema de aquellas piadosas campa?as de recogida de juguetes para los ni?os pobres. Y as¨ª muchas familias madrile?as han dotado a sus chavales de este instrumento de comunicaci¨®n pensando casi siempre en la posibilidad de mantenerles localizados. Gracias al m¨®vil, miles de adolescentes han negociado una ampliaci¨®n de su horario nocturno de fin de semana, adentr¨¢ndose en los albores del d¨ªa a cambio de someterse a peri¨®dicas llamadas de control para calmar la angustia de sus progenitores.
El sistema apenas aumenta la seguridad objetiva de los chicos, pero s¨ª la capacidad de los padres para conciliar el sue?o. A los m¨¢s d¨ªscolos siempre les queda el recurso de evitar el chequeo en momentos comprometidos argumentando una ca¨ªda de bater¨ªa o la falta de cobertura. En esto de los m¨®viles tambi¨¦n hay clases. Los hay que lucen un aparato de peque?o tama?o y bonito dise?o y otros que han de conformarse con un ladrillo.
Tambi¨¦n la utilizaci¨®n es distinta seg¨²n las posibilidades econ¨®micas. En la mayor¨ªa de los casos, el aparato se regala con una tarjeta de prepago con el compromiso de limitar las llamadas y bajo amenaza de no recargarla. Ello ha desarrollado entre los j¨®venes el h¨¢bito de transmitir mensajes escritos cuyo coste es muy inferior a las llamadas de voz. Por cinco duros puedes enviar un texto de ciento cincuenta caracteres sin tener que dar la cara. La f¨®rmula favorece enormemente la relaci¨®n entre los m¨¢s t¨ªmidos, que son capaces de decirse cosas que nunca expresar¨ªan en una conversaci¨®n directa. ?Cu¨¢ntas declaraciones de amor y cu¨¢ntas calabazas habr¨¢n visto ya esas peque?as pantallas digitales cuyos caracteres son le¨ªdos con avidez! Pero esta fiebre de los mensajes est¨¢ presentando alg¨²n inconveniente en las aulas, donde es frecuente ver a los chicos m¨¢s pendientes de la redacci¨®n de textos telef¨®nicos que del relato del profesor sobre las guerras p¨²nicas.
En varios institutos de Madrid han previsto ya medidas restrictivas, en un intento de paliar los devastadores efectos de la telefon¨ªa m¨®vil sobre el normal desarrollo de la clase. Adem¨¢s, algunos espabilados le han sacado un rendimiento complementario al invento al utilizar la agenda y el banco de textos como chuletario o solicitar informaci¨®n al exterior a trav¨¦s del correo en los ex¨¢menes.
Otro problema que plantea la "movilman¨ªa" entre los chavales es que termina por convertir a los que no est¨¢n "movilizados" en aut¨¦nticos parias de la comunicaci¨®n. Pero no parece que esos aspectos negativos vayan a frenar un negocio que las compa?¨ªas ven imparable en este segmento de la poblaci¨®n.
El rejuvenecimiento galopante del usuario del port¨¢til s¨®lo puede verse contrarrestado en t¨¦rminos estad¨ªsticos por su extensi¨®n entre la gente mayor, donde puede prestar un servicio impagable. Ninguna persona de avanzada edad deber¨ªa salir de casa sin este ingenio, que no s¨®lo facilita el que se sienta m¨¢s acompa?ada al tener la posibilidad de conversar a cualquier hora y circunstancia con sus seres queridos, sino que permite realizar una llamada de auxilio o explicar c¨®mo se encuentran en todo momento. Es verdad que a los abuelos les cuesta m¨¢s que a los j¨®venes entrar en el lenguaje cibern¨¦tico de los m¨®viles y que probablemente nunca le sacar¨¢n todo el partido que su tecnolog¨ªa ofrece, pero con las funciones elementales les basta y les sobra. Ellos no quieren el m¨®vil para jugar.
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