Haider y nosotros JOAN B. CULLA I CLAR?
El miedo guarda la vi?a, es verdad, y hay asuntos ante los cuales el alarmismo preventivo es preferible a la lamentaci¨®n tard¨ªa. De todos modos, no puedo sustraerme a una cierta impresi¨®n de histeria pol¨ªtico-medi¨¢tica al contemplar muchas de las reacciones y de los comentarios que ha suscitado la llegada al Gobierno austriaco del FP? de J?rg Haider. Y me preocupa la posibilidad de que, atribuy¨¦ndole pr¨®diga e indistintamente las etiquetas de ultraderechista, neonazi, racista, etc¨¦tera, estemos frivolizando ante la opini¨®n p¨²blica unos conceptos que, si pierden su significado preciso, habr¨¢n dejado de ser instrumentos ¨²tiles de pedagog¨ªa democr¨¢tica.La observaci¨®n somera de los hechos y dichos de Haider, m¨¢s la lectura de algunos an¨¢lisis fiables sobre los soi-disant nacional-liberales austriacos, inclinan a pensar que nos hallamos ante un demagogo populista bien atrincherado en su feudo local -Carintia-, que proyecta con ¨¦xito creciente sobre el conjunto del pa¨ªs un discurso ultraliberal, debelador de la "partitocracia corrupta" y hostil al sistema de poder de "los de siempre": un discurso que explota sin escr¨²pulos la delicada posici¨®n de Austria, en primera l¨ªnea de la Uni¨®n Europea -como una gigantesca Ceuta / Melilla sin alambradas- a la hora de recibir a refugiados y emigrantes que huyen de las convulsiones y las miserias balc¨¢nicas; un discurso lo bastante camale¨®nico y vers¨¢til para haber seducido ya a un forzosamente interclasista 27% de los votantes. En suma, que si de buscar analog¨ªas se trata, el FP? me parece m¨¢s emparentable con el gilismo que con el hitlerismo.
Naturalmente, eso no le exonera de nada, pero tal vez un diagn¨®stico correcto ayude a combatirlo con m¨¢s eficacia. Tampoco ser¨¢ in¨²til recordar que la ret¨®rica antisistema de Haider y los suyos arraiga en el hecho de que Austria lleva varias d¨¦cadas de casi continuas coaliciones democristiano-socialdem¨®cratas, sin conocer una verdadera alternancia pol¨ªtica. Y bien, si una situaci¨®n parecida dio lugar en Italia a la crisis del r¨¦gimen entero, ?qu¨¦ tiene de extra?o que la rep¨²blica alpina exteriorice su malaise con un mill¨®n y cuarto de votos al FP?? En cuanto a los innegables rasgos xen¨®fobos de ¨¦ste, denunciarlos es tan necesario como saber que ese c¨¢ncer no s¨®lo anida entre los austr¨ªacos; sobre todo, despu¨¦s del brutal pogrom antimagreb¨ª que acaba de vivirse en la localidad almeriense de El Ejido y su comarca.
Pero lo que, sin duda, ha alimentado m¨¢s el esc¨¢ndalo internacional, las censuras de la euroc¨¢mara y las amenazas del Partido Popular Europeo contra la flamante coalici¨®n de gobierno en Viena han sido los juicios ben¨¦volos de Haider sobre determinados aspectos del Tercer Reich, y sus antiguas reticencias a asumir cr¨ªticamente el periodo nazi en Austria. Y es en este punto concreto donde el celo -celo de ne¨®fitos- de los dirigentes del Partido Popular espa?ol les ha llevado a dar un espect¨¢culo de hipocres¨ªa y cinismo que no debiera pasar inadvertido. En efecto, ?c¨®mo puede impartir lecciones de memoria democr¨¢tica y de estricto puritanismo antifascista un partido cuyo presidente-fundador es todav¨ªa Manuel Fraga Iribarne? Fraga, el que fue ministro, palad¨ªn y apologeta del dictador Franco y que jam¨¢s, del 1975 ac¨¢, ha esbozado una autocr¨ªtica p¨²blica por ello. ?Est¨¢ legitimado para pedir que se expulse del PPE a los democristianos austriacos un partido espa?ol que se ha negado reiteradamente a condenar en sede parlamentaria la sublevaci¨®n militar facciosa de julio de 1936, que hizo el vac¨ªo al homenaje c¨ªvico e institucional a las Brigadas Internacionales, un partido cuyo l¨ªder actual tuvo una adolescencia de "falangista revolucionario"?
S¨ª, en 1991 J?rg Haider elogi¨® "la pol¨ªtica de empleo del Tercer Reich", y como consecuencia de ello tuvo que dimitir de la jefatura del Gobierno provincial de Carintia hasta las siguientes elecciones. Pero en 1994, la entonces eurocandidata por el PP Mercedes de la Merced declaraba: "A nadie se le oculta que Franco puso en marcha la Seguridad Social, puso en marcha las pensiones, construy¨® un mont¨®n de viviendas para pobres. Era una persona que se preocupaba por las clases d¨¦biles, y eso nadie se lo podr¨¢ negar a Franco. Otra cosa es que hubiese o no hubiese libertades, que fue una ¨¦poca que yo no viv¨ª" (EL PA?S, 27 de mayo de 1994). Pues bien, tras esas sensacionales manifestaciones, la se?ora De la Merced no s¨®lo no dimiti¨® de nada, sino que ha sido europarlamentaria (1994-1996), luego diputada en el Congreso y siempre uno de los m¨¢s firmes valores del aznarismo. Es una pena que cuando, el pasado d¨ªa 2, Vidal-Quadras se desga?itaba en el hemiciclo de Bruselas a cuenta de los sucesos pol¨ªticos austriacos, el recuerdo de su gr¨¢cil correligionaria madrile?a o el del p¨¦treo presidente gallego no le aconsejaran administrar mejor tanto la voz como el cr¨¦dito pol¨ªtico.
Me temo, en conclusi¨®n, que el Partido Popular y su Gobierno han hallado en el esc¨¢ndalo Haider la excusa providencial para darse un oportuno revoque de fachada; para reparar, pensando en el 12 de marzo, ese revestimiento de centro progresista tan deteriorado por el caso Pinochet y otras inclemencias meteorol¨®gicas.
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