Patriotas y cosmopolitas
IMANOL ZUBERO
Cuando se discute sobre patriotismo y cosmopolitismo hay una poderosa tendencia a confundir el principio y el final, el punto de partida y el punto de llegada. El 4 de enero publicaba Joan Subirats en este diario un interesante art¨ªculo en el que, frente a un desencarnado cosmopolitismo que en el fondo no es sino homogeneizaci¨®n laminadora de la diversidad cultural, defend¨ªa que "no hay otra manera de ser cosmopolitas que empezar siendo patriotas, aunque sea patriotas de barrio". ?Patriotismo de barrio? En principio me suena bien, no en vano he crecido, vivo y espero envejecer en mi peque?o pueblo. Lo que ya no me suena tan bien es la secuencia causal que establece entre patriotismo y cosmopolitismo. ?De verdad no hay otra manera de ser cosmopolitas que empezar siendo patriotas? Si as¨ª fuera, hace ya a?os que el cosmopolitismo dominar¨ªa la tierra pues, si algo ha sido el siglo XX, es un hervidero de pasiones patri¨®ticas. En realidad, lo m¨¢s normal ha sido y es que el patriotismo, aunque sea de barrio, acabe lastrando el sentimiento cosmopolita. Lo que suele ocurrir con todos los patriotismos es, m¨¢s bien, que acaban por trazar una frontera que defina una comunidad de responsabilidad limitada.
Al d¨ªa siguiente, el 5 de enero, defend¨ªa F¨¦lix de Az¨²a un cosmopolitismo radical: "S¨ª, la identidad se nos muere, sobre todo porque los globalizados parecen disfrutar de la vida sin melancol¨ªa, nostalgia, ni culpabilidad. Como extranjeros de vacaciones en el mundo". Extranjeros de vacaciones en el mundo... El hecho de estar m¨¢s cerca del que est¨¢ lejos que del que se encuentra al lado de uno es, como denuncia Virilio, un fen¨®meno de disoluci¨®n pol¨ªtica de la especie humana. Resulta sospechoso el cosmopolitismo de quien reh¨²sa vincularse a quienes tiene m¨¢s cerca. La solidaridad hacia los otros lejanos es infinitamente m¨¢s llevadera que la solidaridad con aquellos otros que, por cercanos, conforman un nosotros del que no podemos evadirnos. La sensaci¨®n de cercan¨ªa con los lejanos puede acabar no siendo otra cosa que irresponsabilidad.
El problema no es qu¨¦ somos, patriotas o cosmopolitas (por otra parte, alternativa imposible, pues siempre seremos mezcla en distintos grados de ambos ingredientes) sino para qu¨¦ somos. Cuando, en el libro Los l¨ªmites del patriotismo, Martha C. Nussbaum plantea el debate sobre patriotismo y cosmopolitismo y el ¨¦nfasis que la educaci¨®n debe hacer en cada uno de ellos, no est¨¢ diciendo nada sobre cu¨¢l deba ser el principio organizador de nuestra identidad. Mucho menos pretende hacernos optar entre ser patriotas o ser cosmopolitas: expresamente afirma que para ser ciudadano del mundo uno no debe renunciar a sus identificaciones locales.Lo que interesa a Nussbaum es plantear la cuesti¨®n de para qu¨¦ somos patriotas o cosmopolitas: ?somos patriotas para limitar la comunidad de aceptaci¨®n mutua, el c¨ªrculo de responsabilidades morales, s¨®lo a aquellas personas que son como nosotros? ?somos cosmopolitas para poder desplazarnos por el mundo como extranjeros de vacaciones, sin compromiso moral ninguno, sostenidos exclusivamente por reglas procedimentales y una l¨®gica estrechamente retributiva?
Amartya Sen lo ha entendido bien: "La inclusi¨®n de todas las personas en el ¨¢mbito de la incumbencia ¨¦tica -que es el aspecto principal del alegato a favor de la ciudadan¨ªa mundial- no requiere ning¨²n tipo de militancia en contra de valorar los elementos de la propia tradici¨®n". Y concluye: "La importancia de que Nussbaum se centre en la ciudadan¨ªa mundial -aclara Sen- reside en que ello subsana una grave omisi¨®n: la del inter¨¦s de las personas que no est¨¢n relacionadas con nosotros a trav¨¦s, por ejemplo, del parentesco, la comunidad o la nacionalidad. El afirmar que la lealtad fundamental del individuo es la que debe a toda la humanidad hace que todas las personas pasen a ser de nuestra incumbencia, sin excluir por ello a nadie". Qu¨¦ hacemos con nuestro patriotismo o nuestro cosmopolitismo. Esta es la cuesti¨®n.
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