La izquierda cuca
Entr¨¦ en el 2000 leyendo El gran torbellino del mundo, que me result¨® un libro muy adecuado para la ocasi¨®n, y tuve ocasi¨®n de reencontrar all¨ª frecuentemente la palabra "cuco", tan empleada por mis padres aunque hoy me parece ya en relativo desuso. "Cuco" significa astuto, taimado e incluso brib¨®n pero el pesimista Baroja le a?ade un matiz impl¨ªcito, el de una listeza pobretona y finalmente frustrada a largo plazo por su propia ausencia de ideales. Seg¨²n esta acepci¨®n barojiana, me parece que hay bastante de cuquer¨ªa en el acercamiento preelectoral de cierta izquierda moderada a partidos y hasta grup¨²sculos nacionalistas para formar un frente com¨²n contra el PP. No s¨¦ hasta qu¨¦ punto el reciente atentado de ETA habr¨¢ alterado este planteamiento (ahora prevalece la alianza PSOE-IU), pero hoy no quisiera volver a hablar de terrorismo -en cuyo repudio coincidimos afortunadamente con la mayor¨ªa de los nacionalistas- sino del propio nacionalismo no violento, contra el que la izquierda creo que tiene mucho que decir.Hasta ahora, la superstici¨®n de que los nacionalistas representan una instancia m¨¢s progresista que la de quienes sostienen sin rodeos el Estado constitucional espa?ol parec¨ªa reservada a la microcefalia seudoprogre de los que ocupan esa lunatic fringe que se aferra a cualquier virtualidad antisistema con la misma avidez que el nene a la teta de su nodriza. Pero ¨²ltimamente el mal parece haberse extendido -supongo que por cuquer¨ªa electoral- incluso a quienes consider¨¢bamos con mejor criterio. Desde luego, la tendencia del PP a monopolizar la Constituci¨®n frente a todo bicho viviente inspira fundadas reservas, tanto por la historia nada remota del partido mismo como por el peligro de "nacionalizar" a su vez el texto constitucional que precisamente deber¨ªa resguardarnos de semejantes etnicismos... y de los casticismos declamatorios. Hay cari?os que matan, sobre todo cuando provienen de un Gobierno que tanto se ha apoyado en los partidos nacionalistas para mandar y que en su postura ante la Ley de Extranjer¨ªa no prescinde de argumentos de un nacionalismo espa?ol m¨¢s o menos confeso. La protesta contra semejante acaparamiento de nuestro principal s¨ªmbolo com¨²n es de rigor, aunque muchos de los ahora m¨¢s indignados podr¨ªan preguntarse si no han colaborado con sus propias ambig¨¹edades tacticistas a propiciarlo.
Sin embargo, no por mera cr¨ªtica antigubernamental deber¨ªa dejar ninguna persona de izquierdas de seguir teniendo claro el fondo profundamente reaccionario de cualquier nacionalismo. Puede que haya nacionalistas que, pese a serlo, tengan opiniones progresistas acerca de otros temas econ¨®micos o sociales, lo mismo que hay astr¨®logos contrarios a la pena de muerte o partidarios de juzgar a Pinochet. Pero eso no mejora la ideolog¨ªa nacionalista ni hace m¨¢s cient¨ªfica a la astrolog¨ªa.
En uno de sus ¨²ltimos libros publicados en Espa?a -La inclusi¨®n del otro, editorial Paid¨®s-, J¨¹rgen Habermas se plantea con rigor desde el pensamiento progresista ilustrado la cuesti¨®n de los nacionalismos ¨¦tnicos y el porvenir de la ciudadan¨ªa en los Estados nacionales europeos. Una de las partes m¨¢s interesantes de la obra es su discusi¨®n de las tesis de Carl Schmitt, el brillante jurista de la ultraderecha racionalizada. Para Schmitt, la homogeneidad nacional es un presupuesto b¨¢sico del Estado y sin ella se da una anomal¨ªa esencial que debe ser corregida como fuere: "Un Estado nacional homog¨¦neo aparece entonces como algo normal; un Estado al que le falta dicha homogeneidad tiene una anormalidad, algo que hace peligrar la paz". Tal homogeneidad se basa precisamente en la conciencia de pertenencia a un "pueblo", ligado por una identidad ¨¦tnica y cultural. El pueblo es la naci¨®n y la naci¨®n es el pueblo, pero en un sentido bastante distinto al que se le dio a ambos t¨¦rminos en la Francia revolucionaria de finales del siglo XVIII. En el pueblo de Schmitt reina la igualdad pero no en cuanto humanidad compartida sino como diferencia espec¨ªfica autoafirmada: "La igualdad, que pertenece a la esencia de la democracia, se dirige, por tanto, s¨®lo hacia adentro, no hacia afuera". O sea, dentro est¨¢ prohibido no ser iguales y fuera est¨¢ prohibido serlo. Para lograr dicha homogeneidad coactiva, Schmitt no excluye "la opresi¨®n y el desplazamiento de la poblaci¨®n heterog¨¦nea", medidas legitimadas por derechos hist¨®ricos prepol¨ªticos -esencialistas, no convencionales- y en ¨²ltimo t¨¦rmino por una voluntad pol¨ªtica que coincide con la autoafirmaci¨®n del pueblo, seg¨²n su propia f¨®rmula: "Lo que el pueblo quiere es bueno precisamente porque el pueblo lo quiere". O, por decirlo de otro modo, ser para decidir... y para legitimar lo que se decide en raz¨®n de lo que se es.
En cambio, para Habermas la cuesti¨®n ha de plantearse de modo muy distinto. Los Estados democr¨¢ticos actuales nacen de procesos estructuradores de la heterogeneidad: "Los permanentes conflictos tribales en Estados poscoloniales formalmente independientes recuerdan que las naciones surgen s¨®lo cuando han dejado atr¨¢s el dif¨ªcil camino que lleva de las comunidades ¨¦tnicamente fundadas entre individuos que se conocen hasta una solidaridad jur¨ªdicamente mediada entre ciudadanos que son extra?os entre s¨ª. En occidente, esta formaci¨®n de Estados nacionales, no por fusi¨®n de etnias o regiones sino entrecruzada, se ha prolongado por m¨¢s de un siglo". Recuperando la perspectiva de Kant y Rousseau recuerda que "la autodeterminaci¨®n democr¨¢tica no tiene el sentido colectivista y al tiempo excluyente de la afirmaci¨®n de la independencia nacional y la realizaci¨®n de la identidad nacional. M¨¢s bien tiene el sentido inclusivo de una autolegislaci¨®n que incorpora por igual a todos los ciudadanos". Y a partir de ah¨ª responde a algunas dudas fundamentales. ?Territorialidad? "El derecho a la naci¨®n 'org¨¢nica' puede por ello despojar del car¨¢cter meramente contingente a los l¨ªmites hist¨®ricamente m¨¢s o menos fortuitos de la comunidad pol¨ªtica, dotarlos del aura de una sustancialidad falsificada y legitimarlos en raz¨®n del 'origen'". ?Autodeterminaci¨®n? "En la medida en que los movimientos de independencia nacional llaman a la autodeterminaci¨®n en sentido republicano, una secesi¨®n no se puede justificar sin tener en cuenta la legitimidad del status quo. Es decir, que en la medida que todos los ciudadanos disfrutan de iguales derechos y nadie es discriminado no existe ninguna raz¨®n convincente para la separaci¨®n de la entidad com¨²n existente". ?Federalismo? "Sin duda, la v¨ªa del federalismo se ofrece pues como una soluci¨®n s¨®lo si los miembros de los diferentes grupos ¨¦tnicos y formas culturales de vida pueden ser m¨¢s o menos delimitados territorialmente unos de otros". Condici¨®n que no se da en las sociedades mestizas, en los pa¨ªses de fuerte inmigraci¨®n ni, en general, all¨ª donde el problema no es c¨®mo unir varios Estados sino c¨®mo hacer viable uno donde se respete realmente la pluralidad. En resumen, "los apologetas de la raz¨®n ¨¦tnica desconocen que precisamente las impresionantes conquistas hist¨®ricas del Estado nacional democr¨¢tico y sus principios constitucionales republicanos nos pueden ilustrar acerca de c¨®mo deber¨ªamos manejar los actuales problemas relativos al inevitable tr¨¢nsito hacia formas posnacionales de socializaci¨®n".
Por supuesto tanto las opiniones del uno como del otro pueden ser discutidas, pero me resultar¨ªa muy extra?o que la l¨ªnea pol¨ªtica actual de un socialista, por ejemplo, considerase un progreso dirigirse hacia Schmitt en lugar de procurar orientarse seg¨²n las indicaciones de Habermas.
La perspectiva nacionalista no representa ning¨²n avance hacia una concepci¨®n m¨¢s moderna del Estado sino todo lo contrario, es resistencia contra las nuevas formas de ciudadan¨ªa cosmopolita que apuntan t¨ªmidamente en la Uni¨®n Europea, quiz¨¢ ma?ana en un ¨¢mbito a¨²n mayor. Y la Espa?a de los nacionalismos no es un perfeccionamiento pluralista de la Espa?a de las autonom¨ªas sino el regreso invertido a la homogeneizaci¨®n franquista, pero a escala regional: el "una, grande y libre" en calderilla. No es progreso que en Catalu?a, gracias a la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica, haya en la ense?anza primaria un 47% de alumnos de contexto familiar castellanohablante y s¨®lo un 1% escolarizados en dicha lengua (datos de 1995-1996), frente al 36% y 81% en catal¨¢n: lo que se est¨¢ haciendo es cambiar de signo al abuso liberticida de la dictadura. Tampoco progresamos cuando la izada de la bandera el D¨ªa de San Sebasti¨¢n tiene lugar en una plaza ir¨®nicamente llamada "de la Constituci¨®n" pero tapizada de "goras" a ETA y acusaciones de asesinato contra el PP y el PSOE, partidos a los que pertenece el propio alcalde y la mayor¨ªa de los votantes de la ciudad. He visto suficientes tamborradas en el franquismo para poder decir que la alegr¨ªa de los tamborileros del "qu¨¦ m¨¢s da" y la presi¨®n totalitaria eran la misma: lo ¨²nico que ha variado es el precio de las angulas. Los nacionalistas siempre aseguran en voz alta: "Nuestra sociedad -vasca, catalana...- es plural"; aunque a?aden para su coleto: "?Ya se le pasar¨¢!". Y entre tanto fomentan que se exteriorice un solo proyecto pol¨ªtico y cultural.
En un bonito y sentido art¨ªculo publicado recientemente (La Espa?a de Paco Ib¨¢?ez, EL PA?S del 11 de enero de 2000), Suso de Toro a?ora con raz¨®n aquel momento dichoso de la transici¨®n en el que floreci¨® el mutuo inter¨¦s y la mutua estima por todas las culturas de nuestro Estado, cuando en los festivales de m¨²sica se aplaud¨ªa con afecto emancipador a cualquiera que cantase en catal¨¢n, gallego o vasco. En efecto, hoy se ven rebrotes inquietantes de antiguos recelos y antagonismos integristas, pero ?no tienen la culpa de ello quienes han elevado a rango primordial de su identidad el "no ser" espa?oles, es decir, el rechazo obsesivo de lo que hist¨®ricamente les vincula a los dem¨¢s? Bien dice Suso que "no hay lazo jur¨ªdico ni l¨ªmite institucional que una a los que no se quieren. O se cambian las actitudes o no hay soluci¨®n a los problemas, sin cari?o no hay familia que dure desde que existe el divorcio". Por eso algunos hemos insistido tanto en el tema de la educaci¨®n, que es el fomento de la cultura (no de "las culturas" ni mucho menos de las culturetas) como comprensi¨®n de lo distinto y universalizaci¨®n de la identidad. ?Pobre Esperanza Aguirre, que cometi¨® muchos errores como ministra pero fue cesada por la m¨¢s razonable de sus ideas, el replanteamiento com¨²n de las humanidades en la ense?anza!
Naturalmente, los nacionalistas tienen perfecto derecho a defender lo que supongan conveniente; pero creo que los partidos de izquierda tienen tambi¨¦n obligaci¨®n de deslindar claramente sus proyectos alternativos, sin por ello omitir el di¨¢logo razonable y la colaboraci¨®n pol¨ªtica en otros temas. Si se hace lo contrario por razones electorales, no tendremos una izquierda cuca sino m¨¢s bien una izquierda caca.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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