Los nuevos obreros de la carne
"Se buscan peones para c¨¢rnica". "Matadero selecciona personal para frigor¨ªfico". "F¨¢brica de embutidos requiere chicos para deshuesar jamones". ?stos son s¨®lo tres ejemplos de las muchas ofertas de empleo, algunas de ellas desesperadas, que la industria c¨¢rnica de Osona lanza desde hace tiempo a trav¨¦s de los escaparates de la empresas de trabajo temporal. Basta una ojeada a los anuncios para darse cuenta de dos cosas: la primera, que la industria c¨¢rnica de Osona est¨¢ m¨¢s crecida que nunca. La segunda, que la mano de obra cada vez escasea m¨¢s y que el empresariado del sector empieza a preocuparse.De las 25 mayores empresas de la comarca, 10 pertenecen a este sector y, juntas, consiguieron una facturaci¨®n superior a 90.000 millones de pesetas en 1998. El empresariado del sector ve, no obstante, como cada vez le resulta m¨¢s complicado encontrar trabajadores para hacer funcionar las cadenas de despiece de cerdos, los frigor¨ªficos y las m¨¢quinas embutidoras.
Las sucesivas oleadas de inmigrantes norteafricanos que han llegado a Osona a lo largo de esta d¨¦cada se han revelado insuficientes para tanta demanda de trabajadores. Por eso, desde principios de este a?o, las c¨¢rnicas han atra¨ªdo a ciudadanos de Guinea, Sierra Leona, Kenia y Ghana.
No hay ning¨²n informe oficial que diga cu¨¢ntos han llegado, pero desde varios ayuntamientos se estima que el n¨²mero de inmigrantes subsaharianos instalados en Osona durante este a?o podr¨ªa rozar el millar.
El inter¨¦s de las empresas c¨¢rnicas por los inmigrantes del ?frica negra se debe, seg¨²n fuentes sindicales, a que son "menos problem¨¢ticos que los magreb¨ªes". Adem¨¢s, su reciente llegada les impide conocer a fondo la legislaci¨®n laboral vigente. Los responsables de las bolsas de trabajo de algunos ayuntamientos admiten que han recibido ofertas dirigidas expl¨ªcitamente a hombres de raza negra.
Casi todos ellos trabajan en empresas del sector de la carne, lo cual no es ninguna casualidad. Es la industria que requiere m¨¢s mano de obra y la que ofrece las condiciones de trabajo m¨¢s duras. As¨ª lo certifican las 10 horas que Raphael, un ciudadano de Sierra Leona, emplea diariamente descuartizando cerdos en un matadero de Vic. Por sus manos pueden llegar a pasar hasta 4.000 animales en un solo d¨ªa y, despu¨¦s de varios meses en este trabajo, empieza a quejarse de un incipiente dolor en las mu?ecas. "Tantas horas con el cuchillo pasan factura", explica.
Raphael Enyogai lleg¨® a Espa?a el a?o pasado procedente de Sierra Leona. A sus espaldas dej¨® un pa¨ªs devastado por la guerra, con una miseria al l¨ªmite y sin nada que ofrecer a alguien de 33 a?os y con inquietudes. El 25 de abril de 1998 dijo basta y cogi¨® un autob¨²s hacia el norte. El objetivo era Europa, donde lleg¨® cuatro meses m¨¢s tarde. Durante este tiempo se las apa?¨® para cruzar Guinea, Mal¨ª, Mauritania, Argelia y Marruecos. Una ONG andaluza le ayud¨® a conseguir su permiso de residencia y empez¨® a trabajar en el campo murciano. All¨ª, un amigo le cont¨® las posibilidades de trabajo que pod¨ªa tener en Catalu?a y no dud¨® en poner rumbo hacia Barcelona, ciudad a la que lleg¨® hace un a?o. Pocos d¨ªas m¨¢s tarde ya estaba trabajando, aunque "con contratos muy breves", matiza.
Otro amigo le habl¨® de la mayor estabilidad laboral que podr¨ªa encontrar fuera de la gran ciudad. Mediante una empresa de trabajo temporal encontr¨® un empleo en una firma dedicada a la elaboraci¨®n de embutidos en Vic. "All¨ª estaba bien, pero la ETT se quedaba una parte excesiva de mi sueldo", considera. Por eso, cuando encontr¨® un trabajo con un contrato directo con la empresa no dud¨® en aceptarlo.
Ahora es empleado de un matadero en el que, si bien trabaja 10 horas diarias, ya no tiene que pasar toda la jornada metido en un frigor¨ªfico y tiene un contrato por 11 meses. No se queja.
La historia de Raphael no difiere mucho de la de sus compa?eros de trabajo. Florence, nigeriana de 26 a?os, lleg¨® a Espa?a hace unos meses. A¨²n tiene recientes los sufrimientos que tuvo que soportar en el centro de acogida ceut¨ª en el que estuvo "encerrada", seg¨²n cuenta, durante seis semanas. Licenciada en direcci¨®n de empresas, en su pa¨ªs trabajaba en una oficina como relaciones p¨²blicas. Pero ni esto le motiv¨® a quedarse en Nigeria. Ahora trabaja en una cadena de despiece de cerdos, junto con otras compatriotas. Fue la primera mujer inmigrante que entr¨® a trabajar en la empresa, lo que caus¨® algunos recelos entre compa?eros y compa?eras de turno. "Cre¨ªan que no aprender¨ªa a manejar el cuchillo", explica con una p¨ªcara sonrisa entre los labios.
Su color de piel no les ha causado ning¨²n problema en la empresa. Pero no pueden decir lo mismo respecto a lo que les ocurre fuera de ella. El de la vivienda es uno de los principales obst¨¢culos que han tenido que superar. Emmanuel, otro nigeriano afincado en Vic, cuenta: "Nadie nos quiere alquilar un piso; creen que no pagaremos". Incluso se quejan de que m¨¢s de una inmobiliaria local les ha negado un piso por el mero hecho de ser extranjeros. Muchos de ellos est¨¢n viviendo en pisos de una sola habitaci¨®n pagando alquileres cercanos a 40.000 pesetas. No ser¨ªa un precio excesivo en muchas zonas de la ciudad, pero s¨ª lo es trat¨¢ndose de la calle de la Ramada, una de las m¨¢s degradadas del centro de Vic.
Las perspectivas de mejora laboral de estos inmigrantes no son buenas: "Nos falta aprender el idioma", admiten, aunque algunos de ellos ya se han puesto en marcha y asisten regularmente a las clases de catal¨¢n y castellano que, junto a su ingl¨¦s natal, les pueden abrir muchas puertas. Mientras, seguir¨¢n trabajando en las cadenas de sacrificio de cerdos, limpiando los animales muertos o desmenuzando la carne que, d¨ªas m¨¢s tarde, alguien va a comer en Rusia, Alemania o Suecia.
Al mismo tiempo, las empresas de trabajo temporal siguen buscando mano de obra a la que no le importe acumular horas extraordinarias ni dolor en las mu?ecas. Los sueldos no son brillantes, como tampoco lo son los perfiles requeridos. "Aqu¨ª hay trabajo para todos. Basta que entiendan algo de espa?ol", cuenta la responsable de una ETT.
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