El verdugo y su sombra
Si el supuesto para que el PNV firmase el pacto de Lizarra consist¨ªa en la tregua indefinida de ETA, ya que entonces el programa maximalista de la independencia ser¨ªa defendido ¨²nicamente por v¨ªa democr¨¢tica, ?c¨®mo explicar que cuando ETA reanuda su ritual de sangre el PNV se conforme con el otro ritual, el de la condena de palabra, sin siquiera suspender las relaciones establecidas en Lizarra hasta que ETA recapitule?, ?cabe insistir en que Lizarra traza el camino de la democracia a la "soberan¨ªa" si tolera de hecho la coacci¨®n permanente del crimen pol¨ªtico? El sigloXX ha sido demasiado rico en esas pr¨¢cticas de tolerancia de supuetos dem¨®cratas hacia la violencia fascista como para ofrecer ahora al PNV, y sobre todo a su l¨ªder Xabier Arzalluz, una presunci¨®n de ingenuidad.Todo encaja, sin embargo, si recordamos aquella historia del nogal en la conversaci¨®n secreta entre Arzalluz y los dirigentes etarras en que aqu¨¦l les incitar¨ªa a agitar el ¨¢rbol para que otros, el PNV en perfecta divisi¨®n del trabajo, recogiese las nueces, el cesto con la independencia.
Procedente de una filtraci¨®n policial o parapolicial, el texto nos pareci¨® entonces a muchos inveros¨ªmil. Cualesquiera que fuesen las discrepancias con las tercianas de fiebre antihisp¨¢nica que de vez en cuando aquejaban al l¨ªder del PNV, estaba fuera de duda que las profesiones de fe democr¨¢ticas y la ejecutoria de veinte a?os de gesti¨®n de la autonom¨ªa se encontraban por encima de los exabruptos. No obstante, en los dos ¨²ltimos a?os, el cambio ya apuntado desde 1995 ha llevado al PNV, bajo la direcci¨®n del pol¨ªtico guipuzcoano, a posiciones tales que la autenticidad o no del cuento de las nueces pasa a ser secundaria, porque la divisi¨®n de tareas supuestamente recomendada se ha convertido en la clave de la pol¨ªtica vasca actual. Si el engarce entre los planteamientos pol¨ªticos del c¨ªrculo de ETA y los del nacionalismo democr¨¢tico tiene lugar por efecto de una conjura, la del nogal, tendr¨ªamos un caso de vileza criminal por ambas partes; de ser el resultado espont¨¢neo de una coincidencia ideol¨®gica, estar¨ªamos ante una muestra excepcional de ajuste de unos comportamientos a unas ideas pol¨ªticas. Pero la diferencia se sit¨²a en el terreno del juicio moral. De poco sirve reconocer, como en la eleg¨ªa de Bereterretxe, una de las piezas m¨¢s hermosas del cancionero tradicional vasco, que la traici¨®n y el crimen anidan tambi¨¦n en los que presumen constantemente de nobleza.
Importa el juego de los actores pol¨ªticos. Y la secuencia que discurre entre la proclamaci¨®n por ETA del fin de la tregua y el primer atentado mortal resuelve cualquier duda. La explicaci¨®n oficial de Arzalluz es que la presencia del PNV en Lizarra respond¨ªa a una actitud de coraje, asumiendo riesgos como partido a cambio de una esperanza de paz. Antes incluso de que ETA diera su mazazo con el comunicado de ruptura, Arzalluz hab¨ªa proclamado que el PNV no se dejar¨ªa tutelar por nadie, se?al aparente de que el regreso al terror no iba a arrastrar al partido en la estela de la banda. L¨®gicamente, cuando ETA hace p¨²blico su comunicado, Arzalluz declara su voluntad de enfrentarse a ella en caso de atentado mortal. Hasta aqu¨ª, todo coherente.
Pero la aut¨¦ntica coherencia es la que corresponde a la doblez de la pol¨ªtica del PNV en ese mismo periodo. De un lado, declaraciones de pacifismo hasta la saciedad; de otro, actuaciones ambiguas, que van siempre a desembocar en un ataque contra Gobierno y partidos espa?oles y a una exculpaci¨®n de EH, con lo cual, pase lo que pase, Lizarra sigue. La convocatoria de las manifestaciones se hace con esa consigna de "necesitamos la paz", que puede convenir tanto a agresores, como a agredidos: tambi¨¦n Hitler necesitaba la paz en la conferencia de M¨²nich. Cuando se descubren las furgonetas, la primera reacci¨®n es de incredulidad; Anasagasti quiere pensar que s¨®lo se trataba de dar un susto sin causar v¨ªctimas. Nada importa que Euskal Herritarrok d¨¦ pruebas fehacientes de su "independencia" al grito de viva ETA, "gora Euskadi Ta Askatasuna", en manifestaciones complementarias que de hecho se convierten, 22 de enero, en contramanifestaciones dirigidas a anular al modo fascista las de los dem¨®cratas. Se admite que EH no puede -?por qu¨¦?- condenar siquiera gen¨¦ricamente el terror y se le pide de rodillas "un desmarque", como si se tratara de jugar un partido de f¨²tbol. Nueva reca¨ªda en la vileza, la cuesti¨®n es si con los atentados mortales el PP va a ganar votos.
As¨ª que llega el atentado del viernes 21 de enero y todo se queda en un comunicado de condena del mismo y de condolencia para los familiares. ?Consecuencia pol¨ªtica? Ninguna. Es como aquel que asiste al entierro de la v¨ªctima de unos gangsters y mantiene sin pesta?ear los acuerdos con ellos. De nada sirve que EH convoque contramanifestaciones donde queda clara la continuidad con los temas y los s¨ªmbolos de ETA, y que Josu Ternera, el protector de los derechos humanos en el Parlamento vasco, presida en su pueblo una alucinante ceremonia de exaltaci¨®n de ETA con encapuchados incluidos. Hacia ese lado, Arzalluz ha dejado de mirar: el porvenir de una patria vasca bajo la violencia no debe conmoverle lo m¨¢s m¨ªnimo, siempre que se respeten los rituales de tocar la txalaparta y bailar el aurresku. El frente nacional se mantiene, y si EH est¨¢ relacionada con ETA, que el Gobierno la ilegalice, desaf¨ªa Arzalluz, como si no existiera diferencia entre el reconocimiento de la vida legal a una organizaci¨®n, por muy pr¨®xima que se halle al terror, y la alianza pol¨ªtica con la misma.
El sue?o del fingido nogal va haci¨¦ndose realidad. Cada uno a lo suyo, y la confusi¨®n para los dem¨¢s. En definitiva, seg¨²n explica Arzalluz en la entrevista del d¨ªa 23 en Deia, al otro lado de las elecciones PSOE y PP necesitar¨¢n los votos nacionalistas, y all¨ª a la vuelta del camino, les espera ¨¦l con su partido -cabr¨ªa decir mejor en este caso partida, dada la admiraci¨®n que siente por el cura Santa Cruz- para vender sus votos a cambio de "paz" (l¨¦ase, mesa de rendici¨®n a las exigencias conjuntas de Lizarra). Entre tanto ETA, que en palabras de Arzalluz no sirve para nada, mata lo necesario para destruir la convivencia democr¨¢tica; los de Jarrai y asociados practican la intimidaci¨®n de los dem¨®cratas en los pueblos vascos con amenazas e incendios provocados, que el Gobierno vasco tambi¨¦n condena, c¨®mo no, cuid¨¢ndose muy bien de detener a nadie; EH sostiene sus dos caras, una vuelta hacia PNV y EA, garantiz¨¢ndoles que no hay vascos m¨¢s dem¨®cratas que ellos (y que les seguir¨¢n votando en las instituciones), otra hacia sus fidelidades tradicionales, y por ¨²ltimo el PNV encabeza la presi¨®n sobre Madrid para que populares, y sobre todo socialistas, entren en el redil de Lizarra y acepten la f¨®rmula abertzale para la soluci¨®n del "contencioso vasco".
Todas las piezas son necesarias, siempre que sus enlaces no resulten en exceso visibles. De otro modo, quedar¨ªa al descubierto que no s¨®lo est¨¢ en juego una eventual secesi¨®n de Euskadi, cosa ya grave si pensamos en que s¨®lo una minor¨ªa clara de la poblaci¨®n vasca era hasta ahora independentista. Lo que la constelaci¨®n ETA, con EH a¨²n sin desgajar, impulsa, y ahora el PNV respalda, es ni m¨¢s ni menos que la destrucci¨®n de una democracia que hab¨ªa logrado sobrevivir a dos d¨¦cadas de presi¨®n terrorista. Se trata de una perspectiva estrechamente relacionada con el esquema en que ETA-EH y PNV coinciden de una Euskal Herria unificada, una gran Euskadi, reproducci¨®n a escala reducida de otros sue?os venturosos de impronta balc¨¢nica. Porque esto es lo que conviene siempre tener en cuenta: es el proyecto pol¨ªtico, reproducci¨®n del formulado hace un siglo por Sabino Arana, y sobre bases xen¨®fobas y pseudohist¨®ricas tan falsas como las suyas, lo que une a abertzales dem¨®cratas y filoterroristas en el frente de Lizarra, y lo que hace imprescindible adoptar uno u otro modo de violencia para condicionar los comportamientos electorales de los ciudadanos vascos. La ¨²nica diferencia sensible reside en la cautela que Arzalluz ha de adoptar, con la mirada puesta en el BBV y la patronal vasca, garantizando que la aventura soberanista no acabar¨¢ dej¨¢ndoles fuera de Europa: de ah¨ª esa etapa transitoria donde el Gobierno vasco, en nombre de la "paz", alcanzar¨ªa representaci¨®n directa en las instancias europeas. El zorro volver¨¢ a vestirse de cordero siempre que haga falta para lograr ese fin. Estamos, pues, ante un engranaje de erosi¨®n de la democracia donde cada protagonista asume su papel, uno de verdugo, otros de acompa?antes activos, con una firmeza y un sentido maquiav¨¦lico de la acci¨®n que les har¨ªan admirables de ser otros los medios empleados y los fines perseguidos.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico en la Universidad Complutense.
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